domingo, 18 de febrero de 2018

Desprecio al euskera y utilización política en Navarra


Nos cuenta un profesor de la UPV y parlamentario de UPN, Iñaki Iriarte, lo que ni él mismo se cree, que "nadie siente fobia hacia el euskera ni hacia los vascohablantes". 1 No hace falta que refresque demasiado  la memoria a los lectores para recordarles cómo habrán oído que a tantos les molesta que se hable en esa lengua, que la consideran vulgar, incluso tosca y mal sonante. Cuando sucede algo trágico suelen aparecer los verdaderos pensamientos que normalmente se disimulan. Esto decía un asistente a un pleno extraordinario en el Ayuntamiento de Zarautz en 1998, tras un atentado de ETA contra un concejal del PP y que refleja la plena vigencia de la ideología ultranacionalista española, tan aupada en las décadas de dictadura.
Aquí  (en Euskadi) hasta que todos  no hablemos castellano no habrá verdadera paz. 2
Sobre la pérdida, siempre perniciosa, de una lengua y de la más antigua de Europa,  Aurelio Arteta, un filósofo que ya entenderán por qué fue muy publicitado por los medios corporativos,  así como Savater, dice lo siguiente:
...Pero conociendo lo que  son las lenguas, no sería una pérdida objetiva muy grave. (...) Así los vascos vendrían una comunidad lingüística superior, y de esta manera tendrían mayores oportunidades de comunicar e intercambiar información. (...) 2
No es solo lo sonrojante la falta de respeto de este personaje, sino sobre todo su descarada ignorancia en temas lingüísticos, no entendiendo siquiera que todas las lenguas siguen un proceso de desarrollo similar y que por motivos no lingüísticos y sí militares, políticos y económicos,  unas son privilegiadas y otras no.  Las lenguas no son meras transmisoras de información, sino herramientas para crearla, cada una su modo, de ahí la pobreza cognitiva que sucede ante la desaparición de una de ellas 
En conclusión, no puede mantenerse que las lenguas están hechas para para transmitir pasivamente información, sino más bien para contribuir a la creación de información, dado que, al no ser un objeto, la información no se puede transmitir, sino solo provocar. 3
Vemos el desprecio a lo que se ignora hace hablar más  de la cuenta en numerosos escritores españoles.
 El psicólogo Julio González ha dado mucho juego en el tema. Es miembro del llamado Movimiento Gay del País Vasco, y no sé por qué lo dicen en inglés, siendo tan fanáticos del euskera. Se conoce que no hay palabra para "marica" en ese idioma de piedra. 4
Cuando a nivel internacional se relega o se desprecia al español respecto al inglés, entonces pasan al victimismo del que acusan a otros. Su hipocresía es pareja a su desconocimiento. La actitud prepotente y de desprecio del nacionalismo lingüístico español ante otras lenguas con menos privilegios y poder que él, torna en victimismo y defensa de la pluralidad cuando topa con un rival mayor, lo vemos en su actitud con el omnipresente inglés. Aquí la doblez es absoluta y queda bien retratada.
Lo malo de muchos intelectuales e incluso de algún lingüista es que hacen una utilización política de instrumentos tan ricos y esenciales como los idiomas y las ciencias que los estudian
Una cosa que debería quedar clara desde el principio y que los lingüistas deberían respetar escrupulosamente es que los conceptos o instrumentos conceptuales que han sido creados por ellos específicamente para describir todos estos aspectos puramente lingüísticos de las lenguas humanas, no deberían ser utilizados para dar respetabilidad científica y carácter objetivo a análisis que implican aspectos no estrictamente lingüísticos y que intentan apoyar o justificar una determinada opción ideológica.  5
Siguiendo con el desprecio al euskera, el autor inicial lo tiene y lo sabe en sus propias filas, veamos a uno que legalmente, aunque no realmente,  representa a los navarros del sur del Pirineo en las Cortes de España, y las respuestas que tiene a su menosprecio, donde no sale nada bien parado.



En los desatinos con que nos aturde el escribiente, dice que lo que se discute es sobre todo que "quienes la aprendan [la lengua vasca] tengan un acceso prioritario al empleo público".
Como en cualquier parte del mundo razonable y civilizado, no solo se valora, se suele exigir, el hablar las lenguas locales para tener un empleo de este tipo, imprescindible si es de atención a las personas.
Cómo no, suelta la coletilla, como si no fuese un hecho bien demostrado, hoy en día también:
  Se repite a menudo que Navarra tiene "dos lenguas propias", una de las cuales habría sido históricamente "minorizada" y que ahora tocaría "normalizarla". 1
Y que de esto se obtendría la conclusión de que ambos idiomas deben ser conocidos por todos y va al absurdo de que las lenguas que hablan  [que pueden saber] los navarros supera el centenar, sin que sea necesario aprender o rotular en ellas. 
En cualquier lugar de Europa se hablan más lenguas que por aquí, pero ellos tienen en sus servicios públicos las propias de ellos, no las de otros. En relación a esto, por algo se conoce al vasco como tal y como lingua navarrorum y al castellano por este nombre, porque de allí procede y se impuso a Navarra tras la invasión de Castilla. Antes, además, se hablaba una lengua romance, el nacarro-aragonés, no el castellano.
Los entrecomillados puestos a "minorizada" están en la línea de un predecesor suyo en estas tareas de confundir en relación a nuestro idioma originario. Lo podemos ver en el siguiente caso a cargo del ya mencionado filósofo español Aurelio Arteta, que ofrece un alarmante desconocimiento, interesado, de la lingüística y de la historia.
No es cierto que alguien o algo en particular ha sido el culpable de que el euskera sea hoy entre nosotros lengua menor o minoritaria. Con ser cosa probada su represión franquista en escuelas y cuarteles, esa acometida no explica ni mucho menos la pérdida de un idioma de nítido perfil rural y sin apenas soporte escrito. 6
Como ya comenté en un artículo anterior, Supremacismo de un nacionalismo español mal entendido, sí que hay culpables de que el vasco sea minoritario en su país, las políticas borbónicas del siglo XVIII que vinieron de la Corona de España supusieron una planificación de uniformidad lingüística deliberada, obligando a enseñar el castellano en las escuelas y,  por supuesto, no el euskera, cuyo uso fue duramente castigado. El dominio político deriva en todos los aspectos de la vida social, tanto en Navarra como en Cataluña y en otros lugares,  y, claro, se aplicó este poder para someter al país, castellanizándolo.
Porque en Navarra se abla Basquence en la maior parte. Y van a governar Ministros Castellanos. En Nápoles havía Ministros y Governadores españoles, y se abla un Italiano corrompido, y así de otras. 7
Y continúa:
La ley, ciertamente, reconoce el derecho de cualquier navarro a conocer y usar el euskera, pero ese derecho no entraña una obligación de entenderlo y no deja de ser una obviedad en una democracia. 1
Una obviedad donde la lengua castellana es obligatoria para los euskaldunes en esta democracia castellana.

PS:
Un artículo interesante: Tajadura e Iriarte y política lingüística en Navarra.

Referencias-Notas:
1. Iñaki Iriarte. Lengua vasca y convivencia. Diario de Navarra. 18.02.2017.
2. Joan Mari Torrealdai. El libro negro del euskera. Ttarttalo. 1998.
3. Juan Carlos Moreno Cabrera. De Babel a Pentecostés.  Manifiesto plurilingüista.
4. Francisco Umbral. Los unisex. El País. 12.04.1986.
5. Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico. Península, 2014, pp. 144-174.
6.  Aurelio Arteta. El engaño de la lengua minorizada. Diario de Noticias. 8.05.1997
7. Cita en el prólogo a la obra de José María Jimeno Jurío. Navarra, Gipuzkoa y el Euskera. Pamiela, 1998.



sábado, 10 de febrero de 2018

El engaño perpetuo de las guerras "humanitarias"

La propaganda sucia y mentirosa  de medios de comunicación y de organizaciones " humanitarias" al servicio de los objetivos crueles y egoístas de las corporaciones 

Los estafadores, que abundan en la especie humana, se basan en el  desconocimiento de los hechos pasados y presentes de sus congéneres.
Les contarán que ahora y hoy lo que sucede es diferente a lo que acaeció antes. Las revoluciones en el presente  son verdaderas, las masacres horribles, siempre culpando a un lado, han sucedido y otras tantas historias, las de siempre, se realzarán para irritar los ánimos e indignar al personal contra el imaginario villano creado. De modo que gente pacífica estará dispuesta a ir a matar o morir a otro lugar o si no al menos dará la aprobación para que otros lo hagan.
Lo que hace décadas hacía la Iglesia  desde sus púlpitos hoy lo hacen las organizaciones "humanitarias" o los "periodistas independientes".
Es importante que no lo olviden.
Mirando a lo pretérito para que entiendan lo presente....

Mussolini hacía tiempo que se había  dado cuenta del poder que tenía la religión, y en especial la Iglesia católica, para movilizar a las masas. Lo expresó en una alocución atribuida a él de forma muy clara:
¡Miren esta multitud de todo país! ¿Cómo es que los políticos que gobiernan las naciones no comprenden el inmenso valor de esta fuerza internacional, de este Poder espiritual universal? (Manhattan)
Este poder y capacidad de persuasión de la Iglesia sería utilizado tanto por el régimen dictatorial italiano como por el nacionalsocialista alemán para ganar apoyo y legitimidad en sus campañas militares de invasión por Europa y por otros continentes.
La llegada al poder del fascismo y la formación de una dictadura fue un hecho clave en el desarrollo de los acontecimientos políticos y económicos del siglo XX. Poco después ocurría algo semejante en Alemania, aquí también con el apoyo de la Iglesia católica, que volvió a anular al partido católico alemán y posibilitó la llegada nazi  al poder. El fortalecimiento de estas dos sistemas fascistas actuaría como un impulsor en la creación de otros, como el epañol en 1939, y especialmente en las campañas de  invasiones y guerras que conducirían finalmente a la Segunda Guerra Mundial.
Una de estas  primeras invasiones fue la de Abisinia, por la Italia fascista. Italia controlaba Somalia, en la costa  del cuerno de África, y quería incorporar a Eritrea, también en la costa, pero esto suponía cerrarle el paso a Abisinia (hoy conocida como Etiopía), por lo que el motivo para el choque estaba preparado. Basándose en un ataque de soldados etíopes a un grupo de soldados italianos, Mussolini tuvo la excusa perfecta para poder justificar el ataque e invasión de Abisinia. La técnica de provocación al enemigo para que respondiese y así tener motivo para atacarle, no ha dejado de funcionar en la historia humana, desde Mesopotamia a Grecia, Roma o hasta el propio siglo XX o el XXI. Otra razón expresada para justificar el ataque militar fue la necesidad de expansión territorial de Italia, este tipo de argumentación sería también utilizado por Alemania bajo el régimen nazi. En el caso italiano esto sucedía durante los años de la  gran crisis: entre los años 1929 y 1934 se triplicó el número de desempleados y el descontento social se hacía difícil de mantener, incluso para la disciplina del partido fascista (Deschner, 1994). El problema no es que Italia fuese pobre, sino que los grandes terratenientes y la propia Iglesia poseían la mayor parte de  las tierras, y las más fértiles. El fascismo, pese a su retórica revolucionaria y de cambio social, era en realidad una ideología profundamente reaccionaria y atrasada. Por esta circunstancia no se atrevió a intentar expropiar tierras a estos propietarios para aliviar y mejorar la situación económica del país. Entonces, como es algo ya habitual, se pensó en realizar una campaña militar, una guerra, en este caso apelando a sentimientos nacionales, religiosos y también humanitarios. Campaña que fue llevada a cabo en el continente africano, en Abisinia. De esta forma el Estado enviaba a la gente joven sobrante, evitando problemas sociales dentro del país y obtenía beneficios con el botín de guerra. Desviando además la atención hacia un enemigo exterior creado para la situación, y así el gobierno corrupto podía hacer frente a sus malas políticas internas. Este modo de actuar, buscando un enemigo externo en tiempos de crisis, se viene realizando por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Hoy en día, en una situación también de crisis, no deberíamos ser tan ingenuos en creer que esto no puede volver a suceder. 
Para disponer a la población hacia la guerra se recurrió a difundir y denunciar supuestas atrocidades cometidas por el “bárbaro Estado etíope”; además de mantener una exaltación continua de lo militar y del ejército, tanto en los mítines del partido como desde los púlpitos eclesiales o en la escuela. En esta última la formación era básicamente militar-fascista y religiosa, no había lugar para la ilustración y el razonamiento.
Pese a los esfuerzos de la dictadura de Mussolini, el apoyo a la guerra en  África no ganaba los adeptos deseados, porque todavía  estaban en la memoria las secuelas de la Primera Guerra Mundial: pese a que Italia no fue de los que más sufrieron la guerra tenía un balance de seiscientos mil muertos, cuatrocientos mil inválidos y miles de heridos. Es entonces cuando el estado pide a la Iglesia que actúe con su sabiduría milenaria y su gran poder de persuasión en estos temas. El Papa Pio XI califica a la guerra de “defensiva”, siguiendo una inveterada estrategia del propio Imperio romano. Los jesuitas, mediante su órgano de comunicación Civiltà Cattolica, indicaban que:
La moral teológica católica no condena en absoluto cualquier tipo de expansión económica violenta (Deschner, 1994).
El enorme poder de persuasión y convicción de la Iglesia se puso en marcha para asegurar los apoyos y el éxito al Duce, lanzando desde los púlpitos proclamas a favor del dictador y de su divina misión, y persuadiendo a través de su intrincada, extensa y efectiva red de  contactos e influencias a la ciudadanía italiana. Tal invasión fue calificada por el cardenal Schuster como:
Campaña de evangelización y en obra de la civilización cristiana para  beneficio de los bárbaros etíopes (Deschner, 1994).
Los etíopes pronto iban a conocer esos “beneficios” con el gas venenoso que les desgarraba los pulmones y con las bombas que llegaban desde los cañones italianos que destrozaban sus cuerpos. Mientras, la Sociedad de las Naciones condenaba de forma prácticamente unánime al gobierno fascista. Mussolini se quedó prácticamente solo con el apoyo de Hitler y de la Iglesia católica. Esto determinó el futuro de las relaciones de poder y de las confrontaciones que estaban por venir en Europa y en el mundo. Incluida la tragedia de España, como así fue calificada con acierto por Rudolf Rocker, al exponer los enormes intereses económicos que envolvían al conflicto español, provocado por la insurrección militar con el apoyo de los terratenientes, la Iglesia católica, las grandes empresas y el mundo financiero, tanto nacional como extranjero, así como del fascismo en el poder en Europa (Rocker, 2009). Aislada prácticamente del mundo, la España democrática de la República veía suceder sus últimos días. La contienda, en realidad una represión militar despiadada contra la población española mayoritariamente republicana y democrática, fue sustentada ideológicamente por la Iglesia católica; que tomó este mando al carecer de peso intelectual e influencia social el sector del ejército sublevado o el partido fascista español, la Falange.
Las atrocidades cometidas se disfrazaron como “cruzada cristiana contra el bolchevismo”, independientemente de que el comunismo en España no tuviese fuerza, o de que en la cruzada se matasen muchísimos cristianos por parte de los sublevados, incluidos los sacerdotes opuestos al fascismo, como ocurrió en Euskadi.
El motivo de esta guerra, tan desigual y tan brutal, fue el mantener a toda costa los privilegios de una clase alta en España que vivía en la opulencia, mientras buena parte de  las gentes del país padecían verdadera hambre. El miedo y la muerte harían acallar a aquellos que se opusiesen a este estado de las cosas. Cuando un amigo del sacerdote navarro  Marino Ayerra, autor de: No me Avergoncé del Evangelio, obra que habla sobre los días iniciales de la guerra civil en Navarra, le comentaba antes de iniciarse la sublevación que tanto al capital como a la propia Iglesia les quedaba la guerra como recurso en caso de que se presentase alguna duda hacia sus privilegios, este entonces no le concedió mucha importancia.  Los hechos le harían ver lo equivocado que estaba y la guerra serviría otra vez más para someter a una sociedad a los deseos de una minoría. En el propio libro de Marrino Ayerras se ve un dibujo muy gráfico sobre este asunto, con una bolsa de dinero (el capital, el mundo de los negocios) y una cruz (la Iglesia) apoyándose una en otra y diciendo la Iglesia: 
- ¡Tambaleamos! 
- ¡Ten fe! ¡Aún hay guerras! –respondiendo el Capital- (Ayerra, 1978).
Sobre la bolsa hay una corona, simbolizando a la monarquía e impreso sobre ella un símbolo del fascismo, la cruz gamada. Al fondo, en el horizonte y en el cielo, aparece el armamento militar: tanques y bombarderos. Los hechos demostraron una vez más que esta realidad histórica se repetiría.
El teólogo moral católico Johannes Ude obtuvo una conclusión acertada sobre los sucesos de España:
Las iglesias españolas en llamas, la mucha sangre y las espantosas atrocidades allí cometidas no debieran sino movernos a buscar a los culpables allí donde realmente se encuentran, es decir, en nuestras propias filas.Sobre los representantes de la Iglesia Católica recae una responsabilidad y una culpa tremendas, según se desprende de la confesión del cardenal Gomá y del Padre jesuita Marina.