Ayer 13 de abril de este
año que avanzamos nos ha dejado Eduardo Galeano. Nos ha dejado y resulta
difícil explicar esta pérdida: por su talento, por su talento literario,
histórico, político y de otros tantos temas y espacios que sería extenso
relatar, pero especialmente se le añora por su talento humano en un mundo
con tan escasa humanidad.
Cuando
escribía la obra que dediqué al poco respeto que ha tenido el poder económico y
político estadounidense al resto de culturas y países del mundo, Estados Unidos y el respeto a otras culturas y
países, Eduardo Galeano fue fuente de inspiración y de sabiduría,
pues él ya en tantas y tantas obras nos hablaba del maltrato y explotación
sufrida por América Latina. Una América Latina que era desangrada dejando sus
venas abiertas, mientras otros se enriquecían con su sufrimiento y muerte.
América Latina, afortunadamente, revivió y está ahora más viva y fuerte que
nunca.
Hoy
América Latina es realmente un referente y no los Estados Unidos, aun a pesar
de seguir siendo estos la mayor potencia militar del mundo, aunque ya dejaron
de ser la económica.
Hoy
Estados Unidos es una poderosa nación, tal vez la más poderosa en la
historia humana. Esto en principio puede parecer algo bueno, un gran logro,
pero, ¿cómo ha llegado ahí?, es más, ¿qué métodos y medios ha empleado para
conseguirlo? ¿O no importan estos si se consiguen los objetivos?, es más,
¿siquiera los objetivos eran los más adecuados?
Las
cuestiones son inquietantes y nos conducen a pensar qué modelo de vida y de
mundo queremos.
¿Queremos
un mundo en guerra continua o por el contrario un mundo donde el entendimiento
y la concordia prevalezcan? ¿Es posible vivir en paz?
Desde
luego la guerra, la historia de la guerra, nos ha mostrado muchas lecciones a
aprender. Podemos tenerlas en cuenta o no, pero entonces deberemos ser
consecuentes con nuestras decisiones.
Las
sabias palabras de Benjamin Franklin y Eduardo Galeano nos hablan sobre las
guerras, y también sobre los seres humanos que las practican y las llevan a
cabo.
Nunca hubo una guerra buena o una paz mala.
Benjamin Franklin
Las guerras mienten, ninguna guerra tiene la honestidad de confesar, “yo mato para robar”.
Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas, tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y, en un inmenso matadero. En Rey Lear, Shakespeare había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos, y cuatro siglos después los amos del mundo son locos enamorados de la muerte…
Uno se pregunta, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra?, ¿hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo, y que el exterminio mutuo es nuestro destino?, ¿hasta cuándo? Si el mundo, este mundo merece ser otro mundo la marcha por la paz, la marcha del 2 de octubre, merece millones y millones de pies.
Eduardo Galeano. Adhesión a la marcha por la paz y la no violencia 2009.
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