viernes, 16 de noviembre de 2018

Tabúes occidentales: Yugoslavia


En los países occidentales predomina tanto la soberbia como el desconocimiento sobre lo que sucede en el mundo más alla de sus fronteras. Siempre parecen estar dispuestos los europeos y norteamericanos  a juzgar esto o aquello, a decir cómo otros tienen que hacer las cosas, sin preocuparse no solo de enterarse de lo que realmente sucede, que rara vez coincide con lo que estos engreídos ignorantes piensan, pues no se molestaron en comprobarlo, sino que también desprecian lo que otros habitantes de otros lugares decidieron y deciden libremente si no encaja con las ideas ya preconcebidas inculcadas en las mentes ciegas de los primeros.
No espere usted un argumento racional y sereno sobre lo que sucedió con Yugoslavia o posteriormente en Libia, Siria o Venezuela. No lo encontrará porque las creencias del ciudadano de nuestros países son eso, creencias, no basadas en hechos, en pruebas reales, sino en difamaciones, en historias inventadas donde la exageración y el cuento de los buenos y los malos impera. La mentalidad infantil ha desplazado a la propia de un adulto, pero sin su inocencia. Algo verdaderamente peligroso.
Si por el contrario dejamos de lado esta alienación generalizada y nos comportamos como debiéramos, como personas autónomas con libertad de pensamiento, no nos será difícil entender por qué los países anteriormente mencionados fueron atacados y sus gobiernos, gobernantes y estados demonizados o ridiculizados.
Estudiando el caso de Yugoslavia  se verá que su destrucción fue planificada por los Estados Unidos y por Alemania, que dictaban lo qué hacer al resto de compañeros de la CEE o de la OTAN. Por ese motivo lanzaron tanto una guerra económica, como miltar y mediática. La opinión pública, una vez más, fue completamente engañada.
Tanto el régimen de Tudjman en Croacia, como el de Izetbegovic en Bosnia, contrataron a una empresa de relaciones públicas para mejorar su imagen de cara a occidente y para difamar también a los serbios, esta era Ruder Finn, similar a la Hill&Knowlton contratada por Kuwait en la Guerra del Golfo. Ruder Finn se puso en marcha para difundir  la existencia de campos de concentración serbios y para ello contactó con tres organizaciones judías con el fin de que tuviese mayor credibilidad. Publicaron una abundante propaganda en el New York Times  y realizaron una manifestación de protesta ante Naciones Unidas. Como comenta su director, James Harff: “Enseguida pudimos hacer que la opinión pública asociara serbios y nazis”, “de un plumazo nosotros conseguimos presentar el asunto de forma simple, con buenos y malos”. Ello produjo que ya se acusara a los serbios de ser los nuevos nazis, de tener campos de exterminio y de promover la limpieza étnica; de modo que ya nadie se atreviera a defender su causa o sus razones. Era un cuadro en blanco y negro que en nada se correspondía con la realidad, pero era el preciso y necesario para que triunfase la propaganda de guerra. Las consecuencias fueron trágicas.
Los jóvenes "mejor preparados", como los adultos,  cayeron en esta loca vorágine, incapaces de ver lo que sucedía. No obstante, no era tan complicado de entender para alguien mínimamente informado y con algo de honestidad. Los grandes propietarios occidentales, poseedores de las grandes compañías y de los medios de comunicación, tenían interés en la destrucción de este estado, tanto por ser un adversario económico como por ser un ejemplo para otras naciones. La estrategia que se siguió es una que lleva tiempos inmemoriales aplicándose. Nos la recordaba ya Arthur Ponsonby cuando se provocaba la Primera Guerra Mundial y que cito textual dada su importancia: “La gente ignorante e inocente de cada país no es consciente en el momento de que están siendo engañados, y cuando todo ya ha pasado, sólo aquí o allí se descubren las falsedades y son mostradas. Como todo es ya historia pasada y los efectos deseados ya se han producido, nadie se preocupa por investigar los hechos y mostrar la verdad.”
Yo comentaba no hace tanto tiempo, como hablando con una maestra de Nápoles, esta me decía que allí la gente era muy pobre, que no había apenas industria y que esta se había ido a la cercana Serbia, con mano de obra cualificada dispuesta a trabajar a cualquier salario y horario. Bien, esto es producto de la destrucción de la industria y del Estado yugoslavo. Los trabajadores de este país pidieron solidaridad a los sindicatos occidentales cuando la OTAN iba a bombardear sus infraestructuras y empresas, como la enorme Zastava, de propiedad pública. Creo que ya saben que no les hicieron ni caso, es más, apoyaron la barbarie de la OTAN con las mentiras humanitarias, abriendo el camino a las transnacionales para el expolio del país eslavo.  Al final, como un boomerang, se volvió, ya lo ha visto, contra los mismos trabajadores de la Europa occidental. Cosas de la vida cuando eres un cobarde, un irresponsable o no sabes o no quieres saber por donde andas.
No esperen un reconocimiento de los errores pasados, como necios, los occidentales siguieron en las andadas y así les va en unas sociedades más y más desiguales, donde impera la precariedad; y ellos y ellas cavando cada vez más profundo su pozo, no haciendo nada efectivo por cambiar una situación tan desfavorable, es más agravándola cuando como esclavos mentales son dirigidos a atacar a aquellos pocos estados del mundo que todavía priorizan el bienestar de la gente sobre la codicia de unos pocos.
Socius fit culpae qui nocentem sublevat.