Cada persona, cada organización o cada país puede verse y entenderse por su pasado, por su historia. Querer ignorar ésta suele traer consecuencias.
Así, pensar que porque ha llegado un presidente a la Casa Blanca, Trump, que dice que quiere entenderse con uno de sus grandes rivales, la Federación rusa, y que siente sintonía con su presidente, Putin, que por eso se va a llegar a una paz duradera, respetándose cada uno y sin imposiciones o dominio de uno sobre otro, es no sólo ignorar su propia historia, sino la historia mundial durante milenios. Siendo algo sencillamente no posible, porque de hecho sus intenciones finales, las del imperio actual , como las de cualquier otro que ha existido, no son precisamente ésas. Ya había esbozado éstas cuando les hablaba de una supuesta Mediación del agresor en un conflicto que él mismo ha generado a propósito.
Basta entonces ver cuáles son los planes reales para tal comportamiento y la presente situación. Y para ello, como les he comentado tantas veces, hay que ir allí donde éstos se exponen para la gente importante según su perspectiva, para la gente de poder y no para el público en general. Estos órganos de expresión suelen ser los denominados Think Tanks.
En la publicación sobre asuntos y relaciones internacionales, Foreign Affairs, impulsada por el poderoso Think Tank, Council on Foreign Relations, 1 se expresa con claridad cuál va a ser el nuevo camino de los dueños del imperio estadounidense. Para este cometido la figura de Trump, pese a toda la campaña desatada contra él, viene como anillo al dedo. Porque a través de él, con su popularidad y forma de ser, podrán hacer cosas ahora necesarias que con los dirigentes demócratas, tan impopulares y torpes, no sería posible acometer.
Hay un informe que tanto por su profunda sagacidad y conocimiento merece ser conocido. Tiene un título elocuente: El retorno del gran poder de la diplomacia. Cómo la negociación estratégica puede fortalecer el poder americano, está escrito por A. Wess Mitchell. 2
La imagen que lo ilustra es bien demostrativa. Poderes superiores manejan como un compás este supuesto acuerdo.
Refleja como la administración Trump ha iniciado inesperadas relaciones diplomáticas con sus rivales, volviendo a una política que Washington ya utilizó en el pasado. Y que en estos tiempos, donde el poder estadounidense no es total sobre sus rivales, a los que no podría vencer a todos a la vez, se requiere de sutiles instrumentos diplomáticos para navegar y dirigir un mundo donde otros grandes poderes han emergido y están presentes. De ahí que Trump sea el candidato ideal para el presente que vivimos.
La sabiduría del autor queda reflejada al mostrarnos como la oportuna diplomacia ha sido un instrumento magnífico para consolidar y fortalecer el poder desde el pasado más remoto y las civilizaciones más antiguas. Nos recuerda que estos métodos ya están datados en Mesopotamia en el año 2850 antes de Cristo.
Escritos antiguos de la India describen las funciones de sus embajadores: mantener los términos de los tratados, ganar aliados o instigar o provocar enfrentamientos entre los enemigos. Algo que no ha dejado de hacerse hasta el día de hoy.
En la Europa del siglo XIX destaca la figura del canciller Otto von Bismarck, que posibilitó unificar Alemania y establecer un balance de poder que evitase la guerra, manteniendo el estatus quo presente. Siguiendo principios realistas.
Del siglo XX muestra las negociaciones de Yalta de 1945. Donde los grandes poderes que emergieron tras la Segunda Guerra Mundial llegaron a acuerdos para mantener sus esferas de poder sin confrontar directamente con las otras grandes potencias. El dirigente ruso, Vladimir Putin, sueña con algo así ahora, olvidando que si la Unión Soviética pudo estar allí y defender sus posiciones fue porque ganó la guerra. Algo que la Rusia actual en modo alguno ha hecho, mostrando continuamente una posición poco decidida y débil, suplicando una y otra vez negociar. Y que alguien fuerte y un ganador nunca debería hacer, porque es eso precisamente que nunca debe hacerse antes de negociar. Todo aquel que quiera hacerlo en buenas condiciones. Más cuando vas ganando la guerra y contra todo sentido te muestras como un perdedor. Y así como te ven, así te tratan.
Otro ejemplo diplomático que destaca especialmente es el de Nixon en los años 70 con China. Donde se centraba en un balance de poder evitando el auge de nuevos poderes sin recurrir a grandes guerras. Lo ideal para un poder ya hegemónico como los Estados Unidos que confrontaba a la Unión Soviética. Estableciendo unos principios básicos para que la diplomacia fuese realmente efectiva. Por ejemplo, se priorizan los intereses estratégicos sobre los ideológicos. Un acercamiento con la República Popular China fortalecía al país norteamericano y debilitaba a la URSS. También se veía la importancia de cómo las buenas relaciones personales en el más alto nivel facilitaban esa diplomacia, pudiendo romper con años de aislamiento. Esto lo vemos ahora con la sintonía Trump-Putin. Así mismo, esos avances posibilitaban notorios cambios geopolíticos sin recurrir a la guerra directa.
Sin embargo, tras la caída de la Unión Soviética en 1991, las cosas cambiaron notablemente. Y el mayor poder en la Tierra, al no tener su rival que le contraponía, se vio con la capacidad y deseo de hacer lo que se le antojara. Ya no era necesario negociar, lo que querían lo tomaban por la fuerza, bien usando lo militar o bien recurriendo al chantaje económico. Se perdieron las formas y éstas tornaron las de un vulgar matón que no repara en ellas ni en el modo de cómo se hagan. En memoria lad guerras contra Yugoslavia, Libia o Siria.
La diplomacia, tan importante en las relaciones internacionales, cayó en el olvido.
Pero ahora los tiempos son diferentes. Con nuevas potencias ya desarrolladas a las que no se puede intimidar y vencer de esta forma. Al menos, como decía antes, no a todas a la vez. De ahí que ahora la diplomacia y las relaciones personales se fomenten, no con el fin de un mundo en paz y concordia, una visión idealista para quien ostenta el poder, sino de conseguir los mismos objetivos de dominio y sumisión mediante métodos más sutiles, al menos al principio, y hacerlo de modo más escalonado y menos directo. Es el tiempo del zorro, para con el tiempo, en su momento, pasar al tiempo del león. Son estrategias que ya describió Maquiavelo.
Continuaremos así en una segunda parte, llegando hasta nuestros días y los que están por venir.
Referencias-Notas:
1. Tony Cartalucci. Naming the Names: Your Real Government. . 2011 March.
https://landdestroyer.blogspot.com/2011/03/naming-names-your-real-government.html?m=1
2. A. Wess Mitchell. The Return of Great-Power Diplomacy. How Strategic Dealmaking Can Fortify American Power. Foreign Affairs. May/June 2025. Published on April 22, 2025.