viernes, 25 de abril de 2014

España: país de contradicciones y contrastes




A España muchos la conocemos, hablamos de ella habitualmente en tabernas, paseos o en cualquier plaza. No obstante, pocos son los textos y menos los medios de comunicación que hablan de la realidad de España, de la realidad social y sobre todo económica de sus gentes, de los españoles. Para ver algo de esto uno tiene que atender a quienes normalmente se preocupan por estas cuestiones. Así, recientemente, tuve conocimiento de una extraordinaria obra sobre este país, mejor dicho Estado, porque está constituido de varios países, entre ellos el mío, el País Vasco, aunque todo hay que decirlo, el País Vasco no es que sea español en sí, sino que está tanto en España como en Francia, es decir, hablando claro, el País Vasco es el País Vasco y lo demás es lo que le toca. Bien, volviendo a los que les contaba, tuve conocimiento de un texto realmente digno de atención y, por tanto, de detenida lectura, que  a ustedes les aconsejo. Estoy hablando de la obra de Iliá Ehrenburg España república de trabajadores, publicada en 1932 y escrita durante el comienzo de la Segunda República. Mi conocimiento de ella fue a través del trabajo que desarrolla una persona llamada Jose Luis Forneo, que no por casualidad es comunista, en un artículo de su blog que viene en relación al libro mencionado y su título: ¿República? Sí, pero de los trabajadores. En este mismo artículo y siguiendo con lo comentado en esa obra, se hace una crítica hacia las injusticias y grandes desigualdades y abusos sociales que continuaron también durante la República, y en él se expone una gran verdad que se oculta con celo por las clases privilegiadas, especialmente por las "progresistas":
...los partidos republicanos que llegaron al poder en 1931 no tenían en sus programas ninguna revolución, sino mas bien una continuación de lo mismo sin rey y con algunas modernizaciones superficiales que no pusieran en cuestión, en ningún momento, los derechos mas sagrados de las élites (que no son, aunque lo finjan y dramaticen con aspavientos sobre su importancia, los de su libertad religiosa, sino los de la propiedad privada, especialmente de los medios de producción). 1
Estos puñeteros comunistas qué cosas dicen. Está claro que si quieres entender como funciona realmente una sociedad tienes que oír a aquellos que son comunistas de hechos y no solo de palabras. Son la sal de la Tierra y lo poco bueno que uno puede encontrar, pese a que estén tan difamados.
Retornando al apreciado libro de Ehrenburg España república de trabajadores, por cierto, tan bien escrito que es un verdadero placer disfrutar de él, si vamos a su capítulo 2, El rascacielo y sus alrededores, vemos una aguda y profunda descripción de la realidad social española, tan válida antes de la República, como durante o después de ella.
Los españoles gustan de asegurar que en su país pueden verse distintas épocas, sedimentadas como en estratos y sin borrarse unas a otras. Para un historiador de arte, puede que eso sea cierto. En cambio, el viajero que se interese, no sólo por las catedrales, sino también por la existencia de los seres vivos, se encuentra con un caos, con un maremágnum, con una verdadera exhibición de contradicciones. 2
Si nos fijamos en los seres vivos que habitan esta península, en este caso los seres humanos, incluido también Portugal, veremos ese maremágnum, esa verdadera exhibición de contradicciones con una enorme desigualdad. El autor relata como es posible ver en el mismo lugar el coche más lujoso de Europa, un Hispano-Suiza, y, al mismo tiempo, una mujer sobre un burro, un burro del que solo se le pertenece una cuarta parte, su dote, ya que el resto es de otros, incluso de otras familias. También, en ese paisaje, se puede ver a una moza trabajando con un arado de madera, más propio de tiempos anteriores a la edad del hierro, pero se trata de un hecho presente del paisaje actual en el que escribe el autor.
 El turista podría creer que se trata de una escena improvisada para una película, de una reconstrucción arqueológica, pero el flamante caballero, recostado en su Hispano, no se digna siquiera honrar a la moza con una mirada. El sabe que aquéllo es un espectáculo cotidiano. 2
Y si se honrase a mirarla seguramente sería más porque le atraía que por un interés por su situación. La indiferencia ante la precaria situación de nuestros congéneres era y es algo cotidiano entonces y ahora.
Y si mirásemos a Madrid, la capital, ¿qué no veríamos? Un contraste todavía mayor.
¡Ya estamos en Madrid! Gran Vía. Rascacielos. Nueva York. Edificios comerciales de unos quince pisos cada uno. En los tejados, estatuas doradas, atletas desnudos, caballos encabritados. Letras eléctricas relampaguean en las fachadas. Unos tableros, intensamente iluminados, rezan: “Río de la Plata, 96”. “Altos Hornos, 87.” Debajo de los tableros pulula la fauna de Madrid. Todos los cojos, ciegos, mancos, paralíticos, esperpentos de España. Los que no tienen más que una mano, se pasan las horas muertas con la palma abierta. Los mancos tienden la pierna, los ciegos gimotean, los mudos se contorsionan. A veces, en lugar de la cara asoma la calavera. Entre los andrajos abiertos exhiben su mercancía al desnudo: úlceras, costras, carne podrida... Y allá, en lo alto, unos atletas de granito refrenan gallardamente a unos potros de bronce. 2
Ese espectáculo de miseria y vergüenza humana, ese espectáculo que no es ya espectáculo, pues no llama la atención o provoca el escándalo en el paseante, salvo en aquellos escasos paseantes que no ven como aceptable lo que es en verdad completamente inaceptable, por muy normal o habitual que llegue a ser. Pues, ¿cómo se puede estar luciendo el dispendio mientras seres humanos mueren y se pudren en vida allí, en ese mismo lugar, en ese mismo espacio?  Algo de difícil comprensión para una mente cabal, aunque no tanto para una mente ya perturbada y enajenada por tanta anormalidad  convertida y pasada como normal.
Ah, y sobre la cultura en España, ¿qué podríamos decir también? ¿cultura o falta de cultura? Analfabetismo enraizado y cultivado. Basta recordar al ministro Bravo Murillo, del siglo XIX: «No necesitamos personas que piensen, sino bueyes que puedan trabajar». 3 Si es que en España no se valora a la cultura, pero tampoco a la ciencia. ¿Cómo se iban a valorar si a los españoles no se les enseñó a valorarlas?
La Gran Vía es alegre y bulliciosa. Centenares de vendedores de periódicos vocean los títulos, altamente poéticos, de su mercancía: La Libertad, El Sol. Las plumas avanzadas escriben en la prensa sobre la filosofía de Keyserling y la poesía de Valéry, sobre la crisis americana, sobre las películas soviéticas. ¿Quién sabe cuántos analfabetos hay entre estos vendedores? ¿Cuántos semianalfabetos entre este brillante público que desfila? 2
La incultura está ligada profundamente a la pobreza, pues nace de ella y vive con ella.
 ¡Ay!, la pobreza, mal endémico donde los haya en España. 
Generaciones y generaciones de pobres, 
pobres generación tras generación, 
sin cambio.
 Mal sin cura, mal que ahoga a España. 
Los niños descalzos, los niños que han trabajado de sol a sol para sobrevivir, saben más de historia de España que abundantes libros y superfluos catedráticos. 
En este país pobreza y riqueza extremas conviven sin tocarse, sin siquiera hablarse. Son vecinos que no se tratan.
 Todos los hombres van muy bien vestidos. No hay quien lo niegue. ¡Qué pañuelos! ¡Qué zapatos! En ninguna parte he visto hombres tan acicalados. He de añadir, sin embargo, que tampoco he visto en ninguna parte tantos niños descalzos como en España. En las aldeas de Castilla y de Extremadura, los niños andan descalzos con el frío y con la lluvia. Pero en la Gran Vía, no; en la Gran Vía no hay descalzos. La Gran Vía es Nueva York. Es una avenida amplia y larga; sin embargo, a diestra y siniestra se abren unas rendijas sórdidas cuajadas de patios oscuros, donde resuenan los maullidos estridentes de los gatos y de las criaturas. 2
El "desarrollo", en realidad desarrollismo desigual, es una de las características de España. Esta sería la marca real de este país, la Marca España, y no la que nos quieren vender la prensa, la radio y las televisiones.
Algunos aprovechados han conseguido levantar aquí, no sabe uno 
para qué, una docena de rascacielos; pero en las vulgares casas de vecindad no hay baños. A nadie se le ocurrió pensar en esto. 2
Ese desarrollismo tan desigual que no se preocupa por lo que es racional, sino por la apariencia más superflua.
En la guía de ferrocarriles pasma la superabundancia de categorías de trenes: hay, además del rápido, el “exprés”, el tren “de lujo” y de “superlujo”. En cambio, el viaje de Granada a Murcia resulta complicadísimo. Sólo circula un tren diario. El recorrido dura quince horas. Y el tren no es, precisamente, “superlujoso”. Unos vagoncillos oscuros a punto de desencajarse. Badajoz y Cáceres, las dos capitales de Extremadura, separadas por una distancia de 100 kilómetros. Un tren diario, ocho horas de viaje. 2
Y si alguien en ese mundo al revés, en este mundo donde la injusticia más injusta y donde la miseria más mísera conviven y malviven, si alguien cuestiona todo esto, o algo de esto, y se preocupa por lo que ocurre, se le responderá que esto no tiene remedio, que es un país pobre, un país sin medios... Claro, sin medios para algunos, pero, sin embargo, con demasiados medios y  demasiado desperdiciados para otros.
 Si uno de los turistas, por acaso, se indigna, el guía explica: “Un país pobre... No hay medios... Por aquí, señores... A la derecha...” La estatua de la Virgen. Un cofrecito recamado de esmeraldas. Una colección de tapices que valen 400.000 pesetas... 2


Notas:
1. Jose Luis Forneo. ¿República? Sí, pero de los trabajadores. cuestionatelotodo.blog, 14.04.2014.
2.  Iliá Ehrenburg España, república de trabajadores. Capítulo II. 1932.
3. Karl Heinz Deschner. La política de los Papas en el siglo XX. Vol I. Yalde.


El libro de Ilía Ehrenburg, que les aconsejo, pueden descargarlo en el siguiente enlace: España, república de trabajadores.

sábado, 19 de abril de 2014

¿Existe hoy en día un imperio? Parte II: Su praxis, su modo de actuar en el exterior.

Los imperios utilizan la fuerza cuando no tienen buenas razones

Carl Sagan, el astrónomo estadounidense, sostenía con abundante razón que suele ser tarea inútil el tratar de convencer a alguien cuyas creencias no están basadas en evidencias, con precisamente evidencias que cuestionaban esas creencias. Pues si no has llegado a estas a través de la comprobación, del análisis, de los hechos, sino porque así se te inculcó, y sobre todo se te enseñó a no cuestionar eso precisamente que se te enseñó, entonces no estás preparado para que alguien te pueda pedir una explicación racional o poner en cuestión con datos lo que se te inculcó creer. Todos, nos guste reconocerlo o no, tenemos pensamientos o ideas que no se basan en nuestras propias reflexiones o comprobaciones, los o las hemos adquirido, buena parte de ellos y ellas, sin cuestionarlos.
Sería bueno pues que tuviésemos presente lo siguiente:
Mucho sobre nuestra percepción personal no es tan personal, sino que está configurada por una variedad de fuerzas y condiciones fuera de nosotros mismos, tales como: la ideología dominante (o el "paradigma dominante"), los valores sociales convencionales, la posición particular en la estructura social, el flujo de información o desinformación disponible, y los potenciales beneficios o pérdidas ligados-as a las percepciones o pronunciamientos que uno hace. 1
En relación a la misma existencia de un imperio hoy, del que ya expusimos en la primera parte de forma clara que es algo real y algo actual, tenemos este caso de no aceptar o aceptar parcialmente algo, no porque los hechos no lo dicen, que ya lo creo que lo dicen, pues lo hacen de forma abrumadora y clara, sino porque no es algo convencionalmente o socialmente aceptado, porque no es de uso o conocimiento común, no está dentro de un clima de opinión favorable dentro de la sociedad. Y el mal principal no está aquí en no aceptar la realidad de un imperio, sino en no aceptar los efectos y resultados que tiene ese imperio en miles de millones de personas en todo el planeta, porque hoy puede que muchos ya acepten que existe tal estructura, pero miran hacia otro lado ante las trágicas consecuencias que de él se derivan. Pueden aceptar hablar de este, del imperio, pero no del imperialismo, que es precisamente lo que hace el primero. ¿Por qué? Porque hablar de algo de forma teórica, sin cuestionar la estructura o jerarquía social, sin contrastarlo con la práctica es fácil, fácil pero vacío, pues no aporta realmente nada. Sin embargo, hablar de los efectos reales de un imperio sobre el mundo en el que tiene poder de acción, observando su influencia social, cultural, religiosa o económica, es algo diferente, porque nos hará ver lo que realmente es, no lo que quisiéramos que fuese. Una observación atenta y detallada de los efectos de los imperios en la historia nos suele mostrar una cara no demasiado amable.
De hecho, los imperios no son acumulaciones inocentes, distraídas y accidentales. Están dirigidas de forma premeditada por dirigentes que conscientemente movilizan vastas cantidades de personas y medios con el fin de explotar otros lugares y personas. 2
Se imaginarán que para conseguir esto se utilizan algo más que palabras, y así es, si el Imperio romano disponía de numerosas legiones extendidas por todo su territorio: Europa, Norte de África y Oriente Medio, el imperio actual, el formado por los dirigentes de Estados Unidos y sus socios, eclipsa y empequeñece al romano, pues el actual está presente en todos los continentes, teniendo influencia, mayor o menor, en todos los países del planeta, y disponiendo de más de 700 bases militares para imponerlo y mantenerlo. 3 A este poder militar hay que añadir el que tiene sobre sus socios, ya que a través de la OTAN Estados Unidos puede sortear problemas legales a nivel nacional e internacional aduciendo la inventada y falsa excusa de la Responsabilidad para proteger.
...la OTAN puede ser usada como una fuerza colectiva para la intervención sin ser obstaculizada por un veto de la ONU, como puede suceder cuando Washington  busca un mandato de Naciones Unidas para la guerra e invasión contra un país. En otras palabras, los Estados Unidos tienen una forma más libre de operar a través de la OTAN que a través de Naciones Unidas. Así, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU  (debido a los vetos ruso y chino) rechazó cooperar con la destrucción de Yugoslavia, Whashington preparó a la OTAN. 4
La OTAN en realidad nunca ha sido una organización defensiva, ni tampoco algo realmente necesario para la población occidental, en cambio sí ha sido muy útil para las corporaciones occidentales, que de este modo, mediante el uso de la fuerza, han llegado a lugares donde antes no tenían apenas influencia.
En realidad el público de los Estados Unidos nunca necesitó a la OTAN. El Ejército rojo soviético nunca tuvo el interés ni la capacidad para invadir Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial. El Departamento de Estado ha admitido esto. ¿Significa esto que la OTAN ha sido algo sin sentido o inútil? No en absoluto, es un valioso instrumento para encerrar a los países europeos  occidentales dentro del sistema imperial de EE.UU, tal y como está haciendo ahora con los países del este de Europa recién llevados al sistema capitalista. 4
  Además, como la misma Roma, el imperio de hoy utiliza numerosos ejércitos contratados, es decir, mercenarios que le harán el trabajo sucio. Esto, por más que está extendido, es principalmente desconocido en las sociedades de donde nace ese imperio, la estadounidense y sus socias europeas. Al Qaeda, por ejemplo, es una muestra de estas organizaciones mercenarias en beneficio de los dirigentes occidentales y en claro perjuicio de los países donde actúan. Así, de este modo, en las guerras coloniales contra Libia o Siria que se han llevado y se están llevando a cabo, se han utilizado estos fanáticos a sueldo. Vean estos enlaces:



Por supuesto que el recurso a la violencia militar se hace cuando otros medios han fallado, como son el soborno y las amenazas a los líderes de los países que se quiere someter. Todo este mundo de engaño, corrupción y coacciones es normalmente un mundo que usted no ve.
En este mundo que usted no ve hay enormes mentiras con dolorosas consecuencias, por ejemplo, las "ayudas" al tercer mundo:
Canalizamos fondos del banco y sus organizaciones hermanas hacia proyectos que parecían beneficiar a los pobres, pero que fundamentalmente beneficiaban a unos pocos ricos. Los más habituales eran países en desarrollo que poseían recursos que nuestras corporaciones deseaban (por ejemplo, petróleo); facilitábamos un gran crédito a ese país y luego dirigíamos la mayor parte de ese dinero hacia nuestras propias empresas de ingeniería y construcción, y a unos pocos colaboradores en el país en desarrollo.
¿Cuántas veces han oído hablar ustedes en los telediarios, en la prensa o en la radio de la ayuda humanitaria, de la concesión de créditos para el desarrollo, del interés porque el tercer mundo se desarrollase? ¿Cuántas?, ¿infinidad de veces? Seguro que sí. Y ya ven, el llamado tercer mundo que ha permanecido bajo esas "ayudas" nunca se ha desarrollado realmente, sino que ha ido a peor. Es evidente que a ustedes les han engañado y mucho con eso de la solidaridad y la ayuda de "nuestras" corporaciones o ejércitos. El fin era otro: enriquecerse, pero encubrirlo como que se estaba haciendo el bien. A veces uno se pregunta cómo puede ser la gente tan ingenua y crédula, pero lo es, ahí está que este engaño que envuelve a esta gran corrupción sigue funcionando. 5
Las dolorosas consecuencias que comentaba son, entre otras, que países con grandes recursos, con riqueza y posibilidades de progresar son bloqueados, bloqueados y explotados hasta la médula, robándoles sus recursos, explotando a su población y dejándolos como países sin desarrollo, sin progreso y sin futuro. Las consecuencias y los hechos del imperialismo no son amables para aquellos muchos que lo sufren, por eso no se cuentan, por eso se silencian, y todo a pesar de que el llanto y dolor que provoca son bien sonoros, como sonora es también la lucha que se lleva a cabo para acabar con él.

Para continuar comprendiendo como actúa un imperio en el exterior y también de cara a su propia población continúen con el siguiente enlace: 

Guerra "no convencional".


Notas:
1. Michael Parenti. The face of imperialism. Paradigm Publishers, 2011, p.2.
2. Ibid. p.4.
3. Jules Dufour. The worldwide network of US military bases. Global Research, 24.12.2013.
4. Michael Parenti. Op.cit. p.21.
5. Mikel Itulain. El mundo que usted no ve. ¿Es posible la paz?, 17.06.2013.

martes, 15 de abril de 2014

¿Existe hoy en día un imperio? Parte I: Su realidad y su desarrollo.

Las familias ricas privilegiadas, como en tiempos pasados, han construido un imperio. Hoy ese imperio está bajo el dominio de las empresas de estas familias, las corporaciones.

Cuando hablamos del término imperio solemos recordar tiempos pasados, algunos remotos, como los imperios que existieron en los tiempos de Genghis Khan,  de Alejandro Magno o de los césares de Roma. Sin embargo, si atendemos por imperio al dominio de un país, o mejor dicho, de la clase dirigente de un país sobre otros países, entonces comprenderemos que de lo que estamos hablando no es de algo pasado, sino en realidad de algo muy presente, de lo que ocurre hoy mismo en nuestro tiempo.
Y como hoy en día quien tiene un papel preponderante en el mundo es Estados Unidos, la clase dirigente de los Estados Unidos, haremos bien en centrarnos en ver cómo se formó y cómo es su imperio y más concretamente en cómo actúa ese imperio, es decir, en su imperialismo.

Una vez que Estados Unidos, repito sus clases dirigentes, se vio con fuerza económica y militar, fue empujado por las poderosas empresas económicas, pertenecientes a las familias de esas clases dirigentes, para buscar ampliar sus negocios y su poder, con el fin de extender su influencia por el resto del mundo.
Las invasiones de otros países y la actuación del ejército y del Gobierno de EE.UU tenían su sentido en la defensa de los intereses de esas empresas, de esas corporaciones, que eran los de sus clases privilegiadas. Así, en este grupo dirigente se estaba  ya formando la concepción teórica y práctica de este imperialismo. Lodge, Roosevelt o Beveridge, teniendo en cuenta el pensamiento de Benjamín Disraeli del partido Tory británico, creían que esta idea podía ser una misión ennoblecedora para el avance  de las naciones. Aunque la realidad mostrase después que eran los intereses privados los que contaban y se seguía la política de Gladstone y otros, que consistía en que los grandes poderes deben controlar los  temas del mundo, teniendo una política exterior fuerte con el apoyo de un poderoso ejército. 1
Pero como era costumbre también en otras sociedades humanas, las actuaciones prácticas había que revestirlas con un barniz que las hiciesen aceptables de cara a la sociedad. De este modo, tomó la conocida idea de la misión civilizadora de occidente, con la cultura anglosajona estadounidense a la cabeza, para corregir supuestamente a la barbarie que se extiende por otros lugares del mundo. Este argumento era ya muy viejo, desde antes de los griegos, siguiendo con estos y con los romanos, y había venido utilizándose a lo largo de la  historia para justificar invasiones y el sometimiento de otros países y lugares. Aun así seguía y sigue funcionando, y la idea de “extender la civilización” era bien vista por un amplio público.
En los años 80 del siglo XIX las ideas racistas estaban muy extendidas. Se veía como el ejemplo del ser humano a los europeos del norte y a sus emigrantes americanos y como inferiores a los del sur de Europa; y todavía en posición inferior a los de otras tierras. Y así, de esta manera, se extendió la idea de que los anglosajones tenían una misión civilizadora en el mundo.  Y a ella se agarraron. 1
La presión ejercida por las grandes compañías fue determinante en el desarrollo del imperialismo norteamericano. A ello contribuyó también la crisis económica interna que sucedía hacia 1870, que dada la capacidad de producción de las fábricas hacía que se quedase mucho stock sin vender. Por ello buscaron mercados en el exterior aupados por el grado de tecnificación y poder que tenían, lo que les indicaba que podían lograr mucho más poder y dinero no solo en EE.UU., sino en el mundo entero. James B. Blaine, secretario de Estado decía:

Nuestra gran demanda es expansión…2

Y comenzó la expansión para hacer negocios controlando  el comercio. Una de estas “grandes ideas” para controlar el comercio, mejorar las rutas y tener un dominio militar sobre otros países fue la necesidad de construir y disponer de un canal en Centro América, con el objetivo de facilitar el paso hacia Asia. En el mismo plan estaba el disponer de Cuba, como puerto intermedio y base, y otras islas del Caribe, con el fin de que nadie pudiese interferir. El mismo camino seguirían territorios del Pacífico como Hawai, Guam, Wake Island y las Filipinas. Comenzaban los primeros pasos fuera del continente hacia su expansión por todo el planeta.

A finales del siglo XIX se sucedieron una serie de importantes problemas económicos y políticos en Estados Unidos: revueltas laborales, huelgas, enfado entre los granjeros y una larga serie de conflictos sociales. Causados estos por la concentración de la riqueza y las injusticias sociales que generaron, como fueron: los bajos salarios, las largas jornadas y la inseguridad en el trabajo, las carencias de asistencia sanitaria, los monopolios que controlaban los precios, y otras graves situaciones de índole social y económica. Se propusieron dos medidas  para dar solución a estos problemas: una eran reformas económicas racionales que respetasen los derechos humanos y otra mostrar una política exterior más agresiva y expansiva. Se eligió, como es habitual, la más fácil y la que favorecía  a las clases ricas y privilegiadas en el poder, que utilizaba la fuerza como medio, y que dio camino hacia el imperialismo. Y que sirvió a su vez para descargar las tensiones sociales  en un enemigo externo creado, haciendo olvidar al enemigo real interno que había generado los problemas. 1 Algo que no solo sucedió en Estados Unidos, sino en otros muchos lugares, por ejemplo, en Italia durante el fascismo.
Como en tiempos de Roma se volvía a repetir de forma constante y cansina la historia: los ricos se hacían más ricos a costa de su sociedad y de que estos y otros luchasen por ellos en conquistas en lejanos países, contribuyendo todavía más al enriquecimiento de los privilegiados y al empobrecimiento de la gran mayoría de las clases sociales trabajadoras, que eran y son marginadas.
Eso sí, Estados Unidos, repito que quiero decir sus clases dirigentes, enmascaró todo esto con grandes principios, además del de "extender la civilización", el de la defensa de la libertad.

Notas:
1. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otros culturas y países. Cap. 6. Libertarias, 2012.
2. Robert Kelley. The Shaping of the American Past. Englewood Cliffs. NJ, Prentice Hall, 5th Edition.1990.

martes, 8 de abril de 2014

El negocio de la guerra denunciado por el general más laureado de los Estados Unidos de América

Yo estuve 33 años y 4 meses en el servicio militar activo y durante ese periodo pasé la mayor parte de mi tiempo como un matón de clase alta para las grandes empresas, Wall Street y los banqueros. En pocas palabras, fui un mafioso, un gánster para el capitalismo.

Contra todas las guerras que han devastado y ensuciado la historia humana siempre ha habido personas que se han atrevido a oponerse. Ellos y ellas fueron y son los mejores de entre nosotros. Sin embargo, como "premio" fueron silenciados, perseguidos, castigados e incluso asesinados.  La Primera Guerra Mundial no fue ninguna excepción a esta trágica regla, y en esta incluso desde el campo militar, que son quienes finalmente llevan a la práctica las acciones bélicas, también se alzaron voces contra la  barbarie, injusticia y mezquindad de la guerra. Así, el general del ejército estadounidense Smedley Darlington Butler, el capitán más joven y el militar más condecorado de los EE.UU., habló muy claro sobre la guerra y su función real:

La guerra es un negocio sucio. Siempre lo ha sido. Es posiblemente el más viejo, sin lugar a dudas el más provechoso, seguramente el más depravado. Es el único de alcance internacional. Es el único en el cual los beneficios se cuentan en dólares y las pérdidas en vidas.1

En su obra La guerra es un latrocinio, Butler describe a esta como a un robo, un negocio sucio, que no es bien entendido como funciona por la gente corriente de un país, y solo un pequeño grupo, los dirigentes, son perfectamente conscientes para qué sirve y a quién sirve. Es  llevada a cabo para el beneficio de estos pocos a costa del sacrificio de los demás. Los beneficios que se obtienen con la guerra son enormes para esa clase privilegiada dirigente, ya que evitan cualquier rivalidad de los competidores en un libre mercado, además, se dispara la demanda y, como consecuencia, los precios, y toman por la fuerza lo que bien les conviene. Esto posibilitó que se hiciesen enormes fortunas en EE.UU. a costa de los estadounidenses y de otros países en la Primera Guerra Mundial.
Cuántos de esos millonarios se pusieron un rifle al hombro, o cuántos cavaron una trinchera, o estuvieron en ellas llenas de agua y lodo e infestadas de ratas y cadáveres, o recibieron las balas de una ametralladora o la furia de las bayonetas, son preguntas que lanzaba el general. Ninguno de ellos ni de sus hijos sufrieron o padecieron estas terribles consecuencias de la guerra, ninguno padeció sus calamidades. En cambio, ellos se quedaron con los las  ganancias y el provecho, y la población soportó los costos, la escasez y la muerte. Hoy en día este hecho no es diferente.
La factura de la guerra no solo se sufre en pobreza y destrucción de bienes, sino que especialmente viene en forma de pérdida de vidas humanas y  secuelas psíquicas que permanecerán para siempre, amén de los daños irreparables a la cultura, al medio ambiente o a la economía de la mayoría de la población. Mientras tanto, los directores de semejante barbarie brindarán en sus brillantes copas su sórdido pero provechoso triunfo.
El general norteamericano Butler comentaba las ganancias de algunas grandes empresas norteamericanas, de Du Pont indicaba que sus beneficios fueron de 1910 a 1914 de cincuenta y ocho millones de dólares al año, casi más de diez veces que en tiempos de paz. La Bethlehem Steel, que se dedicó entre otras cosas al tema de las municiones, ganaba cuarenta y nueve millones al año, cuando lo habitual eran seis. Anaconda, dedicada al cobre, ganó con la guerra treinta y cuatro millones al año, antes obtenía diez. Central Leather Company pasó de algo más de un millón a quince millones, General Chemical Company de ochenta mil a doce millones.1 Las empresas vendían más productos que nunca, que eran pagados por el Estado, es decir, por los estadounidenses; sin que muchas veces sus productos siquiera se llegasen a utilizar, por ejemplo, se vendieron cientos de miles de sillas de montar McClellan, pero no había caballería de EE.UU. en la guerra, lo mismo se hizo con las enormes ventas de redes para los mosquitos, que no llegaron a Europa. La corrupción económica acompañaba y acompaña en estas situaciones a la corrupción moral.
La guerra fue y es un enorme negocio para estas grandes compañías, también si cabe más todavía para las instituciones financieras. Muchas de ellas continuarían sus actividades de expolio utilizando las guerras y la violencia durante todo el siglo XX, incluida la siguiente gran guerra, la Segunda Guerra Mundial.2

Los supuestos motivos aducidos para apoyar la guerra, “La guerra para salvar a la democracia” que exaltaba Wilson o “la última de todas las guerras”, quedarían pronto en el olvido ante los contundentes hechos; aunque los mismos o similares supuestos motivos y las mismas o similares excusas se recuperarían en futuras campañas militares. Lo que nos vuelve a mostrar que la comprensión humana de los hechos históricos es mucho más limitada de lo que nos gusta normalmente reconocer.



Notas:
Extracto de mi obra Justificando la guerra.


        1. Smedley Darlington Butler . War is a racket. History is a weapon. http://www.historyisaweapon.com/defcon1/warracket.html

       2.  Jacques Pauwels. El mito de la Guerra Buena. Hiru, 2002.

jueves, 3 de abril de 2014

La ciencia como una luz en la oscuridad de nuestra sociedad.

Enciende una luz y no maldigas a la oscuridad (proverbio)

La crítica, el análisis objetivo, la no creencia en autoridades sino en razones comprobadas siempre han molestado a los estamentos de poder humanos,  y no importa si estos eran políticos, religiosos, económicos, o las tres cosas a la vez, que suele ser también bastante habitual. Estos estamentos de poder utilizan con frecuencia el argumento de autoridad, en cambio, la ciencia, lo que debía ser la ciencia, lo aborrece, pues es el primer paso hacia el engaño, hacia justificar algo no porque los hechos lo digan, sino porque una consideración de jerarquía social lo impone. Es cierto que muchos científicos recurren a veces a este argumento, aunque lo disfracen de otra forma, pero también es cierto que cuando se recurre a él no se está haciendo realmente ciencia, sino otras cosas bien diferentes; más relacionadas con los intereses personales y con los condicionamientos sociales que con lo que de cara a fuera se pretende. Por ello, se debe tener bien presente y clara la diferencia entre científicos y ciencia, los primeros humanos y, por tanto, sometidos a las venalidades y banalidades de la naturaleza humana, y la segunda, aunque de creación humana, con un método que evita estas falsificaciones. Como indicaba el brillante pensador y astrónomo Carl Sagan:
Una de las razones del éxito de la ciencia es que tiene un mecanismo incorporado que corrige los errores en su propio seno. Quizá algunos consideren esta caracterización demasiado amplia, pero, para mí, cada vez que ejercemos la autocrítica, cada vez que comprobamos nuestras ideas a la luz del mundo exterior, estamos haciendo ciencia. 1
Carl Sagan tiene razón, si bien la ciencia como tal sigue el método científico, si por algo se caracteriza es por esa crítica y autocrítica, por comprobar lo que creemos y vemos. Y a esta, a la ciencia, la podemos encontrar en los lugares y en la gente menos pensada.
El pequeño grupo de cazadores sigue el rastro de huellas de cascos y otras pistas. Se detienen un momento junto a un bosque de árboles. En cuclillas, examinan la prueba más atentamente...Rápidamente deciden qué animales son los responsables, cuántos son, qué edad y que sexo tienen, si hay alguno herido, con qué rapidez viajan, cuánto tiempo hace que pasaron, si los siguen otros cazadores, si el grupo puede alcanzar a los animales y, si es así, cuánto tardarán. 1
Esta es una escena de caza protagonizada por el pueblo Kung San en el desierto del Kalahari y describe el profundo conocimiento y análisis que hacen del medio natural estos cazadores. Analizando detalles como:
Las huellas de un animal  que se mueve de prisa muestran una simetría más alargada. Un animal ligeramente cojo protege la pata afligida, le pone menos peso y deja una huella más suave. Un animal más pesado deja un hueco más ancho y profundo. Las funciones de correlación están en la cabeza de los cazadores. 1
Y estas cabezas, las de estos cazadores del Kalahari, son verdaderamente brillantes.
En el curso del día, las huellas se erosionan un poco. Los muros de la depresión tienden a derrumbarse. La arena levantada por el viento se acumula en el suelo del hueco. Quizá caigan dentro trozos de hojas, ramitas o hierba. Cuanto más espera uno, mayor es la erosión.
Este método es esencialmente idéntico al que usan los astrónomos astrofísicos para analizar los cráteres dejados por el impacto de planetoides...1
Qué cantidad de conocimientos hay por todo el mundo, por todos los lugares y culturas, y qué poco valorados. La ciencia, y no por casualidad, es poco amiga de ese egocentrismo arrogante que no quiere aprender de otros, que no quiere un rico intercambio de culturas.
La ciencia, seamos conscientes de ello o no, nos rodea e impregna. No podemos vivir sin ella, la necesitamos para sobrevivir, y muy especialmente para entender el mundo donde vivimos. Es cierto también que esta se puede usar no para el bien, no para enriquecer nuestro conocimiento y compartirlo con los demás, con los de nuestra cultura y con los de otras culturas, sino para hacer el mal. Pensada para dañar a otros, para engañarles, robarles, explotarles o incluso quitarles la vida. El ser humano, tristemente, ha empleado la mayor parte de las veces sus avances, sus conocimientos, para dañar a otros congéneres, más que para buscar la concordia y el acuerdo. Los enormes y destructores ejércitos, con sus letales armas, son un claro ejemplo de ello. No buscan la paz, aunque hablen constantemente de ella, sino la imposición, el sometimiento y principal y fundamentalmente la violencia como modo de lograrlo. Es triste también, que pese a todos los abusos cometidos por el poder económico y político del momento sobre innumerables personas, países y culturas a lo largo del mundo, los mismos científicos, con el grado de poder que tienen dado su prestigio, estén silenciosos, miren hacia otro lado, como si aquello no fuese con ellos y fuese realmente algo en lo que no deben inmiscuirse, eso cuando no están directamente apoyándolo.
Sin embargo, y a pesar de todo este lado negativo que puede provocar la misma ciencia pensada con un sentido nada positivo, es el mismo pensamiento crítico, la misma ciencia, la que nos ayudará a desenmascarar estas ocultas y nada bien intencionadas actuaciones.
 La crítica basada en evidencias y hechos de nuestros estamentos y jerarquías sociales: políticas, religiosas y económicas, es el camino a seguir para reconducir a nuestra sociedad hacia unos hábitos de respeto, de concordia y de tolerancia, que son los que traerán su bienestar, y los que finalmente garantizarán su supervivencia.
Carl Sagan hacía una crítica muy profunda y sincera de su propia sociedad, de la sociedad estadounidense:
Preveo cómo será la América [Estados Unidos] de la época de mis hijos o nietos: Estados Unidos será un economía de servicio e información [en realidad de desinformación y entretenimiento]; casi todas las industrias manufactureras clave se habrán desplazado a otros países; los temibles poderes tecnológicos estarán en manos de unos pocos y nadie que represente el interés público se podrá acercar siquiera a los asuntos importantes;  la gente habrá perdido la capacidad de establecer sus prioridades o de cuestionar con conocimiento a los que ejercen la autoridad. 1
Tenía razón, la gente, y no solo de Estados Unidos, ha perdido esa capacidad de cuestionar con conocimiento las decisiones políticas o económicas que se toman en sus sociedades. Y la ha perdido porque  está muy poco formada e informada, y no solo por el sistema educativo en escuelas, institutos e incluso en universidades, sino principalmente porque los medios de comunicación y la publicidad comercial que están omnipresentes y que aparecen en cualquier lugar y hábito de nuestras vida han contribuido a ello. Estos medios de comunicación y esta publicidad comercial tienen unos mismos dueños, unos mismos patronos, que lo que han hecho no ha sido formar o informar, sino hacer una sociedad de personas consumistas, sin voluntad propia, sin conocimientos, sin información. Es la tragedia que vivimos hoy en día en la propia Europa y también en Estados Unidos, personas que no controlan nada en absoluto de su propia sociedad, que no tienen influencia en las decisiones fundamentales que se toman en ella, sean estas políticas, económicas, religiosas, culturales e incluso científicas.
La caída en la estupidez de Norteamérica se hace evidente principalmente en la lenta decadencia del contenido de los medios de comunicación, de enorme influencia, las cuñas de sonido de treinta segundos (ahora reducidas a diez o menos), la programación de nivel ínfimo, las crédulas presentaciones de pseudociencia y superstición, pero sobre todo en una especie de celebración de la ignorancia. 1
Es realmente humillante y vergonzoso como hoy en día se celebra la ignorancia, especialmente la ignorancia política, pues como bien hablaba Bertolt Brecht el peor de los analfabetos es el analfabeto político. Recordémosle:
El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales
 No olvidemos que históricamente, tanto la ignorancia como la superstición han sido utilizadas para la explotación de las personas, y este tiempo presente en absoluto es una excepción.
Ante este paisaje desolado y desolador de nuestras sociedades actuales no cabe la desesperanza, la dejadez, la pereza intelectual, esto no es propio de personas que merezcan un futuro mejor. Tenemos infinidad de medios, organicémonos con personas que estén por la labor, aprovechemos la enorme cantidad de conocimientos que tenemos hoy, utilicemos un medio como la red de internet para aprender, para formar e informar, para comunicar nuestras inquietudes, para establecer alianzas de paz y progreso alrededor del mundo. No demos más poder a las ya muy poderosas corporaciones económicas: evitemos comprar sus productos, compremos en mercados locales, en empresas o asociaciones alternativas; no sigamos la cadena de engaño y desinformación de sus medios de comunicación, que son todo el espectro de grandes canales audiovisuales e impresos, seamos divulgadores de los hechos, creemos canales de comunicación propios, comuniquémonos con el resto del mundo con esa poderosa red, salgamos de nuestro aislamiento.  Utilicemos la tecnología de forma creativa, para ser autosuficientes, para no depender de los intereses egoístas de los monopolios de las enormes compañías económicas. 
Todas estas cosas que menciono y otras muchas más no son difíciles de lograr, son en realidad perfectamente posibles y enriquecedoras. No todo el mundo es perezoso o falso, el mundo está lleno de gente con talento y con ganas de mejorarlo. Muchas veces pensamos que estamos solos en esto, cuando en realidad desconocemos que no estamos tan solos, que esa supuesta soledad está muy compartida, que muchas otras personas piensan y sienten como nosotros.
No dejemos que la oscuridad invada un mundo que puede estar lleno de luz, y la ciencia, no se nos olvide, es un poderoso y valioso aliado para evitarlo.


Notas:
(1) Carl Sagan. El mundo y sus demonios. Planeta. 2000. Título original The Demond-Haunted World. 1995.
Esta obra de Carl Sagan es muy recomendable, animo a ir a una biblioteca y entrar en ella, o a que forme parte de nuestra propia e íntima biblioteca personal.