MÉDICOS DEL MUNDO Y SU PROPAGANDA DE GUERRA EN YUGOSLAVIA: Purificación étnica quiere decir: campos, violaciones, asesinatos, ejecuciones y deportaciones en masa de las poblaciones no serbias de Bosnia-Herzegovina y de Sarajevo. Los Nacionalistas serbios llegarán hasta el final de su ideología mortífera. Médicos del Mundo ha decidido continuar sus misiones médicas y su ayuda de urgencias, pero no se va a callar.
ALTO A LOS CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD DE LOS NACIONALISTAS SERBIOS. 1
En estos tiempos que vivimos, donde de nuevo azotan los vientos de las mentiras cargadas de veneno para avivar los ánimos y exhortar a la locura generalizada, que vemos ahora en Siria contra su gobierno legítimo y su soberanía nacional, y a favor de los terroristas que por un puñado de dólares derraman sangre, es necesario recapitular y recordar como esta barbarie ha sido promovida una y otra vez en cada conflicto y país afectado. Recordar, sí, no olvidar y no volver a cometer las atrocidades y horrores pasados. Que si no se está atento se vuelven presentes.
Las emociones y la indignación son fomentadas para evitar y anular la pasividad, y se hace habitualmente mostrando las atrocidades realizadas por el supuesto enemigo; especialmente con casos que desaten enojo, como ocurre con la violencia contra personas indefensas, principalmente niños y también mujeres. Teniendo en cuenta, y sabiendo, que todos los seres humanos tenemos un sentido protector y de justicia y que ante semejantes abusos expuestos así no habrá indiferencia. Por este motivo es necesario recordar que cuando recibimos una supuesta información, debemos tener medios y forma de comprobarla, porque algo tan grave y con unas consecuencias tan peligrosas requiere de unas evidencias concluyentes. También hay que tener presente que la experiencia pasada, la historia, nos enseña que casi todas estas supuestas atrocidades y crímenes que se mostraron en el pasado para justificar no importa qué guerra o qué conflicto, y que se dijeron y expusieron con pasión, con súplica e incluso con ira y denuncia, fueron de forma casi generalizada inventadas o fabuladas. O cuando existieron estas, simplemente fueron exageradas en grado extremo o mostrando una visión parcial y sesgada de los sucesos, contando aquellos crímenes realizados o no por el considerado como enemigo y callando ante los propios o los de los aliados, que muchas veces eran peores que los perpetrados por el contrario. Ejemplo de este último caso es lo sucedido en Yugoslavia en los años 90 del siglo XX, conflicto provocado desde el exterior en el que los serbios sufrieron incluso mayor daño que ninguna otra comunidad, pero fueron expuestos como los principales causantes de las atrocidades. También lo vemos en los sucesos en Ruanda y en la R.D. del Congo, a mediados de los 90, donde se recuerda la matanza de Tutsis por los Hutus, pero no las mucho mayores de Hutus por el Frente Patriótico Ruandés de Paul Kagame, menos de medio millón de personas asesinadas en un caso, frente a más de seis millones en el otro; este suceso estuvo amparado principalmente por Estados Unidos, la potencia mundial actual; por esta circunstancia tan capital los medios de comunicación se han encargado principalmente de ocultarlo (Edward S. Hermann & David Peterson, 2011). 2
Las emociones y la indignación son fomentadas para evitar y anular la pasividad, y se hace habitualmente mostrando las atrocidades realizadas por el supuesto enemigo; especialmente con casos que desaten enojo, como ocurre con la violencia contra personas indefensas, principalmente niños y también mujeres. Teniendo en cuenta, y sabiendo, que todos los seres humanos tenemos un sentido protector y de justicia y que ante semejantes abusos expuestos así no habrá indiferencia. Por este motivo es necesario recordar que cuando recibimos una supuesta información, debemos tener medios y forma de comprobarla, porque algo tan grave y con unas consecuencias tan peligrosas requiere de unas evidencias concluyentes. También hay que tener presente que la experiencia pasada, la historia, nos enseña que casi todas estas supuestas atrocidades y crímenes que se mostraron en el pasado para justificar no importa qué guerra o qué conflicto, y que se dijeron y expusieron con pasión, con súplica e incluso con ira y denuncia, fueron de forma casi generalizada inventadas o fabuladas. O cuando existieron estas, simplemente fueron exageradas en grado extremo o mostrando una visión parcial y sesgada de los sucesos, contando aquellos crímenes realizados o no por el considerado como enemigo y callando ante los propios o los de los aliados, que muchas veces eran peores que los perpetrados por el contrario. Ejemplo de este último caso es lo sucedido en Yugoslavia en los años 90 del siglo XX, conflicto provocado desde el exterior en el que los serbios sufrieron incluso mayor daño que ninguna otra comunidad, pero fueron expuestos como los principales causantes de las atrocidades. También lo vemos en los sucesos en Ruanda y en la R.D. del Congo, a mediados de los 90, donde se recuerda la matanza de Tutsis por los Hutus, pero no las mucho mayores de Hutus por el Frente Patriótico Ruandés de Paul Kagame, menos de medio millón de personas asesinadas en un caso, frente a más de seis millones en el otro; este suceso estuvo amparado principalmente por Estados Unidos, la potencia mundial actual; por esta circunstancia tan capital los medios de comunicación se han encargado principalmente de ocultarlo (Edward S. Hermann & David Peterson, 2011). 2
Para fomentar el odio es necesario crear un enemigo y presentarlo como una especie de ser malvado, un demonio ante el que no cabe otra solución que eliminarlo. La lista de enemigos oficiales y de demonizados es larga. Como también es larga la coincidencia de la existencia paralela de esos enemigos con grandes intereses económicos y políticos, y que para conseguirlos la persona presentada como el monstruo suponía o supone un serio obstáculo. En esta lista oficial de enemigos para el poder actual encabezado por EE.UU. estaban o están personas como: Hugo Chávez, Rafael Correa, Fidel Castro, Muamar al Gadafi o Bashar al Assad. Pero en ella puede entrar cualquiera y además de una forma rápida; incluso antiguos amigos que fueron tratados con exquisito cuidado y privilegio en el pasado, se convierten repentinamente en seres a despreciar y destruir por algo tan sencillo como cometer el grave delito de la desobediencia a los jerarcas dominantes. Sadam Hussein, Noriega o los Talibán serían algunos de estos casos. Todo este mundo en blanco y negro, de salvadores y tiranos, de amigos benévolos que se convierten de repente en demonios, es un gran embuste; y esto funciona principalmente porque la gente desconoce lo que está pasando realmente. Los medios de comunicación tienen mucho que ver en ello, también en la inculcación del odio hacia otras personas, países y culturas. Porque, no se debe olvidar, que la mayor parte de las personas no está dispuesta a llevar a cabo una guerra, a matar a otras personas o a utilizar la violencia. Eso sería más propio de locos, por eso la mayoría lo rechaza. Pero la presión e insistencia de la propaganda, llevada fundamentalmente a cabo a través de los denominados medios de comunicación, controlados por el poder económico, es capaz de cambiar los sentimientos pacifistas y contrarios hacia la guerra de la población por una histeria colectiva a favor de ella. Utilizándose en último caso, si es necesaria, la violencia y el castigo contra los reticentes o los que no se dejan someter o engañar, y anulando la libertad de expresión para que no se denuncien las falsedades y no se pueda exponer la realidad sobre los sucesos. El caso de la sociedad estadounidense ante la entrada en la Primera Guerra Mundial es aleccionador:
Cómo una nación con prácticamente un tercio de inmigrantes europeos, con sentimientos en las dos alianzas, de los que había ocho millones de origen alemán, y con el resto de la población contraria a ir a una guerra a Europa, pudo caer en un grado de histeria tal que cambió en buena medida de posición, tiene su explicación en la intensa campaña de propaganda y en la anulación y castigo de la libertad de expresión (Mikel Itulain, 2012). 3
Aunque se han publicado grandes obras sobre la Propaganda de Guerra, con un análisis profundo de sus causas, modos y consecuencias, no han tenido un impacto significativo en la población o al menos este no ha perdurado. Debido principalmente a que no han sido enseñadas, a que no han sido publicitadas, a que permanecen ocultas al conocimiento del gran público. En un mundo realmente civilizado y humano estos trabajos tan fundamentales serían obras de referencia en las propias escuelas, educando a los niños y niñas en la no violencia, en el respeto y en el rechazo al enfrentamiento y en el apoyo siempre a la tolerancia, al diálogo y al entendimiento. Buen ejemplo de estos estudios que deberían ser de conocimiento de todos es el llevado a cabo por Arthur Ponsonby, Falsehood in War Time (Falsedad en tiempo de guerra), donde describe muy bien el modo en que se conduce a una población a la guerra, basándose en la experiencia de la Primera Guerra Mundial, y las nulas lecciones que se suelen aprender, haciendo que la tragedia se vuelva a repetir una y otra vez:
La gente ignorante e inocente de cada país no es consciente en el momento de que están siendo engañados, y cuando todo ya ha pasado, sólo aquí o allí se descubren las falsedades y son mostradas. Como todo es ya historia pasada y los efectos deseados ya se han producido, nadie se preocupa por investigar los hechos y mostrar la verdad (Arthur Ponsonby, 1928). 4
La difusión de falsedades, para embaucar a la gente, puede hacerse de diversas formas, por ello a la propaganda se la puede clasificar según diferentes criterios. Atendiendo al grado en que su patrocinador se deja ver, se oculta o echa la culpa a otros, podría clasificarse como: blanca, gris o negra.
En la blanca quien la emite no se oculta, ya que no tiene miedo de que mostrándose pierda adeptos, sino al contrario, que dado su prestigio gane opiniones a su favor.
En la gris sí se oculta al que la realiza, por temor a que exponiendp quién es su autor la opinión pública la rechace. Es lo que ocurre actualmente de algunas actuaciones de EE.UU. en el mundo, que se realizan principalmente a través de los servicios de inteligencia, pero que se ocultan a través de ONGs u otro tipo de organizaciones que dicen que luchan por la democracia y los derechos humanos, haciéndose pasar por locales; ejemplo es lo que hace la NED (Fundación Nacional por la Democracia-National Endowment for Democracy). En verdad son caballos de Troya que tratan de introducirse en las decisiones de otros países ocultando su verdadero rostro y las verdaderas intenciones por las que se mueven, como pueden ser el derrocamiento de gobiernos no sumisos e instauración de otros favorables para los intereses económicos de las corporaciones o las administraciones que las patrocinan y pagan.
Por último, estaría la propaganda negra, que como en la gris oculta su autor, pero va más allá, utilizando y atribuyendo hechos o palabras a otros con el propósito de desprestigiarlos de una forma directa y de tener así una justificación para poder actuar directamente contra ellos. La guerra emprendida por EE.UU. contra Yugoslavia o Libia, o la que se está llevando a cabo ahora contra Siria, o se prepara contra Irán, son situaciones donde se ha empleado la propaganda negra. Las organizaciones “humanitarias” o “que luchan por la democracia” se usan también frecuentemente en este tipo de actuaciones, para crear excusas, basándose en informaciones falsas, y predisponer al público para posteriormente lanzar un ataque militar. Estas organizaciones se encargan de propagar que tal país o gobierno está cometiendo atrocidades, como lo vimos en las acusaciones contra Gadafi, que luego resultaron no ser ciertas, para dar validez a la guerra que ya se había preparado de antemano, precisamente por el que promueve la denuncia y es el agresor real. Esto constituye hoy en día uno de los problemas más graves que tiene nuestra sociedad y que en principio no parece haber un conocimiento y consciencia generalizada sobre él. Agrupaciones supuestamente benefactoras, como las apodadas humanitarias, están llevando a cabo funciones de relaciones públicas en beneficio de la guerra, en provecho de las grandes corporaciones o empresas que se benefician con ella.
Deberemos hablar sobre estas falsedades, pese a que ahora se prefiera olvidarlas. Porque debemos tener presente que el olvido de ellas volverá a provocar su repetición, repetición y sus consecuencias que pueden recaer sobre nosotros mismos.
El ser humano no debería seguir siendo alguien que continúe cometiendo los mismos actos despiadados del pasado contra sus semejantes, una y otra vez, generación tras generación. Debe demostrar que puede ser mejor, que puede aprender alguna lección, de otro modo el futuro resulta demasiado incierto y demasiado desalentador.
¿Continuamos siendo un mundo de ciegos dirigidos no siquiera ya por tuertos, sino por locos enamorados de la muerte?
En Rey Lear, Shakespeare había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos, y cuatro siglos después los amos del mundo son locos enamorados de la muerte… (Eduardo Galeano, 2009). 5
Referencias-Notas:
1. Michel Collon. El juego de la mentira. Hiru, 1999.
2. Edward S. Hermann & David Peterson. Paul Kagame: “Our Kind of Guy”. Red Voltaire. Chicago. 18 de mayo 2011.
3. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Abril 2012, p. 79.
4. Arthur Augustus William Harry Ponsonby. Falsehood in Wartime: Propaganda Lies of the First World War. George Allen and Unwin, 1928.
5. Eduardo Galeano. Adhesión a la marcha por la paz y la no violencia 2009. 2009.
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