Escena de Feliz Navidad
Si les hablase de algo que sucedió en el pasado, hace ya muchos años, ya un siglo, les parecerá algo curioso, de gente de antes. Pero si les digo que eso mismo ocurre hoy, empezarán a verlo de forma diferente. Les hablo de como la gente, la población, en definitiva, las personas, son engañadas, alienadas y enajenadas para aceptar la guerra. La guerra, el medio por el que la codicia de unos pocos conduce a la perdición de muchos, muchos que no ganarán nada y sí perderán prácticamente todo, y a la que conducen los discursos políticos, los religiosos e incluso los académicos, que se propagan en la prensa, en los púlpitos, en las escuelas o universidades, no ha dejado prácticamente de estar presente en cada época y momento. Cada generación de jóvenes ha viso en la guerra algo heroico, un fenómeno al que hay que ir para cumplir un deber hacia la nación, la religión o hacia otro motivo en el que mostrar su valentía. Y es curioso, porque cada generación, una vez que ya estaban en el campo de batalla, se ha dado cuenta, ya demasiado tarde, de su profundo error. De que ellos no debían en verdad estar allí, de que estaban haciendo algo que no debían contra su conciencia y moral, de que están viendo matar y matando hombres como ellos que nada les habían hecho, de que eran utilizados con el mayor de los desprecios como carne de cañón. Y sobre eso voy a hablar, sobre como los hombres, incluso en situaciones tan trágicas, son capaces de imponer la cordura y la concordia, de imponer la paz necesaria y justa sobre la muerte generada por el odio y la codicia. Les voy a hablar de unos sucesos acaecidos en las Navidades de 1914 en diversos frentes de Europa en la Primera Guerra Mundial y voy a basarme en una película dirigida por Christian Carion, perfectamente documentada y magistralmente elaborada sobre ese periodo de tregua, de paz y fraternidad entre soldados en determinadas zonas de combate, su título es Feliz Navidad.
La película que narra esta historia que les voy a relatar comienza con algo inherente a todas las guerras, las pasadas y las presentes, la demonización del enemigo, como allí se hizo de los alemanes, llamados despectivamente hunos, o de los ingleses, y como en nuestros días se hizo y se hace del presidente libio o sirio, llamados asesinos o dictadores brutales. Dictador brutal, una expresión que la misma izquierda ha usado con asiduidad ahora, copiando las palabras de un presidente de no grato recuerdo, Bush hijo, 1 y todo ello para justificar las nuevas guerras de agresión que se están sucediendo, contentando así a los líderes mundiales.
Niño, mira en el mapa el punto negro que hay que borrar [Roselle, Alsacie], remárcalo con tus deditos y píntalo de rojo si se trata de pintar. Después ignora lo que te depare el destino y prométeme que irás allí a buscar a los niños de Alsacia, que nos tienden los bracitos. Ojalá, que en nuestra amada Francia los brotes verdes de la esperanza florezcan gracias a tí, mi niño querido. Crece, crece, que Francia aguarda.
Para borrar en el mapa todo rastro de Alemania y el Huno debemos exterminar esa raza, no debe quedar ni uno. Ignora los gritos de sus bebés, mátalos a todos.
Un único enemigo tenemos en la tierra, que cava la tumba de Alemania. Le embargan el odio, la amargura y la envidia. Un único enemigo tenemos en la tierra. El villano alza su mano asesina que aterra, ya conoces su nombre, es Inglaterra. 2
La obra, muy bien dirigida, que continua llevándonos a la campiña escocesa, donde los jóvenes celebran tocando las campanas que la guerra ha sido declarada. Los jóvenes, generación tras generación, han tendido a repetir este tipo de insensateces. Por fin nos ocurre algo en la vida, afirma el joven enfervorizado. Cuando esté allí, sufriéndolo, pensará bien diferente, pero entonces ya no habrá tiempo ni oportunidad para corregirlo, solo lo habrá para los lamentos. En cambio, la mirada y el pensamiento del sacerdote que está allí presente es bien diferente, él muestra, solo con sus gestos, la tragedia que se avecina, porque sus años le han mostrado la cruel realidad de la guerra. El sacerdote, interpretado por Gary Lewis, Palmer en la película, una gran persona, es una excepción en la Iglesia a la que pertenece, la cual, la católica, junto a otras, tiene una larga tradición como instigadora de contiendas. Como lo fue en la Primera Guerra Mundial, azuzando a todos los bandos donde tenían influencia.
En la escena ya nada agradable del combate de las trincheras aparece una imagen aparentemente banal o graciosa, pero que encierra un gran significado, el lugarteniente francés, Audebert (Guillaume Canet), contempla como dos escarabajos a resguardo en el refugio copulan ajenos a los desvaríos y locuras humanas. La sensatez de la vida contra la insensatez de la muerte.
La matanza que comienza, con los cuerpos acribillados por las ametralladoras, destrozados por las bombas o ensartados por las bayonetas, muestra el sinsentido de todo aquello para toda esta gente que ha ido ahí a defender algo que no es realmente suyo y a matar a hombres en su misma situación. Esto es la tragedia de la guerra, tragedia que se oculta, para que no se recuerde, para que se olvide o ni siquiera se sepa que ocurrió, para que la siguiente generación cometa los mismos errores y la misma locura. Y todo por nada, vidas perdidas, proyectos y sueños truncados, familias rotas para enriquecer a los que originaron la guerra en su provecho y que incluso se reirán a costa de su desgracia. Los hermanos pierden a sus hermanos, las madres a sus hijos, las novias a sus parejas y los que mueren lo pierden todo, lo pierden todo para nada y por nada o lo que es peor, para que continúe este gran disparate la próxima vez.
En los momentos más oscuros se recuerdan los buenos momentos y los pequeños e importantes detalles de la vida cotidiana, cuando reinaba la paz y vivían en sus hogares. Ahora se añora lo perdido. Esto lo vivían los jóvenes que luchaban en el centro de Europa, pero de igual modo lo han hecho infinidad de jóvenes en infinidad de contiendas. Los soldados españoles, en otra guerra de codicia y corrupción, como fue la de Marruecos, rememoraban como vivían en sus pueblos.
"Viancé no puede dormir. Los pequeños rumores de la posición le recuerdan, por referencias, ruidos de agua. Al pensar en su casa de la aldea envidia aquella miseria con el cantaral rezumante y la tinaja donde al extraer una jarra de agua cantaban las gotas resbalando. No concibe por qué se marchó estando como estaba el pueblo tan bien abastecido de manantiales. Y luego aquellas nevadas que en el deshielo llenaban los caminos, las calles de charcos".Viancé recordada y añoraba los murmullos del agua en los arroyos y en los manantiales, las nieves del invierno y la felicidad de vivir en la paz y la belleza de su pueblo. 3
El amor entre la pareja de protagonistas, el tenor, Nikolaus Sprink, y la soprano, Anna Sorensen, interpretados por Benno Fürmann y Diane Krüger, refleja una vez más la poca cordura de la guerra, separándolos en los mejores momentos, perdiendo un tiempo precioso que es un tiempo perdido para siempre.
Tienes que codearte con la muerte para ver como vuela el tiempo, eso es lo atroz 2 -comenta el tenor-.
Cuando llega la Nochebuena los escoceses hacen sonar la gaitas y comienzan a cantar "Sueño con mi hogar":
Una canción que he oído a menudo fluye ahora a través de mí tan alto y tan claro aquí donde estoy, sueño siempre con mi hogar.Me siento tan solo, sueño con mi hogar.
Lo lleva en el aire la brisa del amanecer, veo la tierra tan hermosa, mi corazón se abre de par en par, hay tristeza en su interior aquí donde estoy sueño siempre con mi hogar.
Me siento tan solo, sueño con mi hogar.
El tenor, Nikolaus, que ha vuelto al frente ese mismo día, comienza a su vez a entonar Noche de paz, los soldados alemanes colocan árboles de navidad sobre las trincheras y el sacerdote escocés sigue la música con la gaita. Esto anima a Nikolaus a salir de la trinchera cantando ante los ojos atónitos de los franceses, que no disparan. La orden del mando alemán al tenor de bajar a la trinchera es seguida por una ovación de los escoceses que también han salido de sus lugares. Para no interrumpir el ambiente de alegría y magia que se ha creado, el pastor escocés comienza a tocar Adeste Fidelis, que es seguido por el tenor, el cual se acerca a la trinchera contraria con un árbol de navidad en su mano. Los escoceses hacen coro en una escena realmente especial. Y aquí comienza la fuerza de la amistad.
- Buenas noches ingleses -dicen los alemanes-.
- Buenas noches alemanes, pero no somos ingleses, somos escoceses -responden estos entre risas- 2
El mando alemán, Hortsmayer, interpretado por Daniel Brühl, sale a parar todo aquello, indicándole al tenor que eso no es la ópera de Berlín. A lo que él, Nikolaus, con toda razón y sinceridad responde:
Esto es mejor que Berlín. 2
De ahí en adelante el aspecto bueno de la naturaleza humana se hace con el control de la situación. A Horstamayer, el oficial alemán, le sigue el escocés, Gordon (Alex Ferns), comenzando a entablar una conversación. Y los franceses, atónitos, no saben que hacer, pero su lugarteniente, Audebert, sale también a hablar con sus homólogos. Y hablan de hacer un alto el fuego por Nochebuena, llegando a un acuerdo. El lugarteniente francés lleva una botella de champán para celebrarlo entre rivales. A raíz de eso las tropas en conjunto abandonan las trincheras y se lanzan no a luchar, sino a algo más difícil y también bastante más hermoso, entablar comunicación y contacto con sus teóricos enemigos. El momento es memorable, mostrando lo mejor de la naturaleza humana. Los mandos no salen tampoco de su asombro. En escenas llenas de encanto y generosidad humana los soldados intercambian comida, bebida, fotos, recuerdos.... Al mismo tiempo sus mandos muestran confianza y hablan de su vida personal
El día de Navidad los oficiales se vuelven a juntar tomando café y acuerdan enterrar los cadáveres de cada bando.
En esta tregua, que dura también del día de Navidad, el sacerdote escocés al acercarse a un cuerpo de un alemán ve en una hebilla de un cinturón la inscripción: "Dios está con nosotros". Símbolo de que cada contendiente se sentía arropado por una razón superior en su lucha y símbolo también del egocentrismo y de la insensatez humana. Insensatez que no acabaría con esa guerra, la Primera Guerra Mundial, sino que continuaría en la siguiente, la Segunda Guerra Mundial, pues la misma inscripción, "Dios está con nosotros", aparecería en las indumentarias nazis.
Sin embargo, ese día, el de Navidad, impera la cordura, un soldado alemán pide a Palmer que rece por un ser querido antes de enterrarlo. Tras acabar el proceso de enterramiento el campo lleno de tumbas y cruces revela la realidad de la guerra. La soprano, en medio de este lugar de muerte, comenta a su ser querido:
-Dentro de unos días, las familias, las esposas recibirán la noticia. Eso es en lo que no queremos pensar. Para ellos nunca nada volverá a ser igual A tí también te taparán la cara algún día y te meterán a un hoyo. Vámonos antes de que sea tarde, tengo el salvoconducto, Holanda no está lejos, allí hay paz y tendríamos un futuro.- Es imposible, eso sería desertar.
- No es desertar, permanecer juntos es más importante.
- Soy un soldado, como los demás. Tengo deberes, como todos aquí. Holanda está lejos, tarde o temprano nos atraparían a pesar de tu salvoconducto.
-He pensado en otra solución. La frontera francesa está a 100 m, nos bastaría con cruzarla. 2
Pese al riesgo que supone la deserción, debido a que pueden ser detenidos, encarcelados, difamados y seguramente ejecutados, la posibilidad se plantea de forma clara, pues la otra alternativa es la separación del ser querido para muy posiblemente no volverlo a ver nunca más. El desertor siempre ha tenido mala prensa, y no hay mejor palabra que lo describa, pues la prensa, el medio de comunicación escrito que está controlado por el poder que controla a la sociedad, siempre los ha temido y por eso los ha insultado y menospreciado, porque han sido un ejemplo muy peligroso que otros podrían imitar, rompiendo la disciplina militar a la que se obliga en los tiempos de guerra, y rompiendo con ello los intereses y objetivos económicos y políticos que persigue ese poder con la misma guerra.
El día de Navidad se celebra un partido de fútbol entre rivales militares. Los oficiales charlan y el mando alemán se ofrece al mando francés a entregarle cartas a su mujer, ya que ahora existe un bloqueo. En la conversación Horstmayer le indica que cuando tomen París podrá invitarle a su colega francés a una copa en la calle Vavin. La respuesta de Audebert es ejemplar:
- No necesitan tomar París para tomar una copa en mi casa. 2
Tras un ataque de artillería en el que cada bando da refugio al otro en su trinchera, el oficial alemán habla con ya su amigo el colega francés:
- Ha sido un placer conocerle. A lo mejor en otras circunstancias habríamos podido...- Sí, a lo mejor. Y a lo mejor vendrá a la calle Vavin como turista.
- Sí, sería genial. ¿No le parece a usted?
- Sí. 2
Tras acabar la tregua y retirarse a sus trincheras se produce la deserción de los dos amantes, el tenor y la soprano. Buscan refugio como prisioneros en el lado francés.
- Señor, si volvemos a la zona alemana nos separarán. Si quiere métanos en una de sus prisiones, pero déjenos vivir juntos, se lo suplico. 2
Las cartas que envían los soldados a sus familias por Navidad caen en manos de sus superiores, que leen como confraternizaron con sus rivales, que ven como empiezan a comprender el engaño de la guerra, que ven quienes son sus responsables, que además no están allí luchando.
Que venga Poincare aquí a recuperar su Lorena.En el bolsillo llevo la dirección de un bávaro que quiere que vaya a verle cuando todo acabe.
Junto con los británicos decidimos aceptar la invitación, pasaremos la Nochevieja con ellos.
Juntos cantaremos la canción escocesa que nos enseñaron y sobre todo beberemos por todos esos cerdos que bien calentitos como están ellos nos han enviado aquí para que nos matemos. 2
Finalmente llegan los castigos, las clases privilegiadas en el poder quieren controlar este comienzo de fraternidad y de camaradería que amenaza a un sistema que ellos han establecido de explotación y muerte.
El obispo llega para reprimir con severidad e injusticia a su sacerdote escocés:
- Le envían a su parroquia en Escocia. Le he traído la orden de traslado.-Mi lugar está entre los que padecen y los que han perdido la fe. Mi lugar está aquí.
- Me ha defraudado usted mucho. Cuando usted solicitó acompañar a los reclutas de su parroquia yo respondí por usted. Pero cuando supe lo que ocurrió recé por usted.
- Creo sinceramente que nuestro señor Jesucristo me guió en la que fue la misa más importante de mi vida. Traté de ser digno de su confianza y transmitir su mensaje a todos, fueran quienes fueran.
- Aquellos hombres que le escucharon en Nochebuena pronto lo lamentarán profundamente. Dentro de unos días su regimiento será desmantelado por orden de su Majestad el Rey. ¿A qué lugar del frente irán a parar esos pobres chicos ahora? y, ¿qué pensarán las familias?
Están esperándome para predicar un sermón a los soldados que reemplazan a los que se descarriaron con usted. Que Jesucristo guíe sus pasos de vuelta al camino recto y angosto.
- ¿Es ese en verdad el camino del Señor?
- Esa no es la pregunta adecuada, plantéese esta otra: ¿es usted digno de permanecer con nosotros en la casa del Señor? 2
El obispo se dirige al lugar del sermón y un soldado le hace un reverencia. Comienza el discurso:
Dijo el Señor: "No penséis que vengo a traer la paz a la tierra, no traigo la paz, sino la espada". El Evangelio según San Mateo.Pues bien hermanos, la espada del señor está en vuestras manos, vosotros sois los defensores de la mismísima civilización. Las fuerzas del bien contra las fuerzas del mal. Pues esta guerra es en realidad una cruzada, una guerra santa para salvar la libertad del mundo. En verdad os digo que los alemanes no actúan ni piensan como nosotros, porque ellos no son como somos nosotros hijos de Dios. ¿Son aquellos que bombardean ciudades habitadas solo por civiles los hijos de Dios? ¿Son aquellos que avanzan armados, ocultándose tras mujeres y niños, los hijos de Dios? Con la ayuda de Dios debéis matar a los alemanes, sean buenos o malos, jóvenes o viejos, matadlos a todos para que no haya que volver a hacerlo.
Que el señor esté también con vosotros. 2
Infinidad de veces han pregonado estos sermones los pastores y directores de la Iglesia, más o menos suaves, más o menos directos, incitando al odio y no al entendimiento, cegando las mentes en vez de abrirlas. En mi mismo pueblo de origen de Navarra sucedió esto en el año 1936, cuando los militares fascistas se sublevaron contra la República española. Entonces el cura echó en cara a los jóvenes de mi pueblo el por qué no se se habían alistado, indicando que en el pueblo vecino ya lo habían hecho, y de que aquello era una lucha para defender a la religión. La denuncia tuvo un efecto rápido, dramático y pernicioso, obligando a los mozos a alistarse en una lucha en la que nada creían y a contribuir a instaurar una dictadura sobre la muerte de miles de personas.
El sacerdote escocés, que ha oído todo el sermón, cuelga su crucifijo y se marcha, abandona ese barco de barbarie que abandera la propia Iglesia a la que pertenecía.
La represión contra los que confraternizaron con sus supuestos enemigos es cruel por parte de sus superiores militares, les envían a peligrosos lugares del frente y sobre todo evitan que el público conozca lo que ha ocurrido, que conozcan que los "enemigos" son tan personas como ellos, con familias, hijos y esperanza de vivir en paz, y que no tienen que luchar contra ellos, sino que realmente deben hacerlo contra aquellos que les obligan a cometer estos crímenes contra su voluntad, contra la razón y contra la justicia.
En las entrevistas a los actores que acompañan a la película, Daniel Brühl declara:
Es verdad que los alemanes no sabíamos de estas Navidades. Yo no lo sabía, nadie nos lo enseña en la escuela. Sin embargo, es una asombrosa historia que debe ser contada. 2
Hoy pocos conocen esta historia, que debería de enseñarse en las escuelas, en Alemania, en Francia, en Rusia, en Inglaterra, en España o en cualquier lugar del mundo.
No se enseña porque es una lección que nos haría aprender que la justicia, la paz y el bienestar de todos es posible en el mundo, y ello no gusta a quienes se han acostumbrado a vivir en un desmesurado lujo con escandalosos privilegios a costa del sufrimiento de otros muchos congéneres.
Feliz navidad es una historia de historias reales que ocurrieron y se olvidaron, pero que debemos recordar para hacernos ver que lo que debía ser normal, vivir sin guerras, no debe ser lo anormal, y que lo anormal, la barbarie de la guerra, no debe aparecer con la normalidad con la que lo hace.
Aprendamos por una vez de la historia.
Feliz Navidad.
Canción de The Farm sobre los sucesos de 1914:
ALL TOGETHER NOW
Recuerda chico como murieron tus antepasados.
Perdidos por millones por el orgullo de un país
Nunca mencionan las trincheras de Bélgica
cuando pararon de luchar y fueron uno
...
La misma vieja historia de nuevo
Todas esas lágrimas derramadas en vano
Nada aprendido y nada ganado
Solo queda la esperanza.
Sobre la propaganda de la guerra, también en Estados Unidos:
La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial
Apoyo y oposición en Estados Unidos a la guerra
Notas:
1. Bush promises Saddam fair trial. BBC, 15.12.2003.
2. Christian Carion. Feliz Navidad. 2005.
3. Mikel Itulain. La guerra de África relatada por Ramón J. Sender. Parte V: Lo humano. ¿Es posible la paz?, 16.1.2013.
PAZ EN EL MUNDO.
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