jueves, 9 de abril de 2015

GLADIO. Parte II.

Masacre de Gladio en Piazza Fontana, Milán 1969

Les comentaba en la primera parte dedicada a los ejércitos secretos de la OTAN en Europa, que para conseguir los fines de domeñar, dominar y cambiar la opinión pública hacia otro rumbo que no coincide precisamente con los intereses de esta, hay que recurrir al empleo de la coacción, por ejemplo creando terror, pero también hay que recurrir al engaño, pues la una sin el otro se queda coja.
Si hubiese libertad real en una sociedad, la gente, que principalmente no es malintencionada o no lo es en demasía, llegaría a un equilibrio en el que si bien existirían ciertas desigualdades, finalmente unos y otros tendrían lo necesario y suficiente para desarrollar sus vidas de una forma digna. Pero, tristemente, no vivimos en un mundo así. Siempre hay personas que por codicia, por ambición excesiva de poder, por su exagerado egocentrismo y porque disponen de medios para poder llevarlo a cabo quieren someter a los demás y que estos acepten su sometimiento. Para lograr esto, de un modo u otro han de recurrir a métodos más o menos violentos y coactivos y, también, a métodos de embaucamiento, alienación o engaño.
Si volvemos a nuestro tema inicial, al final de la Segunda Guerra Mundial y a la liberación de Europa del fascismo, las posibilidades de continuidad y apoyo popular que tenía el poder económico de entonces, tanto el propiamente europeo como el estadounidense, eran mas bien escasas, debido a su implicación directa en la promoción y mantenimiento de sistemas políticos y económicos de los más oscuros que ha conocido Europa. Por este motivo no se dejó que existiese una atmósfera de paz, concordia y respeto. Se recurrió bien pronto a la denominada "estrategia de la tensión", que consistía, como el nombre delata ya, en acrecentar y extender la tensión social, económica y política en la población. Era en realidad una guerra psicológica en la que utilizando la violencia se aterraba a la gente, que histérica pedía protección y, al mismo tiempo, se acusaba a los rivales políticos realmente populares, como podían ser entonces los comunistas, de tales horrendos crímenes. Se conseguía así un doble efecto:
- Dominar y someter a la población, que ahora sí aceptaría cualquier imposición, por muy penosa y desproporcionada que fuese esta.
- Anular a los rivales políticos, a los que se demonizaba, viéndolos esa población, erróneamente e injustamente, como los causantes de los problemas y las masacres cometidas.

Era el poder político y económico clásico el que cometía tales crímenes y masacres, o al menos su sector más dominante, y mediante su poderosa red de medios de comunicación el que también lanzaba su dedo acusador contra los partidos políticos y organizaciones no afines con el fin de desprestigiarlas, marginarlas y finalmente perseguirlas y aniquilarlas.
Se preguntarán ustedes cómo es posible engañar a toda una sociedad de este modo tan sencillo como demencial y cruel, bien, esta estrategia se ha empleado por parte de las clases dirigentes durante siglos y siglos, y siempre, o  casi siempre, ha mostrado una eficacia devastadora.
Podemos recordar la falta de escrúpulos y de cualquier moral en el empleo de tales métodos por parte de una de esas personas entrenadas y pagadas, como mercenarios, que cometían tales crímenes; un soldado de Gladio,  Vincenzo Vinciguerra:
Tenías que atacar a civiles, al pueblo, mujeres, niños, gente inocente, gente desconocida que se encontraba muy lejos de cualquier asunto político. 1
Como ven, el no estar implicado o metido en asuntos políticos no te libraba, ni te libra, de sufrir las consecuencias de estas acciones indiscriminadas. Aspecto este que nos debería hacer reflexionar a todos, pues todos somos o podemos ser víctimas potenciales de estas mentes criminales. Mentes que desde las altas esferas del poder político y económico preparan tales acciones que luego son llevadas a la práctica por este tipo de personas que por dinero harán cualquier cosa, y que como vemos en absoluto son exclusivas de los islamistas radicales, unos y otros mercenarios creados y entrenados por los servicios de inteligencia anglosajones.
Lo triste de esta historia es que solemos olvidarla o ni siquiera la conocemos, pero ha sucedido y sigue sucediendo. Si nos preguntan qué ocurrió en Milán en Piazza Fontana en 1969, en Brescia en una manifestación en 1974, en el tren Roma a Munich ese mismo año, en Bolonia en su estación o en  Munich en su Oktoberfest en 1980, o en Bélgica en la región de Brabant durante también los años 80, por poner solo algunos ejemplos, seguramente tendremos algún vago recuerdo, si es que lo tenemos. Pero en todos estos casos, como los que también ocurrieron en España: Montejurra (1976), atentado de Atocha (1977) o lo ocurrido en el Scala en Barcelona en 1978, también entre otros muchos casos, estuvo involucrado detrás Gladio. Es decir, ejércitos secretos de la OTAN apoyados por los gobiernos y por la estructura militar de cada país con el asesoramiento y dirección de los servicios secretos anglosajones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el MI6, la CIA británica, y sirviéndose de la contratación de mercenarios, principalmente fascistas, que es lo que se ha conocido por su denominación de la rama italiana como GLADIO. Un caso de hoy en día en Europa que lleva la marca de Gladio es la masacre de Odessa de mayo de 2014 en Ucrania.
Volviendo al pasado, tenemos lo que sucedió en Milán en diciembre de 1969 en Piazza Fontana y también en la ciudad de Roma, donde se cometieron una serie de atentados con bomba que dejaron una cifra de dieciséis muertos. Los muertos eran en gran medida gente de pueblos que había ido a vender sus productos al mercado y que fueron al banco, a la Banca Nazionale dell´Agricoltura, a depositar su dinero. Allí les esperaba la bomba depositada con ese propósito.  La reacción ante el atentado fue una típica ante este tipo de ataques.
...se culpó falsamente a los comunistas y a la extrema izquierda, se borraron las pistas y se comenzó con los arrestos irregulares. La mayoría de la población tuvo pocas oportunidades de averiguar la verdad, puesto que el servicio secreto militar fue muy lejos para encubrir el crimen. En Milán una de las bombas no detonó por un fallo del mecanismo temporizador, pero la bomba fue destruida en la misma escena del crimen por el servicio secreto, que colocó partes de otra bomba en la casa del conocido editor de izquierdas Giangiacomo Feltrinelli. 1
Sería bueno que reflexionasen sobre estos sucesos, sobre estos hechos, y verán que tales sucesos, tales falsas acusaciones y tales terribles crímenes, se han repetido durante el tiempo desde que ocurrieron aquellos crímenes de Piazza Fontana hasta el día de hoy. Verán que no se aprendió en absoluto de las enseñanzas de esta historia y que se caía con facilidad en una trampa mortífera: la población era masacrada y engañada, se culpaba a inocentes y los culpables no solo quedaban impunes, sino que obtenían un gran beneficio de ello. Perfecto para que repitiesen otra vez esta estrategia, como así ocurrió: en Bolonia mataron a 85 personas en una estación de tren en agosto de 1980.
Y ustedes podrán decir, ¿cómo se puede reaccionar ante tales sucesos? Bien, si hubiésemos conocido esta historia y, como hemos dicho, otras muchas más similares a esta, entonces estaríamos en cierta forma preparados, vacunados, ante este tipo de infección que es la utilización de este tipo de atentados con conmoción social que disparan el miedo y las emociones más primarias. Ante un hecho así, en caso de haber aprendido y madurado lo sucedido en casos pasados, se reaccionaría con un mínimo de serenidad y de objetividad, analizando los hechos y todos los puntos de vista, esto último especialmente importante, pues tendemos a escuchar la voz de un solo lado, en este caso del poder político o económico que nos habla de forma abrumadora a través de los medios de comunicación. De este modo si escuchamos atentamente y con juicio a todas las partes, comprobamos objetivamente la verificación de los sucesos y no nos dejemos arrastrar por la fácil y peligrosa  trampa de las fáciles acusaciones, buscando un chivo expiatorio, entonces podremos no dejarnos engañar. Y esto, estimados lectores, es lo mejor que podemos hacer, pues de este modo este tipo de crímenes y deleznables atentados dejarán de ocurrir, al perder su efecto e incluso condenar a su autor real.
No deben olvidar que Gladio sigue todavía vivo, puede actuar con diversos y diferentes actores, pero el fondo de las intenciones y de la estrategia sigue ahí. Por cierto,  no les extrañe como se parece el modus operandi de las masacres de Brabant, en Bélgica, a lo que se hizo en París contra los miembros de la revista Charlie Hebdo. Ya se lo comentaba en estos artículos sobre unos atentados que conmocionaron a Europa este mismo año o a Australia a fines del pasado. Ambos casos tienen el mismo autor  intelectual, aunque los autores materiales sean diferentes.



Notas:
1. Daniele Ganser. Los ejércitos secretos de la OTAN. El Viejo Topo. pp. 29-74

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