La labor del periodista, como otra labor que se quiera desarrollar de forma honesta y correcta, no es sencilla. En el caso del periodismo se añade la dificultad de interpretar la realidad cotidiana y pasada. Dificultades propias del trabajo que se ven magnificadas y agudizadas por el hecho de que trabajan para poderosos dueños cuyos intereses se pueden ver afectados por lo que el periodista diga sobre tal o cual hecho social, político, económico o de otra índole sobre los que le toque tratar. Si un periodista decide mantener su independencia, siendo fiel a su código deontológico, reflejando los hechos, no ocultando deliberadamente nada relevante y no engañando o mintiendo sobre el suceso en cuestión, puede tener serios problemas, especialmente si se introduce en el ámbito político y económico. Porque los dueños de los periódicos y de los medios de comunicación coinciden en general o tienen relación directa con los dueños de la economía, con las corporaciones o empresas financieras e industriales. Lo normal en estos casos es que el mismo periodista se retraiga, se autocensure, viendo las desagradables experiencias y consecuencias que tuvieron compañeros suyos por tener la ética y el atrevimiento necesarios para comportarse como verdaderos periodistas.
Todo esto no es algo nuevo, podemos recordar al sincero periodista norteamericano John Swinton, que en 1880 definía ya perfectamente la situación. Swinton, ante un brindis hecho a la libertad de prensa en un banquete donde había colegas de profesión, dijo lo siguiente:
No hay tal cosa, hasta el momento en la historia del mundo, en Estados Unidos, como una prensa independiente. Usted lo sabe y yo lo sé. 1
Lo mismo les digo, no existe una prensa independiente, al menos en la corporativa; y en la no corporativa tampoco abunda precisamente. Yo lo sé y ustedes creo que también. Y continuaba el periodista, hablando sin tapujos sobre la irreal libertad de prensa.
No hay ninguno de ustedes que se atreva a escribir sus opiniones honestas, y si usted lo hiciese, usted sabe de antemano que no aparecería nunca impreso. 1
La censura de los medios de comunicación es férrea y no dejarán aparecer nada que contradiga con rigor y hechos su punto de vista y su línea editorial. Aquí no importa al medio corporativo al que se enfrenten: El New York Times, el Washington Post, El País, Le Monde, ABC, The Telegraph, The Guardian, la BBC o TVE, o medios locales, como pueden ser el Diario de Navarra o el Diario de Noticias. También lo vemos en medios supuestamente más alternativos, como el Diario.es, Público o Gara. Pues todos ellos obedecen en último término a intereses políticos y económicos, no a intereses periodísticos.
A mí me pagan semanalmente por mantener mi honesta opinión fuera del periódico para el que trabajo. A otros de ustedes les pagan salarios similares por cosas parecidas, y cualquiera de ustedes que fuese lo suficientemente loco para escribir su verdadera opinión estaría en la calle buscando otro trabajo. Si yo permitiese que mis opiniones verdaderas apareciesen en un tema de mi periódico, antes de veinticuatro horas mi trabajo desaparecería. 1
El miedo, en muchas casos terror, a perder el puesto de trabajo ejerce una fuerza tal que los propios profesionales del periodismo no se atreven a mostrar su verdadero pensamiento. La libertad de prensa se convierte en un vacuo eslogan que no tiene nada que ver con la cotidiana experiencia del periodista, pues no existe tal libertad. No existe tal libertad si tienes el suficiente talento y valor para relatar los sucesos y las conclusiones reales, si no tienes ni talento ni valor y solo cuentas banalidades, obviamente, no tendrás ningún problema, como no tiene ningún problema el tonto que va diciendo tonterías y nadie le hace caso.
El trabajo de los periodistas es destruir la verdad, mentir abiertamente, pervertir, vilipendiar, adular a los pies de las riquezas, y vender su país y su carrera por su pan diario. Usted lo sabe y yo lo sé, ¿y qué locura es esta de brindar por una prensa independiente? 1
La dolorosa, y también penosa, realidad del periodismo profesional es muy diferente a lo enseñado en universidades y otros lugares de estudio. El abandono de la ética, del rigor, de la sinceridad, y de tantas otras virtudes que supuestamente deberían estar presentes en el ejercicio del trabajo, por la servilidad, por servir a los intereses de los dueños para los que se trabaja, por muy bajo y desviado que se caiga y se vaya de la profesión periodística, resultan el pan de cada día; precisamente para hacer algo tan básico como poder llevar ese pan de cada día a tu casa. Ciertamente resulta así una locura brindar por la libertad de prensa, tan imaginaria como no presente.
Finalmente, la contundente y clara verdad sobre lo que ocurre con el periodismo secuestrado por el poder político y económico:
Somos instrumentos y vasallos de hombres ricos detrás de las escenas. Somos los gatos saltarines, ellos mueven los hilos y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son todos propiedad de otros hombres. Somos prostitutas intelectuales. 1
Por este motivo ustedes no podrán encontrar en los medios de comunicación un acuerdo entre lo que dicen y lo que realmente sucede en sus vidas y en las vidas de tantas personas a lo largo y ancho del mundo. Ya que el periódico, la televisión o la radio les reflejará, como les decía, los intereses de sus dueños, motivo por el que fueron creados y creadas y por el que son mantenidos y mantenidas, y la vida, la vida cotidiana de usted y de tantos, les contará otras cosas. ¿A quién deben creer? La respuesta se la dejo a ustedes mismos.
Notas:
1. John Swinton. On the independence of the press.
http://www.constitution.org/pub/swinton_press.htm