El gran dictador (1940): Hynkel (Charles Chaplin) con el globo terráqueo en
sus manos.
En los primeros años
del nazismo e incluso en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, hasta
1941 o más tarde, se producen muy pocas películas con alguna connotación contra
el fascismo o el nazismo. Confesiones de
un espía nazi (1939), La tormenta mortal
(1940) o El gran dictador (1940) son
las pocas obras que se atrevieron a denunciar a esta ideología y sistema violento,
racista y antidemocrático que se extendía por Europa.
El gran dictador, dirigida, producida,
escrita e interpretada por Charles Chaplin (dirección compartida con Wheeler
Dryden), que se comenzó a rodar el 9 septiembre de 1939, solo ocho días después
de la invasión alemana a Polonia y de la declaración de la Segunda Guerra
Mundial, se estrenó
el 15 de octubre de 1940 en Nueva York. Todo ello pese a las grandes presiones para que no fuese realizada. Las críticas de la prensa no fueron
buenas, curiosamente especialmente críticas
con el discurso final donde Chaplin, que interpreta a un barbero al que
los mandos alemanes confunden con
Hitler por su gran parecido físico, habla sobre respeto, bondad y democracia.(1) Tampoco recibió
ningún Oscar, pese a tener varias nominaciones y a ser una de las obras más
importantes en la historia del cine. No obstante, el apoyo del público fue
notorio. Esta película y las propias ideas de Charles Chaplin lo harían poco
grato a quienes dirigían el país, este país, Estados Unidos, que enarbolaba ser el modelo de la libertad, acabaría persiguiendo
a Charles Chaplin (mediante el Comité de Actividades Antiestadounidenses), que
terminó por provocar su exilio a Europa.
Estas palabras del
discurso final en el Gran Dictador, como todo su trabajo en general en pro de
la humanidad, molestaban realmente mucho a la intolerante élite estadounidense:
Lo lamento mucho, pero no
quiero ser dictador. No quiero conquistar ni gobernar a nadie. Deseo ayudar a
todos, judíos, gentiles, blancos o negros… Nuestra sabiduría nos ha hecho
cínicos, nuestra inteligencia nos ha hecho duros y malos. Pensamos demasiado y
sentimos poco. Más que maquinaria necesitamos bondad y ternura… ¡Soldados, en
nombre de la democracia, unámonos!(1)
El gran dictador es una obra maestra del cine y una brillante sátira del fascismo, donde
aparece caricaturizado especialmente Hitler: mostrando sus locas ambiciones de
poder y sus sueños de grandeza de creer al mundo entero de su propiedad. La
sátira continúa siendo perfectamente aplicable hoy en día, no especialmente a
un presidente o político, sino a los magnates de las grandes compañías
industriales y del mundo financiero, cuyo lema continúa siendo “We own the world” (Nosotros poseemos el
mundo), (2) como en la propia interpretación de Chaplin con el globo terráqueo.
Este escaso número de
películas en las que se criticaba al
nazismo fue incluso objeto de una investigación de un subcomité del senado, al
frente del cual estaba Gerald Nye, que tenía poca simpatía hacia los judíos y
se quejaba sobre la imagen agresiva que se daba de Hitler.(3)
Pero esta
“neutralidad” política de Hollywood cambió rápidamente tras los sucesos de Pearl Habour y la consiguiente exaltación
patriótica y racista que promovieron el gobierno estadounidense y el mundo empresarial. Estos habían provocado el ataque japonés a la colonia en el Pacífico al bloquearles económicamente, conociendo además cuando se iba a producir , al interceptar los mensajes del ejército nipón, y dejarlo ocurrir.(4) Así ya tenían un pretexto de cara al público. De este modo comenzaron
a realizarse películas claramente propagandísticas y racistas, como: Peligro amarillo, V de victoria o Domingo en Hawái. La productora Warner Brothers tuvo que cambiar
el guion de su película Across the
Pacific, debido a que en ella figuraba un complot japonés para volar Pearl Harbour, se hizo variando el
escenario, situándolo en el canal de Panamá. En la Batalla de China, dentro de una serie de Frank Capra titulada Por qué luchamos, el director tomó secuencias de documentales japoneses y películas de samuráis a las que mezcló con escenas de horror y destrucción. En contraste mostraba una población china
pacífica a la que los japoneses arrasan y someten.(5) Aunque es
cierto esto en parte, también sería cierto que esto mismo iban a hacer los
estadounidenses en Asia al acabar la guerra mundial. No hay que olvidar tampoco que este odio hacia lo japonés exaltado por el cine y otros medios posibilitó que en Estados Unidos se creasen campos de concentración para ciudadanos estadounidenses de ascendencia japonesa.(6)
Desde el suceso de Pearl Harbour Hollywood se dispuso a colaborar otra vez con
el Gobierno estadounidense, como ya lo hiciera en la Primera Guerra Mundial,
teniendo en cuenta y siguiendo sus indicaciones. En estas indicaciones se pedía
que en las películas se exaltase el patriotismo, la heroicidad, la entrega, el
espíritu de sacrificio y que se aconsejase comprar bonos para ayudar al
desarrollo de la guerra. Sin embargo, durante el año 1942 la industria del cine
no satisfacía estos criterios según los miembros de la Oficina de Información
de la Guerra (OWI), porque según ellos
se mostraba a EE.UU. y a sus aliados como atacantes o aparecía el país
norteamericano como un lugar donde estaban los gánsteres, había conflictos
laborales y sociales, y existían problemas de racismo. Todo esto, especialmente
lo relativo a la situación interna de
EE.UU., era bastante real, pero no era adecuado y conveniente mostrarlo. Ello
condujo a que una de las oficinas del OWI, la Bureau of Motion Pictures, desarrollase un manual para la
elaboración de películas. Mediante él los productores y directores debían
plantearse antes de comenzar a realizar un trabajo cuestiones como: ¿Esta película
ayudará a ganar la guerra?, además indicaba
que se incluyeran imágenes de gente haciendo sacrificios por su país de
forma voluntaria, alegre y sin cuestionárselo. Durante su existencia esta
oficina se encargó de evaluar los guiones según los criterios establecidos de
utilidad para la guerra. Después de que el gobierno la quitase, en la primavera
de 1943, el control sobre las películas filmadas recayó sobre la Office of Censorship (Oficina de Censura).(3)
Entre los directores
que contribuyeron con su participación en la guerra y en su producción
filmográfica de exaltación de esta, tenemos a John Ford, una de sus obras fue The Battle of Midway (1942).
De Mikel Itulain, Justificando la guerra, 2012.
Notas:
(1) Charles Chaplin. El gran dictador. United Artists, 15 octubre 1940, 124 min.
(2) Noam Chomsky. We own the world. January, 1, 2008.
(3)Steven Mintz & Randy W. Roberts. Hollywood´s America. Blackwell Publishing, 2010.
(4) Jacques Pauwels. Fall 1941. Pearl Harbor and the wars of Corporate
America. Global Research. 11.12.2011.
(5) Anthony V. Navarro. A critical comparison between Japanese and
American propaganda during World War II. https://www.msu.edu/~navarro6/srop.html
(6) Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Libertarias, 2012.
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