Hoy es 12 de octubre, como en tantas fechas conmemorativas hay más cosas que aprender y corregir que celebrar.
Desde el punto de vista
de los habitantes de América, que llevaban milenios en el continente americano, la
llegada de los europeos era una invasión. En la propia Norteamérica, en aquel vasto territorio al norte de
Río Grande, vivían entonces más de diez millones de personas.(1)
Las intenciones de los europeos pronto se vieron claras, como lo expresaba su precursor, el propio Colón, a la
llegada a la llamada Hispaniola:
Él
[Colón] más tarde escribió sobre esto en su cuaderno de a bordo:
“Ellos…
nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras cosas, que
cambiaban por collares de cristal y
campanillas de cetrería… Ellos cambiaban voluntariamente todo lo que poseían…
Estaban bien constituidos, con buenos cuerpos y bellas facciones… No llevan
armas, y no las conocen, cuando les mostré una espada, la cogieron por el
extremo y se cortaron por su ignorancia. No tienen hierro. Sus lanzas están
hechas de caña… Podrían convertirse en buenos sirvientes… Con cincuenta hombres
podríamos someterlos a todos y hacer lo que quisiéramos con ellos.(2)
Los colonos norteamericanos procedentes del norte de
Europa también llegaron con ansias de apoderarse de la nueva tierra. Si bien,
en principio no eran tan propensos a exaltar la supuesta misión evangelizadora
como lo hicieron los españoles, sí utilizarían también esta argumentación
y la de un supuesto designio divino en la nueva tierra prometida para
justificar la invasión violenta y la guerra que llevaron a cabo contra los
habitantes del territorio que se encontraron por su camino. Era el Destino
Manifiesto:
Esta
creencia extendida entre los colonos, de
que los EE.UU. estaban destinados a
expandirse por todo el territorio norteamericano hasta el otro océano, tiene
asiento en una ideología nacionalista con base religiosa. Creía y cree, en el
derecho que tenían los primeros colonos a expandirse y ocupar la “nueva tierra
prometida”. Se volvería a esa visión egocéntrica y racista de “un pueblo
elegido”. Con esta creencia se vieron con derecho a la expansión desde el
Atlántico hasta el Pacífico. Los partidarios de esta idea veían que no sólo era
algo obvio (manifiesta), sino también que formaba parte de un destino.(3)
Aunque este término, el Destino Manifiesto, apareció como
tal más tarde, a mediados del XIX, su ideología estaba ya presente con los
primeros colonos.
Los
debilitados [por la explotación, las enfermedades traída por los europeos y por la
superioridad militar de estos] nativos locales dejaron espacio a los Puritanos
que sucesivamente indicaron que como la tierra no estaba “ocupada” o
“colonizada”, podía ser tomada legítimamente. Además, los ingleses dijeron que ellos eran gente “civilizada”, los indios “no tenían tierras, no tenían ninguna
población asentada, no tenían ganado domesticado para mejorar el territorio…”(1)
La argumentación
de la “misión civilizadora” hacia los “salvajes”, una vez más sería la base
ideológica del ocupante, con ello paliaban posibles escrúpulos o remordimientos
por las despiadadas e injustas acciones cometidas contra los nativos.
No hace falta
decir que no había ninguna superioridad moral ni social en los nuevos
colonizadores, pero era necesario crearlas para de algún modo justificar
lo que de otro modo era algo
difícilmente justificable. Los primeros colonos harían uso de esta ideología,
junto a la de sus creencias religiosas basadas en la Biblia. Trataban de emular
el mandato divino bíblico para ocupar el
territorio prometido y acabar con o someter a los amalecitas americanos. Los amalecitas según el Antiguo Testamento
luchaban contra el pueblo elegido. Esta
visión de superioridad racial y cultural que tenían los europeos llegados a
América les llevaba a hacer creer que tenían una misión civilizadora y
redentora hacia los habitantes originarios de América. Incluso esta misión les
fue dada a los colonos de Massachusetts por el Rey de Inglaterra en 1629, y
puede verse en el gran sello de la Colonia de la Bahía de Massachusetts, en
el que se aprecia a un indio sumiso y
abatido con una inscripción que indica: “Venir por nosotros y ayudarnos”. En un
claro gesto de minusvaloración y supuesta compasión hacia los considerados como
salvajes, gesto y actitud hacia otros países y culturas que dura hasta nuestros días. Pero la supuesta ayuda de los nuevos colonizadores no iba a ser muy favorable para los supuestos
ayudados, según comenta Noam Chomsky:
Y los colonizadores estaban siguiendo benevolentemente el mandato divino para ir por ellos y ayudarles. Resulta que les estábamos ayudando exterminándoles.(4)No fue el respeto lo que imperó, tampoco fue el ansia de aprender de otras culturas y el ánimo de comerciar justamente con ellas lo que dominó en las relaciones que hubo. No, fue la codicia, con sus colaboradoras, la injusticia y la maldad, las que entraron en escena.
...los conquistadores no buscaban conocimiento, sino oro. Usaron sus armas superiores para saquear y asesinar. En su locura exterminaron a una civilización.
Denostamos a los conquistadores por su crueldad y miopía, por escoger la muerte. Admiramos a Lapérouse y los Tinglit [un explorador francés y unos pobladores de Alaska] por su coraje y sabiduría por escoger la vida.(5)
Carl Sagan se refiere a la actitud de intercambio y de adquirir conocimientos de esta expedición de Lapérouse en contraposición con las que solo tenían el ánimo del simple robo o de la cruel destrucción.
Texto de Mikel Itulain. Justificando la guerra. 2012.
Notas:
(1) Robert Kelley. The
Shaping of the American Past. Englewood Cliffs New Jersey: Prentice Hall, 5th
edition, 1975, p 42.
(2) Howard Zinn. A People History of the United States. New York: Harper Collins
Publication, 2003.
(3) Mikel Itulain. Estados
Unidos y el respeto a otras culturas y países, p 22-23. 2012.
(4) Noam
Chomsky. U.S. Savage Imperialism. The U.S. Empire, the Mideast, and the
world, part I, Znet, June 2010.
(5) Carl Sagan. Cosmos. Who Speaks for earth? 1980.
La afición de la política a los eufemismos parece que viene de antiguo. Solo la religión permite el genocidio "por el propio bien" de los exterminados.
ResponderEliminarUn saludo