Hoy, día de San Valentín, le dedico un tiempo a uno de nuestros más íntimos sentimientos, al del amor. Porque es precisamente en este terreno, en el del amor, donde más solemos fallar, tanto hombres como mujeres. El amor, tan nombrado y tan frecuentemente descuidado y olvidado.
Muchas veces, más de las que reconocemos, vivimos unas vidas demasiado marcadas por las prisas, por la falta de tiempo, por el ritmo que otros nos marcan y del que no somos capaces de sustraernos ni siquiera en los momentos que debían ser para nosotros. Anteponemos, sin pensarlo, lo material a nuestros más íntimos sentimientos. Edificamos nuestra existencia con armazones que sustentan y protegen nuestra intimidad, pero muchas veces dejamos fuera lo que más valía, aquello que en realidad nos llena la vida. Así, contemplamos con resignación como lo mejor de nosotros se queda dentro, pero no acaba saliendo, no se acaba expresando.
Creamos unas vidas un tanto vacías, cuando a mano tuvimos los ingredientes para llenarlas, para colmarlas y darles sentido.
Vivimos más por vivir que por querer vivir.
Necesitamos a alguien y lo dejamos ir.
Desaprovechamos el tiempo cuando debimos de utilizarlo.
Perdimos la ilusión cuando debimos mantenerla.
Hicimos bastantes cosas mal y bastantes más por no aprender de ellas.
Necesitamos a otro, como otro nos necesita a nosotros. Somos seres humanos que necesitan de los sentimientos, del buen uso de los sentimientos.
Nota:
La celebración de San Valentín, en febrero, coincide con antiguas celebraciones de la fertilidad y del despertar de la vida y la tierra tras un invierno que se va acabando. Tenemos, entre otros muchos ejemplos, la festividad de Lupercalia por los romanos o en el País Vasco la de los ioaldunak de Ituren y Zubieta, en Navarra, que hacen sonar grandes cencerros para despertar a la tierra tras el periodo invernal.
No olviden tampoco, que gran parte de la fauna silvestre empieza en este mes la época de cortejo. Verán, por ejemplo, si caminan por los campos de la Península Ibérica, a la perdiz común ya emparejada. A ellas también les llegó el tiempo del amor.
No olviden tampoco, que gran parte de la fauna silvestre empieza en este mes la época de cortejo. Verán, por ejemplo, si caminan por los campos de la Península Ibérica, a la perdiz común ya emparejada. A ellas también les llegó el tiempo del amor.
Como describe Jean Giono en El canto del mundo, pronto empezará "El gran desorden primaveral"
ResponderEliminarLa noche pasada, cuando volvía después de haber salido por ahí, oía como cantaban los mirlos en los árboles sus cantos de amor. Por cierto, muy bellos y bastante poco conocidos.
ResponderEliminarEl mirlo es un ave simpática y elegante que nos alegra cuando paseamos junto a una hilera de arbustos o cerca de un cauce de agua. Por desgracia la proliferación de gatos, domésticos y asilvestrados, ha reducido, y mucho, la población de mirlos.
ResponderEliminarTodavía en el medio rural se dispara a los mirlos con escopetas de perdigón.
Afortunadamente, al menos en el medio rural que conozco yo, que está en Navarra en la zona norte, las cosas han cambiado bastante y ya no se piensa en matar animales, en este caso aves, que además de bellas son extremadamente beneficiosas, al controlar posibles brotes de plagas de insectos.
ResponderEliminarEl norte de Navarra es una región de gran belleza y calidad de vida. La he recorrido en bicicleta, camino de Roncesvalles. Me dio la impresión de que la gente allí vive bastante bien. ¡Que no cambie!
ResponderEliminarSí, ciertamente es un lugar realmente bello, donde se aprecia el disfrutar de la vida y del entorno que le rodea. Espero que no, que no cambie a peor. Las tradiciones tienen su peso.
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