Las uvas de la ira, una obra que relata la miseria y hambrunas
en Estados Unidos a comienzos del siglo pasado
en Estados Unidos a comienzos del siglo pasado
John Steinbeck describe la situación de deudas, desposesión, desamparo y hambre de los agricultores estadounidenses en su obra Las uvas de la ira.
Los bancos se hicieron con el control de las propiedades de los pequeños agricultores, a los que engañaron con tentadores préstamos, que no traían riqueza y prosperidad, sino deudas. Deudas que provocaron la ruina y el sometimiento de los más humildes, convirtiéndolos en completos desposeídos, en muertos de hambre que no tenían ya siquiera un pedazo de tierra donde sobrevivir y refugiarse. Luego las pequeñas propiedades privadas se convertirían en grandes latifundios, y donde antes vivían quince o veinte familias ahora lo hacía una que no vivía siquiera allí; y mandaba a trabajar a sus servidores que le harían el trabajo por tres dólares al día. Así lo relata la obra, un agricultor que lo ha perdido todo echa en cara al hijo de un conocido que esté trabajando para estos nuevos patronos:
Y, ¿cómo te dedicas a este trabajo, yendo contra tu propia gente?
El conductor del tractor que trabaja para el nuevo latifundista alega que se hartó de suplicar para conseguir algo de comida para sus hijos y no lograr nada. Ahora tiene algo seguro. La respuesta del agricultor le hace ver que para que él consiga esos tres dólares diarios cien personas tienen que salir a mendigar, las 20 familias que se quedaron sin las tierras. Pero el servidor del latifundista no quiere pensar en eso.
Yo no puedo pensar en eso, tengo que pensar en mis propios hijos.
¿No sabe usted que los tiempos están cambiando?
Efectivamente, sí que cambiaron los tiempos para estas personas del campo, pero claramente a peor. De pequeños propietarios independientes a mendigos rogando por comida. Qué trágica se vuelve a veces la vida por tomar decisiones tan poco sensatas, por hacer caso a la fanfarre de los comerciales y de la publicidad y a los malos consejos de la codicia, en vez de escuchar la voz de la experiencia y de la razón. Luego vienen los lamentos y también la barbarie de aquellos que hacían falsas promesas y que ahora se quedaron con su patrimonio.
Mis órdenes son que cuando encuentro una familia que no se ha marchado, si tengo un accidente, ya sabe, me acercó demasiado y hundo un poco la casa, me puedo sacar un par de dólares.
Y la difícil defensa cuando has bajado todas las guardias y has abandonado tu fortaleza.
Atrévete a chocar contra ella, yo estaré en la ventana con el rifle. Que se te ocurra siquiera acercarte de más y te dejo seco como a un conejo.
Y seguidamente las falsas excusas con su falta de valor, de decencia y su gran dosis de irresponsabilidad de quienes cometen estos y otros atropellos por dinero. El trabajo de un mercenario.
-No soy yo. Yo no puedo hacer nada. Pierdo el empleo si no sigo órdenes. Y, mire, suponga que me mata, simplemente habrá otro tipo en el tractor y él echará la casa abajo. Comete usted un error si me mata a mí.
-...¿Quién te ha dado órdenes? Iré a por él.
-Se equivoca. El banco le dio a él la orden. El banco le dijo: o quitas de en medio a esa gente o te quedas sin empleo.
El agricultor responde que el banco tendrá una junta directiva, un presidente, contra los que podrá vengarse. Pero el hombre pagado le vuelve a responder que el banco tampoco, que también recibe órdenes, incluso del gobierno. El agricultor enojado le pregunta ya:
- Pero, ¿hasta dónde llega?
El hombre pagado responde que quizá no haya nadie contra quien ir, que a lo mejor no se trata incluso en absoluto de hombres, que la propiedad tal vez tenga la culpa.
El hombre pagado en realidad es un cretino, seguramente si el agricultor le hubiese hecho ver la efectividad de su rifle hubiese corrido lo más despavorido posible en busca de sus tres dólares en otro lugar y haciendo cualquier cosa, hasta que finalmente alguien ajustase las cuentas con él para que no se preocupase por sus tres dólares nunca más.
Este discurso de no mostrar responsables, de no dar nombres, como vemos, es muy viejo, John Steinbeck escribía esta memorable obra a comienzos del siglo pasado, pero este ha sido un hábito que ha acompañado a la humanidad ya desde el origen de la sociedad. Este hábito, esta táctica en realidad, trata de ocultar a los responsables, a aquellos que por su codicia y poder arruinan la vida de innumerables personas, con el propósito de enriquecerse sin límite, de vivir en un lujo desenfrenado y sobre todo de someter a otros a sus caprichosos deseos. Así, en el relato, el tractorista contratado para arrasar los terrenos y las casas de los agricultores desahuciados, no quiere tener ninguna responsabilidad en ello, cuando claramente la tiene. Tampoco se la quiere trasladar a su patrono, y tampoco al banco, aunque algo sí al gobierno, que es más fácil de atacar. Esta actitud la hemos visto y la vemos en infinidad de personas, que harán cualquier cosa, por depravada que sea, por un puñado de dinero.
El modo de evitar todo esto viene antes, antes de que todo esto ocurra, de que pueda darse. Del mismo modo en que los agricultores estadounidenses se endeudaron y arruinaron, los españoles hicieron lo mismo casi un siglo después. Si aquellos agricultores no hubiesen puesto su medio de vida, su fuente de ingresos y de supervivencia, en manos de desaprensivos hubiesen salido adelante tarde o temprano. Del mismo modo si los españoles no se hubiesen endeudado de por vida en comprar cosas, como las viviendas, para las que realmente no tenían dinero con que comprarlas, entonces, ahora, no se hubiesen visto estafados, robados, arruinados y finalmente desahuciados como ocurre todos los días. Todo esto, nos guste reconocerlo o no, se pudo evitar, no había nada inevitable en ello. La historia nos ha mostrado muchos casos como estos. Lo que ha ocurrido en el pasado puede volver a ocurrir, como de hecho ocurrió.
La culpa no es del sistema como algo etéreo e inevitable, sino de personas determinadas, y también de aquellos que fueron lo suficiente incautos, ingenuos o incluso codiciosos como para no querer ver la situación real. Si su dedicación, la dedicación de la mayor parte de la gente, hubiese sido cambiar ya entonces una situación social injusta, lo que hoy tendríamos sería bien diferente. Está claro que no ha sido así, y lo que es peor y no muy esperanzador, que no se quieren aprender estas importantes lecciones, entre otras cosas porque supone reconocer la propia falta de sensatez de uno mismo, y esto pocos están dispuestos a hacerlo.
Que hay gente que no piensa,ya lo sabemos.Pero que estamos COMPLETAMENTE dominados,pensemos o no,por quienes piensan DEMASIADO,es evidente.Como muestra,un botón : Ni siquiera en las facultades de economía se enseña CÓMO se crea el dinero.Ni cómo puede ser que haya más deuda que PIB y que dinero en circulación (je,je,je;ambas cositas son distintas).Y encima nos alegraban y "mimaban" con noticias tales como que España "batía records" en crecimiento económico(algo tan anti-natural,nefasto y engañoso).Para evitar "caer en la trampa",digamos que hay que aprender.Si alguien acostumbrado a la caza y experto en todas sus variedades,evita caer en una trampa para osos,por ejemplo,se debe a que APRENDIÓ.Internet y pasarse información por medio del boca a boca,debería servir para que la gente APRENDA.Pero aun así,nadie está libre de que se "las den con queso".
ResponderEliminarEs bueno mirar a la historia, la obra de Steinbeck reflejaba muy bien lo que pasó en muchos lugares de Estados Unidos. De esas hambrunas no se habla apenas.
ResponderEliminarSaludos.
Sí cielo.Pero es la pescadilla que se muerde la cola.Entre la pereza mental versus exceso de optimismo(y es que no todos tenemos el mismo pesimista temperamento)+ la ignorancia y que la caja tonta está en manos de quien está...seguirán picando pececillos.
ResponderEliminarHoy parece que apenas hay películas de temática "piramidal".Y libros...pocos también.Yo sí me compré el de "Confesiones de un sicario económico"(qué cosas,que estuviera trabajando en eso y al mismo tiempo tenga sentimientos y ahora lo cuente;es increible),el de "Piratas y pateras",sobre los robos en África,y el de Susana Martín Belmonte "Nada está perdido" que describe el enorme engaño económico en el que estamos sumergiditos.
ResponderEliminarQue John Perkins hable de todo eso para denunciarlo habla muy bien de él. Es cierto, antes hizo mal,realmente mal. Pero, ¿quién se atrevería a hacer lo que está haciendo ahora?
EliminarSí.Me recuerda a esa película en la que la protagonista,por ser hija de padre o madre negro,la venden como esclava y conoce a Errol Flyn,que ha sido tratante de esclavos y Sidney Poyttier,que le salvó la vida,creo,siendo un bebé y después le trató y educó muy bien.El que fue tratante de esclavos,está literalmente atormentado por sus remordimientos.
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