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domingo, 6 de enero de 2019

Relatos sobre mi experiencia en Libia


A lo largo de la vida, por muy extensa que esta pudiera ser, no se encuentran tantas personas verdaderas como uno quisiera. Personas fiables, honestas, con principios, aunque con ellas no se tenga por qué coincidir en tantos y tan variados aspectos de la vida.
Estos seres humanos no se mueven como las veletas según la dirección del viento dominante, sino de acuerdo a la de sus propias y sólidas convicciones, algo como saben poco común. No piensan exclusivamente en ellas, no se ensañan con los congéneres caídos en desgracia ni abusan de los más débiles. Son, por todos estos motivos, mujeres y hombres esenciales; en quienes se piensa cuando se tiene poca confianza en el género humano.
Leonor Massanet es una de ellas y ellos. La conocimos cuando valientemente y contra viento y marea nos hablaba de la barbaridad que se estaba perpetrando desde Europa occidental y Norteamérica contra un país denominado Libia, tan cercano geográficamente pero tan lejano por nuestro desconocimiento sobre él y que Leonor nos mostraba.
En el año 2011, cuando una retrógrada agresión colonial se llevaba a cabo en el norte de África y en Oriente Medio, puesta en marcha mediante la denominada "Primavera Árabe", se desató una vez más una histérica e intensa propaganda de guerra, demonizando al sistema de gobierno, la Yamahiriya, y a su líder, Gadafi, que habían llevado a su nación de una dependencia de las potencias occidentales y de una pobreza extrema, a ser independiente política y económicamente, siendo la más próspera de su continente y la mayor inversora en otros estados de África.
Siempre encuentran los que por intereses comerciales desean las agresiones militares, gente que por codicia, falsos premios y reconocimiento a su labor mercenaria y degradante les presten sus servicios para engañar a la gente ignorante de que la intervención es necesaria. Por un puñado de dólares harían cualquier cosa y ahí tuvimos a los "progresistas" de nuestros lares en tan luctuosa tarea.
Si tienen interés por cómo era Libia en el plano político y económico les dejo estos enlaces: Una comparativa entre democracias y Luces y sombras. Y sobre lo que hicieron con el Ataque de la OTAN y sus escuadrones de la muerte: Al Qaeda en el poder.
Dicho esto, vayamos ya al conocimiento de esa sociedad libia que tanto necesitamos y que nos trae Leonor en una obra publicada en 2014, Relatos sobre mi experiencia en Libia, que ella me hizo llegar con una dedicatoria y que agradezco enormemente.


Debemos recordar que ya desde ese año 2011 nos informaba a través de su blog y este libro sirve además de testigo de lo que había sido este país, para vergüenza nuestra que lo destruimos.
En el prólogo Purificación González de la Blanca nos adelanta:
A lo largo del relato se respira humanidad. Y deseo de informar, de derribar tabúes y barrer con algunas de las deformaciones mentales, equívocos, y hasta infundios, extendidos y arraigados a través de los siglos sobre la cultura musulmana.
No era un estado atrasado, sino avanzado, no obstante, conservaba su cultura y no se avergonzaba de ella, señala Leonor Massanet:
Los libios conservan sus costumbres ancestrales mientras que han ido o van a la universidad, tienen información sobre el mundo entero gracias a la TV vía satélite que hay en todas las casas, hablan idiomas, viajan en sus estudios universitarios o postgrados... Todo ello da lugar a una amalgama singular y apasionante que vale la pena conocer.
En un mundo tan excesivamente materialista como el nuestro chocan otras perspectivas más sensatas.
El hogar lo hacían las personas y no las cosas. Posiblemente esta sea una de las bases más importantes que nos diferencian en estos momentos y que a mí más me llegaron al corazón.
Nuestro progreso, que muchas veces no es tal, nos ha conducido a una notoria deshumanización, perdiéndonos aquello que realmente vale la pena en la vida. Desde luego no es ver la superficialidad de la televisión o de Twitter.
Recuerdo cuando era niña y nos sentábamos todos los hermanos con mis padres en la terraza por la noche para mirar las estrellas y hablar. Pasábamos horas dejando que las ideas, sueños o pensamientios fluyeran todos juntos, relajados, mientras mi padre nos enseñaba los nombres de algunas estrellas o nos contaba alguna historia de su infancia o de la guerra civil. Luego la TV, la informática y toda la tecnología y sociedad de consumo nos ha convertido en robots.
En relación a las diferentes costumbres debemos tener en cuenta nosotr@s y también ell@s lo siguiente.
Porque la realidad es que la misma sorpresa que nos produce a nosotros unas formas tan diferentes a las nuestras, ellos sienten lo mismo respecto a nosotros.
El desconocimiento de otras culturas, determinadas por su hábitat y clima, se presta a utilizaciones políticas tendiendo al fácil ataque y la calumnia sin base alguna. La recurrente historia de que se tapan las mujeres siempre por imperativos religiosos o machistas.
A los pocos días de estar en la casa familiar pensé que gustaría empezar a leer el Corán para encontrar la relación entre algunas costumbres del país y el Corán, como por ejemplo el hecho de que las mujeres se tapen la cabeza que según occidente es una ley musulmana. La realidad es que averigüé que simplemente es una costumbre de los países muy cálidos del desierto y nació para proteger la piel de las personas tanto hombres como mujeres o para protegerse del viento.Pero es que en el sur se ven tantos hombres con la cabeza tapada como mujeres al igual que la cara. Incluso yo misma en el desierto me tapo siempre la cabeza y muchas veces durante el día también la cara porque el aire es tan seco y el sol tan intenso que la cara se queda hecha un pergamino en un santiamén.
Las preocupaciones de las "feministas" y de los "progresistas" de nuestros lares por la vida y suerte de las mujeres africanas o de Oriente Medio no son sino un dramático fraude, resultando ser sus  más letales enemigos. Lo vimos claramente con Libia: La guerra y los derechos de las mujeres.
Ni en Libia ni aquí toda la gente era estupenda, si así fuese el mundo de ese talante sería, pero no lo es. No pensamos, pese a los malos dirigentes que tenemos, que se bombardeen nuestras infraestructuras: agrícolas, industriales, de servicios... Nos parecería loco, sin embargo, es lo que hicimos en Yugoslavia, Irak, Siria y este país de África. A pesar de que ellos tenían direcciones políticas que tenían preocupación por sus ciudadanos y habían conseguido un importante avance social.
La naturaleza humana es la misma de base por todo el mundo y sabemos que siempre hay gente más respetuosa, y otras que viven aprovechando al máximo la energía de los demás.
Donde más se acusaban las diferencias entre este país que relata Leonor y nuestras sociedades "civilizadas" es en el aspecto económico. Que se prorize la vida personal y social sobre el puesto de trabajo, dando todo tipo de facilidades y tiempos, con la aceptación del empresario como algo normal, hecho que se comenta en el libro, aquí nos parece sueño. Podemos engañarnos a nosotr@s mism@s y decir que ellos disponen de grandes recursos energéticos, como el petróleo, no obstante, ya los tenían antes de llegar al poder Gadafi y entonces eran la población más pobre del continente, después fueron los más prósperos. Lo mismo lo aplicamos a Venezuela, de la miseria de la era preChávez al progreso real obtenido, pese al chantaje de las oligarquías locales y foráneas, acompañado de la inmensa manipulación mediática.


Las diferencias comentadas radican en que los bienes allí estaban pensados para el provecho común, no para crear unas pocas y disparatadas fortunas conjugadas con enormes barriadas de marginación llenas de pobreza. El libio de a pie tenía voz y poder de decisión en los aspectos económicos esenciales de su estado, el español de a pie no cuenta nada, ni siquiera en lo que va a hacer la empresa donde trabaja. A ver si algunos empiezan a comprender donde había más democracia verdadera. Es evidente donde, salvo para los que no quieren ver, que son siempre los mayores ciegos.
Tienen una interesante lectura de la que disfrutar, que les hará mejores, mejores en conocimientos y tolerancia respecto al mundo en el que viven.

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