martes, 4 de septiembre de 2012

¿Hasta cuándo aguantará la gente?



Ya en el año 2010 el conocido periodista Ignacio Ramonet se preguntaba: "¿Cuánto aguantará el hastío popular?",1 en alusión al abuso que las clases más pudientes que controlan el mundo económico, los llamados "mercados", hacían ya sobre el resto de la sociedad.
Hay que decir que tal pregunta no tiene una fácil respuesta, entre otras cosas porque la clase dirigente tradicionalmente ha abusado y ha explotado hasta la médula a la gran mayoría de la población. Cuánto está dispuesta a aguantar esta población, hasta qué grado de abuso tolerará, no es fácil saberlo. Aunque la capacidad de aguante y de sufrimiento del llamado pueblo es notoria, soportando robos, ultrajes y asesinatos con, a veces, estremecedora paciencia.
Creo que la explicación de tal comportamiento está en gran medida en un miedo ancestral, causado por el terror aplicado de forma histórica por esa clase o clases dirigentes, junto con un muy arraigado egoísmo y un natural espíritu gregario. "¿Quién se va a mover para ser él el castigado, el represaliado?" "Que se muevan otros", ese parece ser el comportamiento que ha imperado. Los seres humanos se comportan más por repetición e imitación que por aportar nuevas ideas o por cuestionar las existentes. Bakunin, un brillante pensador casi olvidado para lo que merece ser recordado, se fijó bien en este carácter humano y su comportamiento en la sociedad:
Sobre mil hombres apenas se encontrará uno del que se pueda decir, desde un punto de vista no absoluto, sino solamente relativo, que quiere y que piensa por sí mismo. La inmensa mayoría de los individuos humanos, no solamente en las masas ignorantes, sino también en las clases privilegiadas, no quieren y no piensan más que lo que todo el mundo quiere y piensa a su alrededor. 2
En otras palabras, usted encontrará muchas  más personas con comportamientos y pensamientos heterónomos que con comportamientos y pensamientos autónomos. Si es que en el fondo parece más práctico comportarse de esta manera, aunque luego la historia nos enseñe abundantes lecciones de que no es siempre así, de que muchas veces seguir eso es lo más peligroso que se puede hacer. Me viene a la memoria el desastre de Bophal en la India, por falta de controles y de haberse movilizado a tiempo, o la misma miseria crónica en ese país, la India, o la pobreza arraigada ya en España. Tal vez, si la mayoría de los habitantes de esos lugares hubiesen decidido ser los dueños de su vida, y por tanto de su política y de su economía, las cosas hubiesen sido de tal forma que tales males no hubiesen ocurrido jamás.



1.Ignacio Ramonet. La cuestión social. Le Monde Diplomatique. Abril 2010.
2. Mijaíl Bakunin. Dios y el Estado. 1882.

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