jueves, 26 de julio de 2012

La guerra de Corea: historias no recordadas.



De acuerdo a la visión del mundo de la Administración estadounidense, que se ha convertido en la visión occidental, la Corea comunista (la zona norte de Corea) atacó a la Corea que supuestamente buscaba la libertad (la zona sur), y lo hizo con la ayuda de la Unión Soviética; entonces se intervino ante este atropello a la libertad y ante las matanzas de civiles inocentes por “el comunismo”. Ya en 1950 en un filme, El crimen de Corea,  realizado por el ejército norteamericano, se culpaba de unas matanzas sobre civiles a los comunistas  y aparecía la voz en off de Humphrey Bogart diciendo: “Algún día los comunistas pagarán por esto”, e indicando que sabrán los muertos que se han producido y actuarán por ello contra los criminales de guerra.(2) El problema con estas acusaciones viene de que las muertes de esos coreanos fueron debidas a la policía del régimen de Corea del sur controlado por EE.UU., no a los “comunistas”; y así tuvo lugar una matanza en la ciudad de  Tae Jun, donde unos 7.000 prisioneros políticos coreanos fueron ejecutados por la policía del sur de Corea ante el propio ejército norteamericano y la CIA, que colaboraban con ellos.(3) Por lo tanto, Bogart habría tenido que buscar a otras personas como criminales de guerra, muchos de ellos altos mandos de su propio país.
Antes de la guerra de Corea, de 1945-50, fueron asesinados unos 100.000 coreanos del sur por el régimen colonial instalado por EE.UU. y en los meses previos se calcula que hubo 200.000 muertos más.(3)
El comienzo de la guerra se atribuye al ataque de Corea del Norte en 1950, pero en realidad la guerra como tal ya había comenzado meses antes. Entre mayo y diciembre de 1949 ya había habido choques militares al traspasarse el paralelo 38, con bajas de cientos de muertos, algo más de la mitad de los incidentes habían sido iniciados por Corea del Sur. (3), (4)
La situación de Corea no era muy diferente a la de Vietnam, donde el colonialismo de las potencias extranjeras trataba de evitar la unión e independencia del país. En el caso de Corea esto condujo a una guerra descarnada donde los EE.UU. escribirían uno de  sus capítulos más sangrientos y monstruosos en su historia. De un país de unos veintitrés millones de habitantes tres millones fueron asesinados, con una proporción de seis a uno en  relación a su pertenencia al norte o al sur. La desinformación que hubo entonces sobre Corea condujo a que se agravara enormemente la situación, el corresponsal militar del New York Times, Hanson Baldwin, describía a los norcoreanos como alimañas que venían chillando. Este carácter racista no era nuevo en la prensa y el ejército estadounidense, ya se vio en las invasiones a Filipinas y a Haití, y sucedería pronto en Vietnam.(3)
Las violaciones de mujeres coreanas, tanto en el sur como en el norte, por parte de los soldados estadounidenses se sucedieron con frecuencia. El bombardeo de ciudades y poblaciones del norte fue llevado a cabo de forma devastadora por el ejército de EE.UU., hasta tal punto que superó los ya bárbaros y criminales ataques hechos en Japón y Europa por la aviación  norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. Así ciudades como Shin Eui Ju fueron destruidas en un 95 %, Pyongyan en un 85 % o Hamhung en un 80 %. (3), (4)
El napalm fue usado en estos bombardeos con el fin de provocar el mayor daño y efecto posible. Uno de los mayores fabricantes de Napalm fue la compañía Dow Chemical Company (patrocinador ahora de los Juegos Olímpicos de Londrés 2012); que también fabricó el agente naranja con el que arrasaría los bosques, agua y tierra de Vietnam, además de contaminarlos con dioxinas. La fuerza aérea estadounidense destruyó Corea con esta “maravillosa arma” (el napalm). (5)
Hacia 1968 Dow Chemical Company, uno de los mayores fabricantes de napalm, no podía entrar a gran parte de los campus universitarios para  reclutar empleados debido al uso de napalm en Vietnam, pero océanos de este fueron lanzados en Corea silenciosamente o sin noticias en América, con efectos  mucho  más devastadores, puesto que la DPRK [Corea del Norte] tenía muchas más ciudades pobladas e instalaciones industriales urbanas que las que tenía Vietnam.(4)
Los  efectos del napalm en los civiles eran terribles, apareciendo cubiertos por una costra oscura, que en caso de no morir dejaba el cuerpo lleno de llagas y salpicado de bolsas de pus amarillo. Los mismos soldados norteamericanos sufrieron a veces el llamado “fuego amigo”, como el caso de la unidad de James Ransome cuyos hombres:
Rodaron en agonía por la nieve, suplicándole que les disparase, mientras su piel se quemaba y se pelaba,  “como las patatas fritas”.(4)
Tal vez viendo el sufrimiento en carne propia se entienda mejor el sufrimiento ajeno.
El general Ridgway entusiasta de lanzar napalm con los B 29, pero que no  estaba en el frente de la batalla sino bien protegido y a buen resguardo, indicaba que había que “aniquilar toda la vida” allí donde hubiese un objetivo.  Otra táctica militar fue el destruir las presas para acabar con los cultivos e inundar los pueblos y ciudades adyacentes, con el fin de extender el hambre y la muerte. Esto también se realizó en la “Guerra buena”, la Segunda Guerra Mundial, en la propia Europa. (4)
En Corea, en realidad, se terminó cometiendo un genocidio, y el haber mostrado a los coreanos como subhumanos o salvajes volvió a constituir una justificación bárbara y criminal; como ya lo hicieron los nazis en su día o los propios norteamericanos en las islas del Caribe, en las del Pacífico o en México. Otra vez se volvían a cometer enormes crímenes contra la humanidad y otra vez no hubo ni intención ni decisión para juzgar tales crímenes. De hecho, tales atrocidades no fueron ni siquiera conocidas en occidente, no se conocen apenas hoy a comienzos del siglo XXI, y así difícilmente puede haber paz, reconciliación y entendimiento entre los pueblos y países.
Estados Unidos perseguía someter al Sudeste de Asia para servirle económicamente., como el norte no siguió estos preceptos fue masacrado y destrozado. En cambio, el régimen de Corea del Sur recibía elogios, como indicaba el periodista coreano Kym Sam-Kyu:
La política económica de la administración Park aparentemente suscita la admiración, no porque su construcción económica se esté llevando a cabo de una forma firme y razonable, sino porque Corea del Sur está siguiendo una política económica de “puertas abiertas” y ofrece abundante mano de obra barata.(6)
Las puertas abiertas significaban no poner ninguna restricción a las políticas económicas de las grandes compañías estadounidenses en suelo coreano. Lo que el mundo de los negocios buscaba era poder controlar a su antojo los recursos de Corea, incluidas sus gentes. No resulta un perfil muy prometedor ni deseado para ningún país que  quiera ser libre y desarrollarse, y no es por tanto extraño que sea rechazado. Por este motivo se recurre a la guerra, para imponer por la fuerza lo que por voluntad propia se rechazaría. La violencia le da resultados al mundo de los negocios norteamericano, aunque sea algo antagónico  con la democracia, la libertad y los derechos humanos.
El camino que seguiría EE.UU. con otros países asiáticos como: Vietnam, Camboya, Laos…, tendría el mismo objetivo, el sometimiento económico a la potencia extranjera:
Aunque muchos  expertos americanos e ideólogos rechazan admitirlo, la guerra de Vietnam es simplemente un episodio catastrófico, un desolador y costoso fallo en este esfuerzo a largo plazo para reducir el este de Asia y mucho del resto del mundo en parte del sistema económico dominado por América [EE.UU].(7)

De: Mikel Itulain. Justificando la guerra.2012.

PS:

La guerra de Estados Unidos contra Corea realmente se inició de forma activa y decidida ya en 1945. Ver esta historia de sabotaje sobre la soberanía coreana.


Fuentes:

  (2).U.S. Army Signals Corps. The Crime of Korea. Film.1950. 
 (3) Sherwood Ross. The Korean War: The “Unknown War”. Geopolitical Monitor, 17.3.2011.
  (4). Bruce Cumings. The Korean War. Modern Library. 2010.
 (5) E.F. Bullene. Wonder Weapon: Napalm. Army Combat Forces Journal. November, 1952.
  (6). Noam Chomsky. At War with Asia, p. 2.
  (7).  Ibid. p. 4.


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