Nicolás Maduro ha mostrado su talla política a nivel nacional e internacional
Llega el final de este año, uno más en nuestras vidas, que no es poco.
¿Hemos aprendido algo valioso de él o seguimos en las mismas de no querer entender este mundo en el que vivimos?
Dos mil diecisiete supuso el fin de la era Obama, un fraude en todos los sentidos, y la llegada de un presidente aparentemente atípico, pero que como sus predecesores sigue la agenda corporativa cometiendo los conocidos desmanes y disparates a los que estamos ya habituados de las administraciones estadounidenses.
También pudo habernos enseñado que no puedes creer a personas que supuestamente defienden a los refugiados que llegan de de los conflictos generados por occidente en el norte de África o en Oriente Medio, cuando esos mismos han justificado esas agresiones externas contra estados realmente democráticos, como era Libia o es Siria, que son las que han provocado esa tragedia. Del mismo modo, que estos "progresistas" se fijasen en unos refugiados y no en otros, es el caso de los que se originaron por la llegada del fascismo a Ucrania, especialmente en Donbass, con la mayor limpieza étnica y ola de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial contra las personas de cultura rusa promovida por la junta neonazi de Kiev, delata una segunda intención, utilizar a todas estas personas como arma política y justificante contra precisamente los gobiernos de sus países, los de los inmigrantes, acusándolos falsamente de ser los generadores de tal problema. Además, y para colmo, se utiliza a esas personas desesperadas como mano de obra barata para destruir las condiciones laborales en Europa. Ese análisis necesario sobre si debe haber fronteras abiertas o no a los refugiados lo tienen aquí.
Libia fue destruida, ahora organizaciones "humanitarias" se quejan de que no solo el país está destrozado y en la miseria, sino que la esclavitud es ya moneda corriente, cuando ellas mismas participaron activamente en esa destrucción: Amnistía Internacional en Libia.
Occidente vive en su arrogante burbuja de sordera y ceguera, y no sale de ella.
A resultas de esto, ¿nos interesa realmente lo que ocurre en otras partes del mundo que no sea el nuestro? ¿Nos interesa, por ejemplo, lo que realmente sucede en Siria?
En este egoísmo y ofuscación somos presa fácil del engaño y de la manipulación de las emociones para promover conflictos bélicos por parte de dirigentes desaprensivos que harán negocio con el severo sufrimiento ajeno. En la creación de esa ignorancia, cerrazón y miedo en la sociedad intervienen de forma fundamental los medios de comunicación. No olvidemos, lo hacen de forma intencionada, pues son los portavoces del entramado de las corporaciones financieras e industriales. Siempre fue mejor para la explotación económica tener gente embrutecida y atemorizada que crítica y solidaria. Hoy en día no podía ser diferente. Y tengamos presente, los que se autotitulan como progresistas no son mejores, son otra estrategia para el mismo objetivo.
Hasta qué punto diarios, televisiones y radios condicionan y confunden al público lo podemos ver en numerosos ejemplos. Uno ya casi olvidado y que sigue arrastrando desinformación en abundancia es la guerra en Yugoslavia, de hace ya más de dos décadas. Lo recordaba para los atónitos en una entrevista. Mal en nuestra comprensión del pasado más o menos reciente, aunque no es mejor ahora. ¿Están los que le rodean dispuestos a escuchar lo que tiene lugar en Venezuela o a seguir con los chascarrillos y mentiras facilonas? ¿Vemos su titánica y acertada lucha por la democracia?
¿Queremos verlo o seguimos encerrados y atrapados por las falsedades que nos bloquean y no nos dejan avanzar?
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