jueves, 16 de noviembre de 2017

Invasión y matanzas en Filipinas, la política de los Estados Unidos

El rechazo a la violencia e injerencia de Estados Unidos en Filipinas continúa 

La anexión por la fuerza que iba a hacer EE.UU. sobre Filipinas mostraba los motivos reales de esta guerra, y de las  que se habían desarrollado y estaban por venir.
Presionado por el mundo de los negocios, que veían en estas islas del Pacífico  una base fundamental para extender su comercio por Asia y evitar así la crisis existente en el país, el Gobierno estadounidense comenzó a reconsiderar su posición. Pese a que los norteamericanos habían prometido que solo iban a ayudar a liberarles de los españoles, y que el propio presidente Mckinley declaró que la anexión: “…habría sido, de acuerdo a nuestro código moral, una agresión criminal”, procedieron a su ocupación. Se recurrió al típico argumento del Destino Manifiesto sobre la superioridad de la raza blanca y sus valores, la incapacidad de los locales para gobernarse y el destino divino de la misión. Los filipinos se opusieron al tratado de París con la compra de  EE.UU. a España de Filipinas por veinte millones de dólares.
Una vez comenzada la agresión, que los norteamericanos no reconocieron como tal, la barbarie ejercida contra  la población de Filipinas fue  brutal. Se estima que más de un millón de civiles fueron asesinados, más del 10 % de la población. Y la destrucción y quema  de aldeas, junto con la práctica de la tortura, fueron habituales.
El primer embajador de Filipinas en EE.UU., que tuvo que huir a Canadá para evitar ser arrestado, escribió una carta de llamamiento a la gente de América que invadía su país, titulada: Al pueblo americano, una súplica.
El Dios todopoderoso sabe lo injusta que es la guerra que las armas imperiales han causado y están manteniendo contra nuestro desafortunado país. Si los honestos patriotas americanos pudieran entender la triste verdad de esta declaración, estamos seguros que sin el menor retraso pararían este incalificable horrorNosotros los filipinos somos gente civilizada, progresista y amantes de la paz. 1
El embajador continuaba con su súplica, enfatizando en hacer ver que ellos no eran ningunos salvajes ni ignorantes que no  sabían ni podían gobernarse. Pero la fuerza de las armas y de la propaganda estadounidense  acallaron estas palabras tan sensatas. Así, el senador imperialista Albert Beveridge se expresaba en el Senado:
Sr. Presidente, estos tiempos requieren franqueza. Los filipinos son nuestros para siempre… y tan solo más allá de Filipinas están los ilimitados mercados de China. No nos retiremos de ninguno… No renunciaremos a nuestra parte en la misión de nuestra raza, administradora, Dios mediante, de la civilización del mundo… se nos ha acusado de crueldad en el modo en que hemos llevado la guerra. Senadores, ha sido al revés… Senadores, deben recordar que no estamos tratando con americanos o europeos. Estamos tratando con orientales. 2
Era el discurso de la raza superior y de la misión por cumplir, junto con el de los grandes negocios a desarrollar.
Sobre la negación de la crueldad de la invasión norteamericana comenta lo siguiente el corresponsal en Manila del Ledger de Filadelfia:
Nuestros hombres han sido implacables; han matado para exterminar hombres, mujeres, niños, prisioneros y cautivos, insurgentes activos y gente sospechosa, desde niños de diez años en adelante; predominaba la idea de que el filipino como tal era poco más que un perro. 3
El propio Mark Twain hablaba en tono irónico sobre la guerra:
Hemos apaciguado y enterrado a varios millares de isleños; hemos destruido sus campos, quemado sus aldeas y hemos dejado a sus viudas y huérfanos a la intemperie… y así, mediante estas providencias divinas –y la expresión es del Gobierno, no mía- somos una potencia mundial. 3
Tras estas invasiones estaba el interés en llegar a Asia. Y China representaba un lugar apetecible y accesible con un mercado enorme, donde EE.UU. comenzaba a controlar la situación.

Referencias-Notas:

1. Apacible. G.To the American people: an appeal. The United States and its Territories, 1870-1925. The Age of Imperialism.
2. Beveridge Albert J. In support of an American Empire. Record, 56 Cong., I Sess., pp. 704-712. 
3. Howard Zinn.  A People´s History of The United States. Chapter 12. New York: Harper Colllins Publications, 2003.

viernes, 3 de noviembre de 2017

La lengua como instrumento político

La RAE nos presenta una lengua demasiado politizada y bastante alejada del mundo

Es muy común en las sociedades humanas dar algo como cierto porque así lo cree o piensa una mayoría. De este modo, si hiciésemos una encuesta acerca de la edad de la Tierra en todo el planeta, no creo que nos sorprendiésemos de que el resultado más repetido fuese de unos miles de años, frente a los más de cuatro mil millones que realmente tiene. Una cosa es lo se cree socialmente y otra lo que es.
Con las lenguas, tan vitales y esenciales para crear información y comunicarnos, podíamos esperar en una especie tan presta al engaño y la manipulación una situación de tergiversación e instrumentalización de estas, como efectivamente ocurre.
Así, a los idiomas que los hablan mayor cantidad de personas se les da una mayor valía, se da por supuesto que son superiores a otros por el mero hecho de tener más  hablantes. Cuando la terca realidad nos dice que su estatus presente o pasado se debe a motivos de índole militar, económico o político, principalmente, no a factores lingüísticos. Si un grupo se imponía a otro, habitualmente en primer lugar de forma  bélica, también forzaba al vencido a adoptar su lenguaje, tratando de eliminar su habla o escritura para hacer más fácil su control y  evitar cualquier resistencia futura. Y aquí está el papel de todo propagandista del vencedor, hacer creer al dominante y también  al dominado de la necesidad y benevolencia de esta actitud, que si no provocó un genocidio, lleva a cabo,  o pretende hacerlo, un etnocidio; hechos estos últimos que se ocultarán o justificarán diciendo que era algo irremediable al no ser útil para quienes lo hablaban, sustituyéndolo por uno supuestamente mejor. Lo podemos ver en el siguiente caso a cargo del filósofo español Aurelio Arteta, que ofrece un alarmante desconocimiento, interesado, de la lingüística y de la historia.
No es cierto que alguien o algo en particular ha sido el culpable de que el euskera sea hoy entre nosotros lengua menor o minoritaria. Con ser cosa probada su represión franquista en escuelas y cuarteles, esa acometida no explica ni mucho menos la pérdida de un idioma de nítido perfil rural y sin apenas soporte escrito. 1
Como ya comenté en un artículo anterior, Supremacismo de un nacionalismo español mal entendido, sí que hay culpables de que el vasco sea minoritario en su país, las políticas borbónicas del siglo XVIII que vinieron de la Corona de España supusieron una planificación de uniformidad lingüística deliberada, obligando a enseñar el castellano en las escuelas y,  por supuesto, no el euskera, cuyo uso fue duramente castigado. El dominio político deriva en todos los aspectos de la vida social, tanto en Navarra como en Cataluña y en otros lugares,  y, claro, se aplicó este poder para someter al país, castellanizándolo.
Porque en Navarra se abla Basquence en la maior parte. Y van a governar Ministros Castellanos. En Nápoles havía Ministros y Governadores españoles, y se abla un Italiano corrompido, y así de otras. 2
Que un idioma se escriba o no, no lo hace mejor ni superior. Todas las lenguas siguen un desarrollo similar, sirviendo al entendimiento y la comunicación humana. Si ya admitimos que no hay razas superiores, sería una incongruencia caer en la discriminación lingüística. Todas son ricas y elaboradas para comprender y abarcar la compleja y sofisticada vida de homínidos como nosotros,  y quienes minusvaloren a algunas demuestran que no la dominan bien, y sobre todo hacen ver sus prejuicios. En esto, como en tantas cosas, se desprecia lo que se ignora.
Una lengua escrita, como una gramática, es una elaboración artificial de lo que realmente se habla. No olvidemos que lo hablado es lo que determina lo escrito y no al revés, como siempre fue. Nuestra especie llevaba milenios utilizando el lenguaje antes de representarlo físicamente mediante códigos que interpretaban lo que se decía.
Ahora, cuando el euskera recupera hablantes y notoriedad social, debido a la concienciación de los vascos de lo esencial que es preservar su cultura y forma de ser, que se ha traducido en tener estos instituciones políticas ya bajo su control, como ocurre actualmente con el Gobierno de Navarra, quienes quieren  parar este avance buscan nuevos y contradictorios argumentos.
Oímos que la lengua vasca que se enseña en ikastolas y escuelas públicas no es como la de antes, que es un idioma artificial, que fue creado porque no había uno unitario, sino varias lenguas habladas en diferentes regiones, como: el vizcaíno, el guipuzcoano, el alto navarro, con sus variantes, el bajo navarro, el suletino (de Zuberoa) o el labortano, con sus dialectos. Bien, es discusión para lingüistas. Pero de lo que no es consciente quien sale con esta historia a fin de arremeter con un proceso de normalización del euskera es que con cualquier idioma ocurre lo mismo. El español, por ejemplo, es en realidad una familia de lenguas, compuesto por al menos 58 variedades lingüísticas, el inglés lo componen como mínimo 80. Como bien apunta J. C. Moreno Cabrera, el concepto de unitariedad es político y cultural, no lingüístico. Cada una de esas variedades es una lengua, porque quienes las emplean se entienden perfectamente y llevan a cabo, como todo hombre o mujer, vidas plenas y complejas.  Quienes no lo ven así, no es por fundamentos académicos, sino por influencias ideológicas o intereses políticos y económicos.
El nacionalismo lingüístico profesado por muchos lingüistas les impide aplicar los criterios que usan para tratar determinadas lenguas a la lengua nacional propia... 3
Es lo que les comentaba sobre el vasco y el español, querer ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Cómo no, el español de la Real Academia Española es también artificial y está basado en la variedad castellana, por tanto, tiene una característica étnica que no ha perdido, que mantiene, pese a la diversidad que se encuentra en el español en general, al que no puede controlar como pretende, especialmente en América. Ese idioma de la RAE no tiene más de 400 millones de hablantes, como presume.
Si examináramos a esos cuatrocientos millones de personas para ver si son capaces de articular un discurso escrito y oral que se atenga con la mayor fidelidad posible a las normas gamaticales, ortográficas y léxicas dictadas o aconsejadas por la Real Academia Española y por sus sucursales hispanoamericanas, seguramente obtendríamos unos resultados descorazonadores. Es razonable pensar que, siendo optimistas, una persona de cada cien podría aprobar ese examen (teniendo en cuenta que muchos millones de hispanohablantes apenas saben escribir).  Es decir, si esta estimación es razonable,  entonces, de los cuatrocientos milones de personas solo unos cuatro millones hablarían (y escribirían) en esa lengua estándar y solo ocasionalmente, en determinadas situaciones formales. 3
El euskera estándar, el batua, el español estándar u otro cualquiera estándar es algo útil cuando tratas de llevar a cabo una enseñanza más o menos común de un idioma,  pero teniendo presente que la realidad externa es diferente y más variopinta. Lo estándar es un caso particular de las variedades lingüísticas, donde se elige, por motivos fundamentalmente políticos, una de ellas y se dice, presuntuosamente, que esa es la correcta; cuando la realidad es que correctas son todas, ya que todas contribuyen al fin por el que existen, el entendimiento humano.
La actitud prepotente y de desprecio del nacionalismo lingüístico español ante otras lenguas con menos privilegios y poder que él, torna en victimismo y defensa de la pluralidad cuando topa con un rival mayor, lo vemos en su actitud con el omnipresente inglés. Aquí la hipocresía es absoluta y queda bien retratada.
Lo malo de muchos intelectuales e incluso de algún lingüista es que hacen una utilización política de instrumentos tan ricos y esenciales como los idiomas y las ciencias que los estudian.
Una cosa que debería quedar clara desde el principio y que los lingüistas deberían respetar escrupulosamente es que los conceptos o instrumentos conceptuales que han sido creados por ellos específicamente para describir todos estos aspectos puramente lingüísticos de las lenguas humanas, no deberían ser utilizados para dar respetabilidad científica y carácter objetivo a análisis que implican aspectos no estrictamente lingüísticos y que intentan apoyar o justificar una determinada opción ideológica. 3

Referencias-Notas:
1. Aurelio Arteta. El engaño de la lengua minorizada. Diario de Noticias. 8.05.1997.
2. Cita en el prólogo a la obra de José María Jimeno Jurío. Navarra, Gipuzkoa y el Euskera. Pamiela, 1998.
3. Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico. Península, 2014, pp. 144-174.