La invasión militar y la expulsión y exterminio de los nativos norteamericanos encontraron su justificación con el denominado Destino
Manifiesto, con el que ya se tenía una base teórica sobre la que sustentar esta invasión militar y la conquista del continente. Así, el periodista John L O´Sullivan
publicaba en el año 1845, en la revista Democratic
Review de Nueva York, esta justificación a la ocupación ya realizada desde hace muchos años atrás:
El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el
continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del
gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un
árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus
capacidades y el crecimiento que tiene como destino.
El propio O´Sullivan indicaría que eran una nueva nación con escasa conexión con el pasado de las naciones europeas y aún menos con su
historia de glorias y crímenes. Señalaba que la nueva nación era el nacimiento
de una nueva historia, donde se desarrollarían los derechos naturales del
hombre y criticaba duramente la actitud de los nobles y monarcas de Europa por
la crueldad y opresión sobre la población de sus países:
América
está destinada para mejores acciones. Es nuestra incomparable gloria de que no
tenemos reminiscencias de campos de batalla, sino en defensa de la humanidad,
de los oprimidos de todas las naciones, de los derechos de la conciencia, del
derecho a votar. Nuestros anales no describen escenas de horribles matanzas,
donde los hombres son dejados por cientos o miles para matarse unos a otros,
embaucados y víctimas de emperadores, reyes y nobles, demonios de forma humana
llamados héroes. Nosotros hemos tenido patriotas para defender nuestras casas,
nuestras libertades, pero no aspirantes a coronas o tronos. (1.)
No obstante, Estados Unidos se
apuntaría pronto a los anales de escenas
horribles, donde los hombres son dejados matar y morir por miles y miles, centenares de miles y millones, no en beneficio
de reyes, pero sí en beneficio de la nueva aristocracia de América del Norte. Sin embargo, y a pesar de las incontestables evidencias mostradas en cada guerra
en que participaba la nación norteamericana, estas palabras se han utilizado
una y otra vez para apoyar y justificar las invasiones y guerras promovidas por
EE.UU. Tratando de hacer ver que ellos luchaban por nuevos y nobles motivos
relacionados con elevados principios. Pero los intereses y objetivos de las
guerras en prácticamente nada difirieron de las llevadas a cabo por los europeos y reflejaban
y reflejan la profunda hipocresía que envuelve a tales pretensiones, que tratan
de adornar y cubrir el uso de la violencia con un manto de bellas declaraciones.
Como decía William Appleman:
Nosotros
hemos enmascarado la verdad de nuestro imperialismo con la retórica de la
libertad.(2.)
Desde entonces, y no importa lo bárbaras que fuesen sus
campañas militares, no han dejado de usar este suntuoso y eficaz disfraz; sin embargo, los hechos
se mostraban y se muestran tozudos, contundentes y demoledores respecto a su nulo respeto por la
libertad o por la vida de otros países o personas.(3) Y lo demostrarían una y otra vez: contra los nativos, contra los esclavos negros, contra los poderes europeos y posteriormente en todos y cada uno de los territorios y continentes por donde fueron expandiéndose en la geografía mundial .
Notas:
(1) John L. O'Sullivan. On Manifest Destiny, 1839. "The Great
Nation of Futurity," The
United States Democratic Review, Volume 6, Issue 23, pp. 426-430.
(2) Jacques R. Pauwels. El mito de la
guerra buena. EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Hondarribia: Hiru, 2002, p 81.
(3) Mikel Itulain. Estados
Unidos y el respeto a otras culturas y países. Libertarias. 2012.
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