lunes, 26 de marzo de 2018

Nacionalismo lingüístico y la lengua común o estándar


Abundan los malentendidos y el desconocimiento sobre las lenguas, tanto que se confunden las actuaciones, motivaciones y pensamientos políticos con los lingüísticos. Muchos, por etnocentrismo, interés particular o también y principalmente por desconocimiento, creen que un idioma más hablado, más escrito o más extendido geográficamente que otro tiene un grado de superioridad respecto a sus compañeros que no  logran esos números o esa proliferación. Confundiendo, en hábito muy arraigado, especialmente en el mundo capitalista, cantidad con calidad.
Ocurre y es común del mismo modo tener por mejor o  natural el tipo de lenguaje que utilizan los dirigentes sociales. Que fue impuesto con fines razonables en casos o perversos en otros al resto de la población en los procesos de escolarización.
Un elemento clave de la ideología del nacionalismo lingüístico es presentar la imposición de una lengua estándar como un proceso natural de desarrollo gramatical de las lenguas, en el que los hablantes acaban aceptando la lengua más cómoda o comprensible para ellos... 1
Ignorando, a drede, que no fueron los que hablan quienes eligieron nada, sino que a temprana edad, de forma obligatoria y sin posibilidad de elección recibieron tal paquete lingüístico. Luego ellos y ellas mismos se fueron distanciando de ese patrón en su habla cotidiana, a la que los que crearon aquella lengua tan artificial llaman como vulgar. Ganas de distinguirse sin fundamento.
En todo esto se oculta o se trata de ocultar, con bastante éxito, el verdadero trasfondo del asunto.
... se hace invisible el trasfondo étnico, social y político de la lengua estándar, se produce un proceso de desetnización y despolitización de ella, que da como resultado una lengua neutral, común, cómoda y fácil para todos. 1
Les tendré que recordar que ninguna es naturalmente común para todos, ya que la propia característica humana, como la de otras especies, genera diversidad, tan fundamental para la supervivencia y riqueza de la vida. Ni que tampoco ninguna está por encima de una etnia o cultura determinada. La estándar es la de la etnia dominante.
Por supuesto tampoco están libres de la influencia política, bien para ser privilegiadas, marginadas o incluso prohibidas.
Ahora reflexionen sobre sus creencias arraigadas al respecto y recapaciten si tienen la suficiente capacidad de autocrítica, siempre tan necesaria.

Referencias-Notas:
Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico español. Península. 2014.

domingo, 18 de marzo de 2018

La mentira y la guerra


Decía Sófocles que la mentira no llega a vivir lo suficiente para ser vieja, aunque hay que decir que sí lo hace para causar el daño pensado y que a veces estas mentiras perduran en la mentalidad colectiva pese a que la fuerza de las pruebas las desmintiese. Les pongo dos ejemplos  de esto último: la masacre de Srebrenica y Holodomor, que demuestran como el adoctrinamiento supera a la razón.
No obstante, el tiempo de pervivencia de la falsedad, aunque sea breve, es vital para poder desencadenar una guerra. Esto se hace de la siguiente forma, se demoniza y difama a unas determinadas personas o si es necesario a una etnia o cultura entera, acusándoles de cometer atrocidades. Estas personas o culturas son rivales políticos, económicos  y militares de los inductores del conflicto, que no pueden mostrar sus motivaciones reales si quieren conseguir su objetivo. Y así recurren a la emocionalidad, candidez e ignorancia de los muchos incautos siempre presentes, que se dejarán arrastrar por la impostura del "algo hay que hacer" o "hay que parar esto", consiguiendo finalmente dar legitimidad a la brutalidad del conflicto bélico.
No es la indiferencia el mal que tenemos que reprochar, sino la miseria humana de hacer el mal justificándolo como una buena acción, como que se hace el bien. 
Para avivar los ánimos y la indignación colectiva, para eso, para eso se crearon las organizaciones humanitarias y los reporteros de guerra.
Siempre es mejor la gente que va lo suyo y no cae en esta histeria colectiva que aquellos que van de solidarios, pero en el fondo contribuyen a la muerte y destrucción de tantos países y sociedades. 
¿Hacemos un poco memoria? La Primera Guerra Mundial, "la guerra para acabar con todas las guerras", una de las grandes matanzas de toda la historia promovida por motivos humanitarios.

Cartel apelando a los sentimientos humanos: "Quedándote en casa estás dando tu aprobación a este tipo de cosas" ( las imaginarias atrocidades del enemigo).

Como ven, cambian los tiempos, pero no los métodos perversos para engañar al público. Lo vemos de nuevo en la reciente invasión de Libia  utilizando mercenarios de Al Qaeda y la OTAN.



¿Por qué el mundo no nos ayuda?", reza el titular, acompañado de: "los rebeldes imploran la intervención...". Los pobres rebeldes abandonados a su suerte (miembros fuertemente armados y bien pagados de Al Qaeda al servicio del poder occidental) solicitan ayuda de forma conmovedora, engañando a los muchos irresponsables que por su ignorancia política e histórica no son capaces de ver lo que hay detrás de tales imágenes emocionales.

El poder económico lanza las falsas motivaciones humanitarias a través de los medios de comunicación (en la foto las del diario británico The Independent en relación a Libia), de similar modo actúan las organizaciones "humanitarias", y la izquierda da validez a tales embustes. Entonces, la guerra, para robar, matar y someter, tiene el camino libre. Una historia interminable de barbarie.
El modus operandi de utilizar imágenes y discursos conmovedores para movilizar e incitar a la guerra es tan vieja como la humanidad. Tan vieja como la ignorancia humana de su propia sordidez.

En este empecinamiento de la estupidez humana seguimos y pese a que una vez se ha desatado el temporal y todas sus desastrosas consecuencias vemos lo nefasto de nuestras actuaciones, el tiempo pasa y se olvida, volviendo a repetir la terrorífica y dramática rutina de la justificación de la guerra.

lunes, 12 de marzo de 2018

Intransigencia cultural y política en España


Hay un serio problema de convivencia cuando en un Estado en el que coexisten varias culturas, la que ha sido y es la dominante se cree en un grado de superioridad respecto a las otras. Su inexistente mejor valía se confunde con el resultado de una imposición por motivos militares, políticos y/o económicos. Quienes no la tienen como la recibida por vía materna sienten un justificado malestar ante la postura de desprecio que muestran aquellos que se suben al cómodo tren de la mayoría. Aunque dicho tren no sea más rápido ni con mejores prestaciones que los otros trenes de las lenguas presentes.
Para justificar la injustificable postura de considerar de una posición más elevada  lo que se ha establecido de una forma artificial y arbitraria, se recurre a un engaño más. Se dice que hay una lengua y cultura común, que incluso está por encima de aspectos étnicos. Ambas presunciones están igualmente adulteradas. Tal aparente comunidad es fruto violento de la obligación de aprender la historia e idioma del que se impuso por vía militar o económica, no por vía cultural. Y, por supuesto, que tengas mucho dinero o un poderoso ejército no hace que lo que tú hablas o tus costumbres dejen de pertenecer a una etnia determinada, como así ocurre con el castellano.
Cuando los dominados defienden justamente y valientemente su identidad ante los que quieren someterlos, son descalificados de diversas formas. Una típica en España es marcarlos como nacionalistas. Eso sí, solo para los otros, pese a que tal calificativo o es para todos o no lo es para nadie.
Las actuaciones de los grupos no dominantes a favor de su lengua, de su cultura y de su Independencia política se tildan de nacionalistas, mientras que las de los grupos dominantes se califican como no nacionalistas. Pero es que las actuaciones de los denominados grupos no nacionalistas también se fundamentan en la defensa y promoción de una lengua, una cultura étnica y un poder político de una nación concreta y, por tanto, son igualmente nacionalistas. 1
La intransigencia y la violencia son características de la historia española. De ahí la poca unión que existe, al que no puede considerarse como país, sino como sojuzgamiento de países, de ahí que sus dirigentes se hayan amparado y amparen en poderes mayores externos, como Estados Unidos, para mantener el poder y control interno.
Hoy vemos a los gobernantes elegidos democráticamente por los catalanes teniendo que huir de España,  los que pudieron, para no ser encarcelados y privados de sus bienes por poner en práctica la libertad política. Para no ser presos políticos.

Referencias-Notas:
1. Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva. Península. 2014.