viernes, 1 de noviembre de 2013

Estados Unidos enmascaró y enmascara el imperialismo con la retórica de la libertad.




La invasión militar y la expulsión y exterminio de los nativos norteamericanos encontraron su justificación con el denominado Destino Manifiesto, con el que ya  se tenía una base teórica sobre la que sustentar esta invasión militar y la conquista del continente. Así, el periodista John L O´Sullivan publicaba en el año 1845, en la revista Democratic Review de Nueva York, esta justificación a la ocupación ya realizada desde hace muchos años atrás:

El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.

El propio O´Sullivan indicaría que eran una nueva nación con escasa conexión con el pasado de las naciones europeas y aún menos con su historia de glorias y crímenes. Señalaba que la nueva nación era el nacimiento de una nueva historia, donde se desarrollarían los derechos naturales del hombre y criticaba duramente la actitud de los nobles y monarcas de Europa por la crueldad y opresión sobre la población de sus países:

América está destinada para mejores acciones. Es nuestra incomparable gloria de que no tenemos reminiscencias de campos de batalla, sino en defensa de la humanidad, de los oprimidos de todas las naciones, de los derechos de la conciencia, del derecho a votar. Nuestros anales no describen escenas de horribles matanzas, donde los hombres son dejados por cientos o miles para matarse unos a otros, embaucados y víctimas de emperadores, reyes y nobles, demonios de forma humana llamados héroes. Nosotros hemos tenido patriotas para defender nuestras casas, nuestras libertades, pero no aspirantes a coronas o tronos. (1.)

No obstante, Estados Unidos se apuntaría pronto a los  anales de escenas horribles, donde los hombres son dejados matar y morir por miles y miles, centenares de miles y millones, no en beneficio de reyes, pero sí en beneficio de la nueva aristocracia de América del Norte. Sin embargo, y a pesar de las incontestables evidencias mostradas en cada guerra en que participaba la nación norteamericana, estas palabras se han utilizado una y otra vez para apoyar y justificar las invasiones y guerras promovidas por EE.UU. Tratando de hacer ver que ellos luchaban por nuevos y nobles motivos relacionados con elevados principios. Pero los intereses y objetivos de las guerras en prácticamente nada difirieron  de las llevadas a cabo por los europeos y reflejaban y reflejan la profunda hipocresía que envuelve a tales pretensiones, que tratan de adornar y cubrir el uso de la violencia con un manto de bellas declaraciones. Como decía William Appleman:

Nosotros hemos enmascarado la verdad de nuestro imperialismo con la retórica de la libertad.(2.)

Desde entonces, y no importa lo bárbaras que fuesen sus campañas militares, no han dejado de usar este suntuoso y eficaz disfraz; sin embargo, los hechos se mostraban y se muestran tozudos, contundentes y demoledores respecto a su nulo respeto por la libertad o por la vida de otros países o personas.(3) Y lo demostrarían una y otra vez: contra los nativos, contra los esclavos negros, contra los poderes europeos y posteriormente en todos y cada uno de los territorios y continentes por donde fueron expandiéndose en la geografía mundial . 

Notas:
(1) John L. O'Sullivan. On Manifest Destiny, 1839. "The Great Nation of Futurity," The United States Democratic Review, Volume 6, Issue 23, pp. 426-430.
(2) Jacques R. Pauwels. El mito de la guerra buena. EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Hondarribia: Hiru, 2002, p 81.
(3) Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Libertarias. 2012.


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