Remember Pearl Harbour
Hoy es 7 de diciembre, fecha en la que los estadounidenses recuerdan Pearl Harbour. Banderas a media asta, homenaje a los supuestos héroes y exaltaciones patrióticas. Pero, ¿qué encierra Pearl Harbour? Es decir, ¿qué y por qué ocurrió aquel suceso que hoy se rememora?
En el año 1941 Estados Unidos se veía en una situación privilegiada y de poderío militar. Los países que tenían colonias en el Pacífico y Asia: Gran Bretaña con la India, Francia con Vietnam o los Países Bajos con Indonesia, por poner solo unos ejemplos de sus dominios, estaban en horas bajas y en una situación crítica por el dominio nazi en Europa. Por otra parte, Estados Unidos (EE.UU.) no había participado en la contienda bélica y se había fortalecido y enriquecido con las ventas realizadas a los países europeos implicados en la disputa. En esta situación vieron que era el momento propicio para intentar empezar a tomar estos dominios, centrándose en Japón, el mayor obstáculo y rival para conseguirlos. En el verano de 1941 la potencia norteamericana y sus aliados británicos, y también holandeses, ya imponían sanciones económicas y un embargo de petróleo a Japón.1 Todas estas circunstancias condujeron a que Japón, con un carácter bélico muy parecido a EE.UU., atacase el 7 de diciembre de 1941 Pearl Harbour, el puerto militar que tenían situado los norteamericanos en su colonia hawaiana. El fin era liberarse de la presión militar estadounidense en el Pacífico e indicar quién era el dueño de ese territorio y mercado. Estados Unidos en realidad había provocado ese ataque, con el propósito de tener una justificación para poder ahora atacar militarmente a Japón y someterlo, ya que este no había cedido ante las presiones diplomáticas y económicas. El ataque japonés no destruyó la gran flota americana, solo pudo producir un leve daño a Estados Unidos; esto fue así porque el gobierno norteamericano ya era conocedor de que esta agresión militar se iba a dar, al descodificar los planes de guerra de Japón.2 El gobierno estadounidense volvió a sacrificar ciudadanos suyos, como ya lo hiciera con el Lusitania en la Primera Guerra Mundial o con el Maine en Cuba, en 1898, con el objetivo de tener un pretexto de cara a su ciudadanía para poder declarar la guerra. De esta forma y levantando el estandarte de que habían atacado a un territorio estadounidense y al propio ejército, aunque Hawai fuese en realidad una colonia a miles de kilómetros tomada por la fuerza, se podía ganar el apoyo de una población reacia a ir a una guerra exterior y de un Congreso no dispuesto tampoco a estas aventuras militares. Por otra parte, esto no implicaba en absoluto una declaración de guerra a Alemania, que el mundo de los negocios no deseaba, ya que el pacto entre las potencias del eje era de ayudarse si alguno de ellos era atacado, y este en principio no era el caso, ya que aquí Japón aparecía como agresor. Que Hitler declarase la guerra tres días después de la declaración de guerra de EE.UU. a la potencia nipona, fue algo inesperado; y se debió a una estrategia militar que decidió en ese momento el ejército alemán, con el supuesto objetivo de abrirle dos frentes a Rusia con la ayuda de Japón.2
En el año 1941 Estados Unidos se veía en una situación privilegiada y de poderío militar. Los países que tenían colonias en el Pacífico y Asia: Gran Bretaña con la India, Francia con Vietnam o los Países Bajos con Indonesia, por poner solo unos ejemplos de sus dominios, estaban en horas bajas y en una situación crítica por el dominio nazi en Europa. Por otra parte, Estados Unidos (EE.UU.) no había participado en la contienda bélica y se había fortalecido y enriquecido con las ventas realizadas a los países europeos implicados en la disputa. En esta situación vieron que era el momento propicio para intentar empezar a tomar estos dominios, centrándose en Japón, el mayor obstáculo y rival para conseguirlos. En el verano de 1941 la potencia norteamericana y sus aliados británicos, y también holandeses, ya imponían sanciones económicas y un embargo de petróleo a Japón.1 Todas estas circunstancias condujeron a que Japón, con un carácter bélico muy parecido a EE.UU., atacase el 7 de diciembre de 1941 Pearl Harbour, el puerto militar que tenían situado los norteamericanos en su colonia hawaiana. El fin era liberarse de la presión militar estadounidense en el Pacífico e indicar quién era el dueño de ese territorio y mercado. Estados Unidos en realidad había provocado ese ataque, con el propósito de tener una justificación para poder ahora atacar militarmente a Japón y someterlo, ya que este no había cedido ante las presiones diplomáticas y económicas. El ataque japonés no destruyó la gran flota americana, solo pudo producir un leve daño a Estados Unidos; esto fue así porque el gobierno norteamericano ya era conocedor de que esta agresión militar se iba a dar, al descodificar los planes de guerra de Japón.2 El gobierno estadounidense volvió a sacrificar ciudadanos suyos, como ya lo hiciera con el Lusitania en la Primera Guerra Mundial o con el Maine en Cuba, en 1898, con el objetivo de tener un pretexto de cara a su ciudadanía para poder declarar la guerra. De esta forma y levantando el estandarte de que habían atacado a un territorio estadounidense y al propio ejército, aunque Hawai fuese en realidad una colonia a miles de kilómetros tomada por la fuerza, se podía ganar el apoyo de una población reacia a ir a una guerra exterior y de un Congreso no dispuesto tampoco a estas aventuras militares. Por otra parte, esto no implicaba en absoluto una declaración de guerra a Alemania, que el mundo de los negocios no deseaba, ya que el pacto entre las potencias del eje era de ayudarse si alguno de ellos era atacado, y este en principio no era el caso, ya que aquí Japón aparecía como agresor. Que Hitler declarase la guerra tres días después de la declaración de guerra de EE.UU. a la potencia nipona, fue algo inesperado; y se debió a una estrategia militar que decidió en ese momento el ejército alemán, con el supuesto objetivo de abrirle dos frentes a Rusia con la ayuda de Japón.2
El presentar el
ataque japonés como un acto despiadado e injusto, de una enorme cobardía contra unos ciudadanos y una nación que no querían la guerra,
logró enormes apoyos. Y ya pocos se atrevieron, una vez que los tambores de
guerra sonaron, a oponerse a una nación exaltada a través de la prensa, la televisión,
el cine y la radio. Los japoneses pronto fueron demonizados para que el público
los odiase. Esto, unido a los ya existentes sentimientos racistas hacia los
asiáticos, que ya se habrían expresado con intensidad en la invasión de
Filipinas, condujo hacia una ola de odio y desprecio que persiguió incluso a
los ciudadanos norteamericanos de origen japonés que vivían en Estados Unidos.3
“El peligro amarillo”, “monos amarillos” y expresiones de similares
características se utilizaban para mostrar superioridad y desprecio sobre los
japoneses. Los sentimientos racistas llegaron a puntos extremos, considerando a
los asiáticos como a subhumanos y con un
cerebro inferior, cuyos ojos rasgados no les permitían siquiera ver bien.
Incluso el ataque sobre Pearl Harbour
no fue considerado como un signo de inteligencia y de talento militar, sino que
se atribuyó su carácter sorpresivo (para el gran público) a la irracionalidad de los japoneses.4
Vemos, pues, que en este aspecto la Alemania nazi no era tampoco una excepción
por sus sentimientos racistas y discriminatorios. Y de hecho Estados Unidos
creó campos de concentración para los americanos de procedencia japonesa, en uno de los episodios de histeria
colectiva más oscuros de la historia norteamericana, que ya ha tenido unos
cuantos.3
Pronto se desató
también una ola patriótica dirigida por el eslogan “Recuerda Pearl Harbour”,
que dura hasta nuestros días, y que representa un símbolo que usa el gobierno
estadounidense cuando quiere provocar la unión sin fisuras de sus ciudadanos ante
alguna campaña militar. El Memorial
Arizona USS recuerda en la isla de Oahu, en Hawái, el día del ataque y las
bajas norteamericanas; y todavía se rinde honor a ese día en escuelas y centros
públicos colocando la bandera a media asta. Se olvida, sin embargo, que Hawái
era, y en cierto modo sigue siendo, una colonia estadounidense, y que el ataque
no fue tan sorpresivo ni tan a traición como se quiere dar a ver, sino que el
mando militar y el gobierno sabían de ese ataque y que lo provocaron en gran
medida también por el bloqueo económico, dejando que se produjera para tener la
excusa deseada con la que poder declarar la guerra que se buscaba.
Los medios de
movilización pública para realizar la exaltación de la justicia de la guerra
y la villanía del enemigo fueron muy
amplios: prensa, mítines, pósteres, radio, televisión o cine.
Los pósteres tuvieron
una gran influencia, con su poder de persuasión a través de las imágenes, que
además eran y son capaces de llegar a una gran parte de la población, ya que no
hay prácticamente limitaciones culturales o económicas para tener acceso y entender su contenido. De ahí su amplio
uso.
Izquierda: cartel solicitando el alistamiento en la Primera Guerra Mundial 5
Derecha: cartel de propaganda contra Japón en la Segunda Guerra Mundial 4
En estas dos
imágenes, en la de la izquierda, de la Primera Guerra Mundial 5 y
en la de la derecha, de la Segunda Guerra Mundial, 4 se muestra un
mensaje similar, expresado en el primer póster: “Quedándote en casa tú estás
dando tu aprobación a este tipo de cosas”. En el segundo póster este mismo mensaje
surge nada más ver la imagen, todavía agravado por su fuerte carácter
racista y por lo impúdico y ultrajante que resulta. Se muestra a un soldado
japonés, señalado como el enemigo, que seguramente busca representar al general
Tojo, con un aspecto simiesco, con su postura encorvada y sus largos brazos
hacia el suelo. También se exageran a propósito sus rasgos orientales, tratando
de mostrar un ser subhumano y horrible de cara a la visión de los ciudadanos
estadounidenses. Al personaje se le acompaña de una acción de destrucción,
pillaje, muerte brutal (con seres humanos colgados de una soga e incendios) y
de violaciones; donde el soldado lleva raptada a una mujer blanca, desnuda y
colgada sobre sí en una postura completamente indecorosa. La figura de la mujer
en esas condiciones y en esa situación tiene un efecto demoledor sobre el
espectador que contempla dicha imagen, supone una afrenta inevitable que envía
un mensaje camuflado pero directo de socorro, ultraje, compasión, venganza y
justicia. ¿Quién puede quedarse en casa sin hacer nada mientras ocurren estos
horribles crímenes? El poder de las imágenes era y es enorme, apelando a los
sentimientos emocionales, que creaban y crean un sentimiento de deber, de justicia, de venganza: de cumplir
con ese deber de justicia hacia los compatriotas asesinados o mancillados y de
venganza hacia el monstruoso enemigo.
Algo que se olvida
habitualmente es que el contrario, al que se trata de combatir, también crea de
cara a su público o nación un apoyo hacia su causa o hacia sus actuaciones similar a lo que se hace aquí. Los japoneses tenían también una sofisticada
capacidad propagandística, incluso sus filmes resaltaban sobre todo el aspecto
humano de los protagonistas, sus debilidades y fortalezas, para ganar la
empatía de los espectadores. Así como la propaganda de guerra de Estados Unidos
iba dirigida fundamentalmente hacia su propio país, la japonesa no solo iba
destinada a Japón, sino también a otros países asiáticos.4
En la justificación de esa invasión del Pacífico y Asia para obtener
fines comerciales, se alcanzó el punto más álgido cuando se procedió a apoyar,
no condenar y decididamente también justificar el lanzamiento de bombas
atómicas sobre ciudades con miles de civiles. Hoy en día tales actos
abominables, entre los mayores crímenes contra la humanidad perpetrados en la
historia, se siguen apoyando, se siguen justificando de algún modo o, al menos,
no se condenan como un crimen de guerra, incluso como un genocidio, dado su
carácter destructor y aniquilador. Y esta falta de condena y de arrepentimiento
sincero se ve tanto en el propio gobierno estadounidense como en el mundo de las grandes corporaciones y de
los medios de comunicación corporativos, que han transmitido este pensamiento a
las escuelas y a la enseñanza de la historia. Estados Unidos tiene hasta hoy el
triste récord de haber sido el único país en el mundo en usar armas nucleares
contra civiles en una guerra.
De Mikel Itulain. Justificando la guerra.
Para ver la actuación del poder estadounidense en el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki:
Para ver la actuación de Hollywood respecto a Pearl Harbour:
Notas:
1. Jacques Pauwels. El mito de la Guerra Buena. Hiru, 2002.
2. Jacques Pauwels. Fall 1941. Pearl Harbor and the wars of Corporate America. Global Research. 11.12.2011.
3. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial. Libertarias, 2012.
4. Anthony V. Navarro. A critical comparison between Japanese and American propaganda during World War II. https://www.msu.edu/~navarro6/srop.html.
5. Wartime propaganda. World War I. The war to end all wars. http://www.100megspop3.com/bark/Propaganda.html
1. Jacques Pauwels. El mito de la Guerra Buena. Hiru, 2002.
2. Jacques Pauwels. Fall 1941. Pearl Harbor and the wars of Corporate America. Global Research. 11.12.2011.
3. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial. Libertarias, 2012.
4. Anthony V. Navarro. A critical comparison between Japanese and American propaganda during World War II. https://www.msu.edu/~navarro6/srop.html.
5. Wartime propaganda. World War I. The war to end all wars. http://www.100megspop3.com/bark/Propaganda.html
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