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lunes, 28 de enero de 2013

La guerra de África relatada por Ramón J. Sender. Parte VI. Las causas de la guerra.

Imágen de la caricaturista Pawla Kuczynskiego


—¡Dios, Dios! ¿Qué habremos hecho pa que nos metan este tiberio? En España nadie sabe lo que aquí pasa. De vez en cuando dicen los periódicos: «Nuestros soldados mueren en África», pa molestar al Gobierno; pero el pueblo y los ministros ya se han acostumbrao. ¿Bueno, y qué? Aquello está lejos, y en todo caso es la defensa de la Patria. Oye, tú, muchacho: ¿Sabes qué es la Patria?
El de al lado lo mira desde lo hondo de las órbitas cárdenas y se encoge de hombros. Insiste Viance, obsesionado. El otro habla, por fin:
—El sargento nos lo dijo de quintos; pero no me acuerdo.
Ah, rediós; la Patria no es más que las acciones del accionista. Se lo han dicho el otro día unos obreros catalanes que están en la segunda compañía, y con razones bien claras. Pero el compañero no le atiende.(1)

Ah, ¡r...!, decían los obreros catalanes, que unos matan y mueren para que otros sacien su codicia, para que se disparen las acciones del accionista, para que quiten el dinero a la gente y unos pocos se lo repartan; eso es la guerra, la excusa de la guerra y de la patria, y la cantinela de los periódicos.
Los periódicos poca verdad dicen y aún menos en tiempos de guerra. La prensa mitifica la realidad, la enmascara, la oculta; engañando, abobando, entonteciendo a la gente; favoreciendo los  intereses del accionista y del propietario que dirige el periódico. Engañan a casi toda la gente, pero no a los soldados que sufren las verdaderas secuelas de ese disparate loco que es la guerra.

«¡Claro! —piensa Viance—. Nosotros somos los que en la prensa y en las escuelas llaman héroes. Llevar sesos de un compañero en la alpargata, criar piojos y beber orines, eso es ser héroes. Yo soy un héroe. ¡Un héroe! ¡Un hé-ro-e!» La palabra, al repetirla, pierde sentido y llega a sonar como el gruñido de un animal o el ruido de una cosa que roza con otra. (1)

¿Qué héroes?,(2) preguntaría cualquiera con dos dedos de frente. Penurias, miseria, corrupción, destrucción y muerte, esa es la gloria de la guerra. Esto, no obstante, no lo conocerán los niños, tampoco los más mayores, para eso está la escuela, para eso está la prensa.
Las  causas de la guerra, ayer, como hoy, las mismas, lo mismo de lo mismo. Y los hombres y las mujeres haciendo lo mismo, repitiendo lo mismo, eso mismo, en un círculo de entontecimiento, de brutalidad envuelta en mentiras, en mentiras que matan. Ayer, como hoy, la guerra enriqueciendo a unos pocos y arruinando y matando a la mayoría. Qué canción tan triste, qué inteligencia y conocimiento tan escaso. Y, ayer como hoy.

...las guerras no se producen porque los seres humanos pierden la cabeza súbitamente y comienzan a matarse unos a otros. Esto, por más que lo hemos escuchado, no es así, nunca fue así. Detrás, detrás de todas esas ampulosas, dramáticas, emotivas, dolorosas y, principalmente, falaces justificaciones, estaban los intereses económicos. No importa si se mira a la época de Grecia, a la  de Roma, a la de la Iglesia Católica, de Castilla, de Inglaterra, de Japón o de Estados Unidos,  no importa si era antes de nuestra era o en el siglo II, el X, el XX o el XXI, detrás, bien ocultos, estaban y están los intereses de su élite, intereses siempre determinados por el aspecto económico. (3)

¿Hay alguien que no sepa esto?

¿Hay algún hombre o mujer –que digo, hay siquiera un niño- que no sepa que la semilla de la guerra en el mundo moderno es la  rivalidad industrial y comercial?... Esta guerra ha sido una guerra industrial y comercial.(4)
W. Wilson, presidente de Estados Unidos e incitador a la guerra.

Ya lo creo que  hay.

Notas:
(1) Ramón J. Sender. Imán. 1930.
(2) Mikel Itulain Los héroes de la guerra.Enlace
(3) Mikel Itulain. Los intereses económicos detrás de la guerra en Siria. Enlace
(4) Notas tomadas de: Mikel Itulain.  Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Libertarias. 2012; y de: Howard Zinn. A People´s History of The United States. Chapter 12. New York: Harper Colllins Publications, 2003

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