Continuando con lo que Maquiavelo expone en su obra El Príncipe, este señala que para la conquista de un principado mixto -sin una larga tradición de linaje-: <<aunque se tenga un ejército poderoso, para entrar en una región siempre hay que contar con el apoyo de sus habitantes>>. En cambio, en el caso de un país o estado donde sus paisanos están acostumbrados a vivir en libertad y a tener sus propias leyes plantea tres formas de actuar: <<la primera es destruirlos, la segunda es ir a vivir allí personalmente y la tercera dejar que sigan viviendo con sus leyes, cobrándoles un tributo y creando en su interior gobiernos oligárquicos que los mantengan fieles a ti>>. La razón que da el consejero para la destrucción de estos estados, países o ciudades es que es la forma de asegurar el dominio sobre ellos-as: <<Y quien se adueñe de una ciudad acostumbrada a ser libre y no la destruya, que se espere ser destruido por ella, porque el nombre de la libertad y de las antiguas instituciones siempre encuentra refugio en la rebelión, y ni el tiempo transcurrido ni los beneficios obtenidos pueden hacer que sean olvidadas>>. Esta última visión, la de la destrucción, es la del poder económico-militar de entonces y de ahora; precisamente es el camino tomado por Estados Unidos o Gran Bretaña en su ataque a Irak, o el de la OTAN en Libia con sus mercenarios de a pie, Al Qaeda u otros mercenarios afines, o el que se ha puesto en marcha en Siria. Ante esto habría que preguntarse en primer lugar qué derecho le da a un ejército poderoso a entrar en un territorio no suyo. Esta cuestión moral no merece mucha atención por Maquiavelo, que en realidad lo considera algo natural porque si tú no lo haces otro lo hará y ocupará tu lugar. Ya en segundo lugar, para que un ejército exterior sea apoyado se necesita que la situación interna sea tal que quienes allí viven deseen acabar con su sistema de gobierno. Sin embargo, como el propio diplomático florentino indica, creyendo sus habitantes que van a mejorar ayudan a este cambio, pero luego comprueban que el cambio muchas veces no fue a mejor, sino a algo todavía peor, incluso mucho peor. Ejemplo de esto lo tenemos en la invasión europea de América, como es el caso de la realizada por Castilla, aquí de regular o malo pasaron a malo y mucho peor. De aquí también se entienden las reticencias a los cambios sociales, por el miedo comprensible ante la posibilidad de ir a una situación claramente contraria. No obstante, cabe decir, que este miedo, estos miedos: miedo al cambio, miedo a las nuevas ideas, miedo a lo diferente, miedo a todo, causa muchas veces mucho más daño que cualquier transformación que pudiese venir; que muchas veces no era otra cosa que vivir con un poco más de sentido común. Ante esto debemos pensar que no se puede vivir una vida entera apoderado por el miedo, dominado por él, eso no es vida, eso no es vivir.
Como consejo ante la conquista de un nuevo estado o una nueva nación, expone que hay que respetar dos condiciones: <<la primera es eliminar el linaje del antiguo príncipe, y la segunda no alterar ni sus leyes ni sus impuestos>>. La primera bien que se sigue, con brutalidad, sin escrúpulos, como no los tuvo Hillary Clinton en la celebración del asesinato del gobernante libio Muamar Gadafi.(2) La segunda condición, la del respeto a las leyes e impuestos, se la saltan bien a la torera, el caso de Libia es bien ilustrativo: de un nivel de vida con unas condiciones que no se daban en muchos países europeos, se pasa a un estado de destrucción y de desesperación.(3)
Maquiavelo no es precisamente un ejemplo moral, pero tampoco es un ser completamente amoral. Así habla respecto de los que han llegado al principado mediante delitos, aunque el mismo no considere delitos hechos claramente delictivos, como la invasión de otros países, diciendo esto: <<Pero tampoco se puede definir virtud el hecho de matar a los ciudadanos, traicionar a los amigos, y no tener ni palabra, ni piedad, ni religión: de esa forma se puede obtener el poder, pero no la gloria>>. También expresa que cuando se realiza una conquista <<los ultrajes hay que hacerlos todos a la vez, para que, al saborearse menos, la ofensa sea menor, mientras que los beneficios hay que hacerlos poco a poco, para que los saboreen mejor>>. El pensador y analista se limita a ver lo que es práctico para conseguir y mantener el poder, aunque esto ya suponga una moral de poca base y fundamento. Pero lo que hay que tener en cuenta es que el avezado consejero se basa en el estudio de la historia, en el estudio de muchos años de experiencia histórica, viendo lo que funciona y lo que no funciona, viendo y captando con gran habilidad rasgos muy característicos de la naturaleza humana. Por ello dice también que <<el deseo de conquista es sin duda algo totalmente natural y ordinario>>, aunque esto obviamente no le dé ninguna justificación ética. Puede ser, y de hecho es, algo natural, pero quien lo sufre no lo ve con mucha naturalidad; y si quienes han realizado o han aplaudido estas conquistas militares hubiesen padecido una, entonces su pensamiento no sería igual, sería en realidad bien diferente. Cuando sufres en tu propia carne el dolor ves el mundo de otro modo, de otro forma en modo alguno igual a como antes lo percibías.
Notas:
(1) Nicolás Maquiavelo. El príncipe. Planeta-De Agostini. 1995.
(2) Mikel Itulain. Muamar Gadafi: luces y sombras. Enlace
(3) Mikel Itulain. Una comparativa entre la democracia en España y la democracia en Libia durante la época de Gadafi. Enlace
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