¡Despierta América! ¡La civilización llama a cada hombre mujer y niño! (1)
Exaltación de los sentimientos y emociones para la guerra, ayer y hoy
Una equivocación muy extendida es el juzgar a los hechos y a las personas del pasado con demasiada condescendencia. Solemos pensar en su ignorancia, en sus miedos, en sus prejuicios, en sus creencias irracionales y en unas cuantas cosas más, normalmente casi todas ellas poco positivas. Sin embargo, se nos olvida que estamos hablando de hombres y mujeres tan inteligentes o tan poco inteligentes como nosotros mismos, esto conviene tenerlo presente, porque de hecho, muchos de los dislates, locuras y barbaridades cometidas en tiempos bien pasados se están perpetrando ahora mismo delante de nuestros ojos. Y lo que es peor, ante una indiferencia generalizada, cuando no un apoyo casi explícito.
¿Cómo explicar a una persona que vivió a mediados del siglo pasado en el norte de África o en Oriente Medio los crímenes execrables que se cometen hoy allí por los mercenarios islámicos financiados por nuestros gobiernos, y eso ahora, en el siglo XXI, en el año 2013? Donde vemos que se graban con completa naturalidad a fanáticos degollando a personas o comiéndose su corazón.
¿Cómo explicar que a estos fanáticos se les ha ayudado con dinero, armas y financiación que ha prestado y sigue prestando nuestro gobierno?, y no porque todo ello haya caído en las manos inadecuadas, como suelen decir utilizando una excusa socorrida, porque en verdad esas eran precisamente las personas adecuadas elegidas por ellos, esas eran las personas adiestradas por nuestros servicios de inteligencia para hacer tales atrocidades. Sí, porque las organizaciones islamistas de Al Qaeda, del Ejército Sirio Libre, compuesto y dirigido por los anteriores junto a wahabíes y otros grupos como los Hermanos Musulmanes y el movimiento tafkir han sido financiados porque quienes dirigen nuestra sociedad occidental, por el poder económico y su servidor el poder político. Y todo ello para mediante su brutalidad arrasar países libres y soberanos que se oponen a los intereses económicos de nuestros dirigentes. Como ya lo hicieron en los años 80 en Afganistán, en los 90 en Yugoslavia y lo intentaron numerosas veces en Libia hasta al final lograrlo con el apoyo de la barbarie tecnológica de la OTAN, y ahora están haciendo lo propio con insistencia en Siria. Les recomiendo este enlace donde pueden ver explicado lo que les he comentado: Oriente Medio.
¿Qué avance es este? ¿Cómo podemos así mirar con altanería al pasado? ¿Qué pensarán nuestros hijos, sobrinos o nietos de todas estas monstruosas y terribles acciones en el futuro?
Bien, con esta cura de humildad moral e intelectual, muy necesaria para nuestra sociedad y tiempo presente, con la que he comenzado, vamos a ir a ver ya qué sucedió en América del Norte, en la sociedad de los Estados Unidos, a comienzos del siglo XX, cuando estalló una contienda que enfrentó a las potencias económicas y militares de Europa, originando lo que conocemos como Primera Guerra Mundial. Y lo vamos a ver desde el punto de vista de los promotores y de los opositores a esa guerra. Para una introducción a ese conflicto que surgió y cómo fue afectando a los Estados Unidos, recomiendo este otro artículo que ya escribí, relacionado con el que ahora expongo: La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
A lo largo de Estados Unidos se patrocinaron al menos a 75.000 oradores que
dieron más de 750.000 discursos para convencer a los estadounidenses de que debían aprobar lo que iba a hacer su gobierno, ir a la guerra, y que esta era un deber moral y humanitario. Se recurrió a la demonización del enemigo, en
este caso Alemania. Y se hizo de modo que se promovió la indignación de los
norteamericanos, mostrando cruentas y suplicantes imágenes acompañadas de
estremecedores relatos sobre matanzas de niños y bebés por parte de las tropas
alemanas, junto a violaciones masivas de las mujeres belgas. Un cuadro terrible al modo en que hoy nos lo presentan también los medios de comunicación. En los carteles,
acompañando a las explícitas imágenes, aparecían apelaciones a la dignidad y
humanidad de los jóvenes que todavía no se habían alistado en el ejército para
que acudiesen a hacerlo, y así, junto a la exposición
de la muerte de mujeres y niños inocentes, se lanzaba una súplica envuelta en
denuncia:
¡Enlístate! Quedándote en casa,
tú estás dando tu aprobación a este tipo de cosas.(1)
El objetivo era crear un sentimiento de culpa en aquellos que no
reaccionaban ante tales atrocidades, se buscaba asociar el no ir a la guerra, quedándose
en casa, con una acción egoísta, cobarde e inhumana. Hoy, hay que recordar que
estos relatos de atrocidades que tanto se divulgaron, fueron inventados, como
bien relata el brillante escritor Arthur Ponsonby en su obra Falsedad en tiempos de guerra. En esto tampoco somos diferentes, se repiten las mentiras y se repite el engaño a la gente, aunque de esto seamos poco conscientes.También
hay que comentar que quienes manipularon los buenos sentimientos de tantas personas para ir a una guerra a matar a otras personas que eran tan ingenuas o inocentes
como ellas, no merecen ningún apoyo o aprobación, en realidad deberían haber
sido duramente castigados. Pero no fue así, millones de personas murieron de una forma absurda,
otros tantos quedaron inútiles o traumatizados para toda la vida y ninguno de
ellos hizo o logró algo positivo de aquello, ninguno de los que fueron a ella, pero sí los que se beneficiaron de la guerra, los dueños de las corporaciones económicas y financieras, y los políticos, periodistas e intelectuales a sueldo que les sirvieron. Y lo que es todavía peor, no se aprendió
de la historia, que se continuó repitiendo a lo largo de todo el siglo hasta el
mismo día de hoy. De hecho, esta misma técnica de apelar a los sentimientos humanitarios y
crear presión social para justificar la guerra, basándose en sucesos falsos, magnificados o
inexistentes, se está aplicando hoy mismo, Libia y Siria son dos buenos ejemplos.
En Europa, durante la Primera Guerra Mundial, se practicaban imperecederas estrategias de engaño y mentiras hacia
la población. Cuando la cantidad de muertos era tan enorme que
podía causar la consternación y la ira de los mismos europeos hacia sus propios
gobernantes, se recurrió a ocultar las cifras de bajas en el frente y a apoyar
sin ninguna crítica al ejército. Hoy en este asunto se sigue una similar estrategia. En
el caso inglés tenemos por ejemplo al general Douglas Haig, que en julio de
1916 ordenó a sus divisiones salir de las trincheras y lanzarse contra las
filas alemanas, de los ciento diez mil soldados ingleses veinte mil fueron
muertos y cuarenta mil quedaron heridos por las ametralladoras. Pese a ello
Haig fue promovido en enero de 1917 para Mariscal de Campo. No sería la última
vez que iba a provocar una enorme matanza, en la tercera batalla de Ypres, en
una operación donde no rompió las filas enemigas y avanzó solo cinco millas, produjo
la muerte de otros cuatrocientos mil soldados ingleses. Pero esto no les fue
contado a los británicos, como tampoco se castigó a locos de la guerra como
Haig. Lo que muestra la falta de humanidad de aquellos que dirijían el país y también
de sus medios de comunicación. Mensajes del siguiente tipo eran los que se les
enviaba a la población a través de los periódicos de Londres:
¿QUÉ PUEDO HACER? Cómo los
Civiles Pueden Ayudar en esta crisis.
Sé entusiasta…
Escribe animando a los amigos en
el frente… No repitas ese chismorreo loco. No escuches a ese infundado
chismorreo. No pienses que tú sabes hacerlo mejor que Haig.(2)
Se trataba, una vez más, de eliminar cualquier oposición y crítica, y acallar
así los rumores que llegaban sobre las matanzas y las bajas de soldados de su
país. En este papel la prensa ha continuado con esta función, apaciguando y
engañando a la gente sobre los horrores de la guerra.
El hundimiento del Lusitania por parte de los submarinos alemanes fue el
pretexto empleado para justificar que Estados Unidos no podía permanecer
neutral por más tiempo en esa contienda. En realidad EE.UU. no había sido neutral, ya que enviaba armas en grandes cantidades hacia
Inglaterra. Y tampoco jugó limpio en el caso del Lusitania, porque junto a las
personas que viajaban en la embarcación también se enviaba en sus bodegas un
cargamento de armas para los británicos. Al enviarlo hacia una zona donde ya
había habido hundimientos de barcos terminó produciéndose su destrucción,
muriendo mil ciento noventa y ocho personas, ciento veinticuatro
estadounidenses.(2) Estamos ante un caso de utilización de escudos
humanos por parte del gobierno estadounidense, provocando más de mil muertos y
usado como pretexto para justificar la entrada en una guerra.
La guerra era largamente deseada por el mundo de los negocios, que además
de aportarles unas enormes ganancias iba a hacer que se enviara a Europa a
soldados estadounidenses, principalmente jóvenes de sectores humildes y pobres
de la sociedad, lo que ayudaría en gran medida a controlar y a aliviar el
creciente descontento en el país ante las desigualdades sociales y la pobreza
creciente. La guerra era y es también un “remedio” para controlar a la sociedad que
utilizan quienes tienen el poder en tiempos de crisis. Además, esto imprimiría en esta
sociedad un carácter militar de obediencia y sumisión hacia los dueños y
propietarios de Estados Unidos. Recomiendo ver este otro enlace sobre esa misma actuación en Italia, durante su régimen fascista: El desempleo: arma política y causa para la guerra.
Tanto el sector financiero, con sus elevados intereses en préstamos hacia
los británicos, como el de las grandes compañías industriales, con sus
espectaculares aumentos en las ventas de sus productos, estaban completamente
implicados en la actuación militar. Una vez puesta en marcha la campaña probélica
no toleraron ninguna disidencia, nadie que les aguara la fiesta y el negocio, y
que pudiese hacer ver a los norteamericanos que esa guerra no era una guerra
por ninguna causa justa, sino una guerra comercial, por ganar más dinero, por enriquecer
a aquellos que la favorecían y aplaudían. Por este motivo el gobierno
estadounidense emitió en junio de 1917 una Ley de Espionaje y en 1918 una Ley
de Sedición. El oponerse al reclutamiento, denunciar los motivos reales de esa
guerra y las prácticas para llevarla a cabo, negarse a participar mostrándose
no sumiso o promover el rechazo a la actividad y pensamiento bélico, serían
duramente castigados hasta con penas de cárcel de veinte años. Como es
habitual se promovió también la creación de espías y el pago a delatores, con
el fin de arrestar y acallar a los líderes antibelicistas y de atemorizar al
resto de la población.
El sociólogo e historiador W.E.B Du Bois habló sobre los motivos de fondo de la guerra, la lucha
por las riquezas de las colonias que poseían cada una de las potencias
europeas. Un motivo por cierto muy actual hoy y precisamente también en África, Oriente Medio y en los
Balcanes. Lo llamó en un escrito publicado en 1915, “La raíces africanas de la
guerra”, en el que explicaba que era la lucha entre las grandes compañías
occidentales por bienes como el oro, los diamantes, el caucho, los minerales,
el aceite u otro tipo de productos, lo
que condujo a este enfrentamiento militar.(2) La disputa en los
Balcanes entre Rusia y Alemania era también notoria.
Charles Schenk, perteneciente al partido socialista, fue acusado por
oponerse al reclutamiento y denunciar la violencia militar, condenándolo a seis
meses de cárcel. Aunque apeló, indicando
que se estaba vulnerando el derecho a la libertad de expresión según la Primera
Enmienda, la Corte Suprema indicó que la protección de la libertad de expresión
no implicaba proteger a quien crea alarma entre la población.(1) Como
si el denunciar esa campaña de histeria colectiva para apoyar la guerra fuese
un peligro, seguramente para quienes la promovían lo era, pero no para los estadounidenses que eran engañados con el objetivo de que apoyasen
esta campaña militar. Los castigos fueron habitualmente bastante más severos
que los aplicados a C. Schenk, así, a Eugene V. Debs, candidato socialista para
la presidencia, le condenaron a diez años de prisión; los jueces, el gobierno y
el mundo de los negocios no podían tolerar que alguien fuese tan claro y
sincero:
Nos dicen que vivimos en una gran república libre; que nuestras
instituciones son democráticas; que somos un pueblo libre y autónomo. Incluso
para un chiste, eso es demasiado. A lo largo de la historia, se han hecho
guerras para conquistar y saquear… eso es la guerra en resumen. Siempre es la
clase dominante la que declara las guerras y siempre es la clase oprimida la
que lucha en las batallas…(2)
El mundo de la universidad tampoco estuvo a la altura, dominando en él
también el sentimiento de sumisión y apoyo a la guerra. El psicólogo James
Mckeen Cattel fue destituido de su
puesto en la Universidad de Columbia por oponerse a la llamada a filas y por el
control que se estaba ejerciendo sobre la universidad. Charles Beard, uno de
los más prestigiosos e influyentes historiadores estadounidenses, dimitió en
señal de protesta por tal acción.
Todo este fenómeno de persecución y castigo hacia la disidencia tenía como finalidad el evitar que la
población hiciese preguntas molestas del tipo: ¿Para qué ir a una guerra que nada bueno
me va a aportar? ¿Por qué abandonar a mi familia que me necesita para salir
adelante? ¿Para qué matar a personas que no conozco y que no me han hecho
ningún daño? ¿Qué hacemos en Europa? Eran preguntas con sentido común que
cualquier joven norteamericano se podía hacer en aquellos años. No es de
extrañar pues, que pese a los esfuerzos del gobierno por convencer de que se
trataba de una guerra justa, es más, por convencer de que esta iba a ser “la
guerra para acabar con todas las guerras”, como así la denominaron, el reclutamiento fuese escaso. Se
necesitaba un millón de personas para el ejército, pero en las primeras seis
semanas, después de la declaración de guerra de EE.UU., solo había setenta y
tres mil voluntarios. Aquí es cuando se puso en marcha con intensidad la
campaña de Relaciones Públicas y propaganda para convencer a los estadounidenses de la
necesidad y bondad de la guerra. El propio presidente norteamericano Wilson se
olvidaba de sus palabras dichas en enero de 1916:
En
la medida que puedo recordar, este es un gobierno del pueblo, y este pueblo no
va a elegir la guerra.(3)
Por supuesto, la gente normal de una nación no iba a elegir una guerra, solo
el miedo generado desde quien controlaba el gobierno y el poder económico les
haría cambiar de opinión. La continua repetición e insistencia de los “argumentos”
a favor de la guerra, la demonización del enemigo, la persecución a los que se
oponían y la incesante presión del gobierno y sus colaboradores condujo a que
la población empezase a rechazar e incluso a sospechar de aquellos que todavía
mantenían el sentido común y se oponían a la guerra, llamándoles traidores.
Como en todas las historias de histeria colectiva esta también tuvo sus chivos
expiatorios, que fueron, entre otros, aquellos sindicatos, organizaciones de
izquierda y pacifistas que se mantuvieron en sus principios de defensa de la paz y de solidaridad internacional, y todo aquel que no siguiese la marcha militar. Los
norteamericanos de origen alemán sufrieron esta ira, siendo perseguidos,
teniendo que permanecer en silencio y lo más ocultos posibles. Las quemas de
libros alemanes se convirtieron en un ritual más del terror. En esto también
los nazis tuvieron sus antecesores. El gran filósofo y libre pensador Bertrand
Russell describió este estado de locura colectiva y el terror y presión que
generaba y genera:
La mayor dificultad fue la
puramente psicológica para resistir a la sugestión de las masas, cuya fuerza se
convierte en terrible cuando la nación completa está en un estado de violento
excitamiento colectivo.(3), (4)
Él mismo fue objeto directamente de estas presiones, su colega Alfred North
Whitehead, con quien escribió el trabajo Principia
Matematica, le reprochó que intentase buscar una solución dialogada al
conflicto, evitando que Estados Unidos entrase en la guerra. Y le indicó que
aquellos que permanecían neutrales eran
responsables de las atrocidades que estaban cometiendo los alemanes, lanzándole una pregunta directa y acusadora: “¿Qué vas a hacer para ayudar a esa gente?”(4) Como vemos, las formas de presión hacia
los que buscaban la paz eran, y son, terribles, aunque fuesen completamente
falsos los argumentos empleados, como en este caso eran las supuestas
atrocidades germanas, que fueron una invención. Hoy sucede lo mismo con quienes
defienden el diálogo y no la imposición como medio de abordar lo que sucede en
el mundo, bien en África, en Oriente Medio o en cualquier otro lugar.
El Comité de Información Pública (CPI), junto a promover la censura, se
dedicó a guiar y dirigir a los medios de comunicación sobre la información a
emitir sobre la guerra. Puso en marcha unas “directrices voluntarias” para
elaborar las noticias a divulgar. Constaba el CPI de diecinueve subdivisiones
con funciones específicas en diferentes campos. Emitieron más de seis mil
comunicados de prensa y fue la primera fuente de información sobre lo
relacionado con la acción militar. Más de veinte mil columnas fueron realizadas
en los periódicos con la información
suministrada por ellos.(3) Para poder tener más capacidad de
convicción se contrataron a conocidos escritores, de modo que su influencia y
su capacidad literaria fuese capaz de persuadir a los más descreídos. John
Dewey y Walter Lippmann fueron dos renombrados autores que dieron este apoyo a
la guerra. Esta práctica de sustento ideológico por parte de intelectuales no
dejó de suceder en el tiempo y en cada país desde entonces, conocidos son los
casos de Henry Levy o Arturo Pérez Reverte a favor de la intervención militar
de la OTAN en Yugoslavia a finales del siglo XX, también la de buena parte de la izquierda ante los casos de Siria y Libia, ver este enlace: La izquierda y el apoyo a las guerras de agresión. Estos intelectuales o escritores trabajan siempre en el lado de las
necesidades de los dirigentes en el poder, que
por eso les permite divulgar ese discurso aparentemente humanitario en sus medios de comunicación, pero que en realidad es claramente propagandístico y probélico, que nada tiene que ver con una defensa real de derechos humanos y que se hace, en definitiva, en beneficio de los intereses
comerciales ocultos que hay detrás de esas guerras. Se utilizaba y utiliza la
influencia de estos intelectuales, que disfrazan los hechos, o simplemente
manipulan, falsifican o silencian lo que no es conveniente, con el fin de dar legitimidad
social y moral a lo que de por sí ya es inmoral, provocar una guerra para
obtener beneficios económicos.
Durante el
mismo año de 1917, el círculo de pragmáticos liberales de John Dewey se
atribuyó el mérito de guiar a una población pacifista a la guerra bajo “la
influencia de un veredicto moral alcanzado tras la más completa de las
deliberaciones por los miembros mas sensatos de la comunidad... una clase que
se ha de describir de forma inclusiva pero aproximada como los ‘intelectuales’ ”(5)
Notas:
(1) Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países, p 22-23. Marzo 2011
(2) Howard Zinn. A People´s History of United States, 1492-Present. Chapter 14. New York: Harper Colllins Publications, 2003.
(3) Aaron Delwiche. Of Fraud and Force Fast Woven: Domestic Propaganda During The First World War. Firstworlwar.com, 2009.
(4) Jean Bricmont. Humanitarian imperialism. Monthly Review Press,2006
(5) Noam Chomsky. Ilusiones necesarias. Libertarias, 1992, p.62.
El propio Goebels se basó en aquella locura propagandistica para realizar lo mismo en la Alemania nazi, algo que jamás nos contarán los medios....
ResponderEliminarAsí es, los nazis tuvieron buenos maestros. En Estados Unidos la libertad siempre ha sido un concepto muy relativo, ya desde sus orígenes, cuando las personas de raza negra no tenían derecho a esa libertad.
EliminarSaludos
Hola Mikel el libro al que haces referencia en este posto y en la parque derecha del blog "justificando la guerra" ¿Lo tienes ya publicado integro o está aún en proceso de escritura?
ResponderEliminarSaludos
Hola Anxo, ya está escrito y en el registro de propiedad intelectual. Tengo pendiente el imprimirlo, pero todo se andará.
EliminarUn saludo.
Estupendo Mikel , pues ya avisarás en el blog cuando esté listo para poder comprarlo.
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