El Camino de Santiago

Cena comunitaria en Foncebadón, un lugar muy especial en el Camino.          

 El autor al fondo a la izquierda.

Qué mueve a una persona no religiosa a realizar el Camino de Santiago es una buena pregunta ante la que cabrían diferentes respuestas. En mi caso diré que no es solo un tipo particular de motivación, sino un conjunto de ellas, y el fenómeno religioso no está exento, también es importante, aunque quien escribe no crea que existan entes sobrenaturales o vidas eternas. Sin embargo, este fenómeno, el religioso, siempre me ha importado, siempre me ha llamado la atención. Y en el Camino uno lo verá de muy diversas formas. Hay quienes vienen en señal de agradecimiento al apóstol que según la tradición cristiana reposa en la capilla de Santiago, aunque históricamente no sea así, siguiendo un itinerario que han hecho miles de creyentes a lo largo de la historia. Otros buscan reflexión y paz en su interior, apartándose de ese bullicioso y alocado mundo en el que vivimos. Hay quien busca la magia espiritual del camino. Y el Camino ciertamente es mágico, por sus lugares, por sus espacios y tiempos, y especialmente por sus gentes, por las personas que lo componen y le dan vida. La magia del camino la da la gente. En pocos lugares se experimenta ese ambiente de concordia, de paz y de solidaridad que se da en el Camino. Las clases sociales se desvanecen, las relaciones humanas se intensifican, se rompen las barreras y se olvidan los miedos y uno puede vivir en unos pocos días lo que ordinariamente costaría mucho más tiempo vivir. "He vivido  en dos semanas lo que no vivo en años de mi vida", me decía un buen compañero del viaje, reflejando la intensidad de las vivencias experimentadas aquí frente a la monotonía rutinaria de la vida habitual. En el Camino lo más profundo de cada uno se mueve y lo que es tanto o más importante, se comparte. Las emociones y los sentimientos más profundos afloran, y lo hacen en el lado bueno, en el aspecto positivo de buscar ser algo mejor, de mejorar y de ayudar a los demás.

Uno al Camino no puede ir con una mente cerrada, debe abrirse y debe compartir. No es aconsejable ir en un grupo, para ir en un grupo de amigos hay muchas hermosas excursiones que se pueden hacer, pero no el Camino. Es muy aconsejable ir solo, no se asusten, infinidad de jóvenes, chicas y chicos, vienen así de todas las partes del mundo: Corea, Brasil, Polonia, Italia, Alemania, Estados Unidos, etc. Partiendo solo uno se fuerza a encontrarse a sí mismo y a los demás, a ver y probar que sus capacidades de supervivencia y de relación y armonía con los demás estaban muy infravaloradas, viendo que es capaz de entablar relación y amistad con una inusitada rapidez. Cómo abre este espacio la mente y los corazones de la gente es algo muy llamativo, y no por una inspiración divina, sino por una inspiración humana de concordia, respeto y alegría. En el Camino las personas normalmente muestran lo mejor de sí, y esto en nuestras vidas cotidianas no es precisamente lo más común de ver.

Como están viendo les estoy hablando de que el Camino es una gran experiencia en relaciones humanas, y es un motivo por el que se lo recomiendo a cualquier persona con una mente abierta, sea religiosa o no. Además de esto, ustedes se encontrarán con una riqueza cultural enorme, con una extraordinaria historia por descubrir y con una variedad cultural y lingüística de las gentes que hacen el Camino enorme. Si ustedes dominan algún idioma el viaje será todavía mucho más enriquecedor.

¿Qué tiene el Camino que quienes estuvieron no lo olvidan? ¿Qué tiene el Camino que nos hizo volver a recordar lo bueno de nosotros los seres humanos? ¿Qué tiene? Tiene gentes dispuestas a dar lo mejor de sí y a compartir un espacio de su vida de forma intensa. Hay otros espacios en la vida y en el mundo como el Camino, que hacen en cierta forma a las personas mejores. Yo hoy les recomiendo este, creo que vale la pena ir al menos una vez en la vida a realizar este viaje.

Buen Camino.