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viernes, 29 de diciembre de 2017

Algunas reflexiones sobre el año 2017. Parte I

Nicolás Maduro ha mostrado su talla política a nivel nacional e internacional 

Llega el final de este año, uno más en nuestras vidas, que no es poco.
¿Hemos aprendido algo valioso de él o seguimos en las mismas de no querer entender este mundo en el que vivimos?
Dos mil diecisiete supuso el fin de la era Obama, un fraude en todos los sentidos, y la llegada de un presidente aparentemente atípico, pero que como sus predecesores sigue la agenda corporativa cometiendo los conocidos desmanes y disparates a los que estamos ya habituados de las administraciones estadounidenses.
También pudo habernos enseñado que no puedes creer a personas que supuestamente defienden a los refugiados que llegan de de los conflictos generados por occidente en el norte de África o en Oriente Medio, cuando esos mismos han justificado esas agresiones externas contra estados realmente democráticos, como era Libia o es Siria,  que son las que han provocado esa tragedia. Del mismo modo, que estos "progresistas" se fijasen en unos refugiados y no en otros, es el caso de los que se originaron por la llegada del fascismo a Ucrania, especialmente en Donbass, con la mayor limpieza étnica y ola de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial contra las personas de cultura rusa promovida por la junta neonazi de Kiev, delata una segunda intención, utilizar a todas estas personas como arma política y justificante contra precisamente los gobiernos de sus países,  los de los inmigrantes, acusándolos falsamente de ser los generadores de tal problema. Además, y para colmo, se utiliza a esas personas desesperadas como mano de obra barata para destruir las condiciones laborales en Europa. Ese análisis necesario sobre si debe haber fronteras abiertas o no a los refugiados lo tienen aquí.
Libia fue destruida, ahora organizaciones "humanitarias" se quejan de que no solo el país está destrozado y en la miseria, sino que la esclavitud es ya moneda corriente, cuando ellas mismas participaron activamente en esa destrucción: Amnistía Internacional en Libia
Occidente vive en su arrogante burbuja de sordera y ceguera, y no sale de ella.
A resultas de esto, ¿nos interesa realmente lo que ocurre en otras partes del mundo que no sea el nuestro? ¿Nos interesa, por ejemplo, lo que realmente sucede en Siria?
En este egoísmo y ofuscación  somos presa fácil del engaño y de la manipulación de las emociones para promover conflictos bélicos por parte de dirigentes desaprensivos que harán negocio con el severo sufrimiento ajeno. En la creación de esa ignorancia, cerrazón y miedo en la sociedad intervienen de forma fundamental los medios de comunicación. No olvidemos, lo hacen de forma intencionada, pues son los portavoces del entramado de las corporaciones financieras e industriales. Siempre fue mejor para la explotación económica  tener gente embrutecida y atemorizada que crítica y solidaria. Hoy en día no podía ser diferente. Y tengamos presente, los que se autotitulan como progresistas  no son mejores, son otra estrategia para el mismo objetivo.
Hasta qué punto diarios, televisiones y radios condicionan y confunden al público lo podemos ver en numerosos ejemplos.  Uno ya casi olvidado y que sigue arrastrando desinformación en abundancia es la guerra en Yugoslavia, de hace ya más de dos décadas. Lo recordaba para los atónitos en una entrevista. Mal en nuestra comprensión del pasado más o menos reciente, aunque no es mejor ahora. ¿Están los que le rodean dispuestos a escuchar lo que tiene lugar en Venezuela o a seguir con los chascarrillos y mentiras facilonas? ¿Vemos su titánica y acertada lucha por la democracia?
¿Queremos verlo o seguimos encerrados y atrapados por las falsedades que nos bloquean y no nos dejan avanzar?

domingo, 24 de diciembre de 2017

Navidad sin religión

El Sol, tan intimamente e inseparablemente unido a lo religioso 

La Navidad es un acontecimiento social en el que se reúnen las familias, las que se reúnen, para vivir momentos especiales en comunidad. Estos momentos tienen que ver con muchos aspectos, entre ellos el religioso, inevitablemente ligado a estas fechas. Para los cristianos es el recordatorio del nacimiento de Cristo. Pero en un sentido más profundo todavía, la Navidad nos recuerda el nacimiento de un  Dios real, nuesta estrella, el Sol, al que le debemos nuestra vida cada día. Diciembre es el mes en el que las horas de luz menguan, hasta casi parecer perecer en los atardeceres. Pero pasaso el solsticio y llegado el 25 de diciembre se produce el fenómeno inverso, el renacimiento de la luz, la Navidad. De aquí viene todo lo demás y que los hombres rememoran a través de los milenios de su existencia.
¿Podemos vivir esta época sin religión? Sí,  hoy en día en buena medida así se hace, no se recuerda a Cristo y menos aún al propio origen de ese Dios cristiano y de otros tantos dioses de diferentes religiones, el mencionado Sol.
Y si se puede hacer, ¿es de esta forma mejor? ¿Es el mundo mejor sin religión? 
Sinceramente les digo que no. Lo vemos en nuestra sociedad de hoy, que puede que no sea peor que otras pasadas, pero desde luego no es mejor.
Para aquellos que planteen que al no haber creencias religiosas se eliminaría el pensamiento irracional, la fe ciega, el creer sin pruebas o la intolerancia, que son características  del lado oscuro de esa fe, les recordaría, si quieren atender a ello, que son esas propiedades de la naturaleza humana, independientemente de que usted crea o no en lo sobrenatural. Y si no aciertan a comprender esto que les digo no tienen más que comprobar como librepensadores, científicos y personas que se autocreen como ilustradas y racionales, se comen con patatas la propaganda de guerra de los conflictos humanos que se provocan a lo largo y ancho del planeta. Les pongo unos pocos ejemplos, analicen lo que creen tod@s est@s señores y señoras en sucesos que ocurrieron hace años y que la investigación histórica ya esclareció para quien quisiera atender a los hechos y no a las machaconas campañas mediáticas ad hoc. Estos son: El mito de Holodomorla Masacre de Srebrenica o lo que pasó más recientemente en Libia o en Siria
Hay quien quiere ver todos los males en otros, pero no se molesta en escuchar a esos otros y lo que es tanto peor, como el más ciego entre de los ciegos se niega a ver su propia ceguera. 
Feliz Navidad.

jueves, 7 de diciembre de 2017

La conquista de Cuba por los Estados Unidos: un engaño de los medios de comunicación

Deshumanizar al rival y acusarlo de atrocidades son constantes en la propaganda de guerra

Los nacientes Estados Unidos ya competían con las potencias europeas y de ellas iban a heredar su ambición guerrera y expansionista, así como los medios de persuasión y propaganda utilizados para justificar tales campañas bélicas, los llamados medios de comunicación.
España ya era un imperio en declive, pero todavía poseía territorios largamente deseados por EE.UU.: Filipinas era uno de ellos, pero en especial lo era Cuba. Esta isla como  antesala a la costa este estadounidense, y tanto para el control del Caribe como por la propia riqueza de ella, suponía un sueño anhelado por el mundo empresarial norteamericano. En la isla pronto se asentaron ciudadanos estadounidenses que comenzaron a comprar terrenos para crear grandes plantaciones.
Es a finales  del siglo XIX cuando el malestar por la ocupación española termina en una insurrección. Esto es visto con buenos ojos por el gobierno de EE.UU., no porque deseasen que Cuba realmente lograse su libertad, sino porque veían la oportunidad para ocupar el lugar de España. Hasta entonces no lo habían intentado ellos directamente por la vía militar porque tenían miedo de la respuesta europea, especialmente de los británicos. Son cautelosos, y entre el apoyo disimulado a la revuelta y el recelo que tenían sobre los revolucionarios, que eran principalmente antiguos esclavos negros, dejan que se vayan desarrollando los acontecimientos. No obstante, la campaña para intervenir ya se había activado en el país, en ella se aludía a una lucha por la libertad y contra la tiranía española. Cuando la situación se vuelve peligrosa para el empresariado, debido a que la revolución puede convertirse en algo similar a lo que pasó en Haití, donde los esclavos negros consiguieron la independencia de los franceses y el control del poder, la Administración estadounidense se pone en marcha para el ataque. Y como en toda guerra se necesitan pretextos, EE.UU. entonces decide enviar,  en enero de 1898, un buque militar, el Maine, al puerto de La Habana, con la excusa de que van allí para proteger a los ciudadanos estadounidenses de la isla. En el mes de febrero el buque es hundido y estalla la ira en el país norteamericano, acusando a los españoles de “sucia traición”. En realidad nada probó entonces, ni tampoco después, que los españoles tuviesen algo que ver con tal acto. “Por casualidad” el cargamento de armas y explosivos estaba junto al depósito de carbón y estalló por una explosión interna. No hace  falta decir a quién favorecía tal explosión. Enseguida los periódicos comenzaron una intensa campaña de acusación hacia España, clamando por la intervención militar. Destacaron entre estos “periodistas”: William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, que utilizaron el sensacionalismo en vez de realizar una información objetiva. Era la propaganda de guerra, tal y como es hoy en día también. Hablaban de violaciones, abusos y asesinatos, mostrando la monstruosidad y barbarie de los españoles. Esto lo acompañaban con imágenes, dibujos o fotos que provocaran una exaltación de la irracionalidad y el odio hacia lo español. El propio Hearts contrató a un fotógrafo que envió a Cuba, y al comentarle este que no había guerra que fotografiar, Hearts le respondió:
Tú preocúpate de las fotos que yo me preocuparé de la guerra (American Foreign Affairs, 1895-1920).
Si no hay guerra se inventa y si no hay conflicto se provoca. Todo esto mostraba la nula voluntad de  informar del periodista, y en realidad de buscar deliberadamente la manipulación de la información. Esto recuerda al caso de Libia en el año 2011, donde se aclamó tanto por los grandes medios de comunicación audiovisuales, por ejemplo la BBC o la propia televisión española, TVE, así como por la prensa escrita: El País, ABC o La Vanguardia, etc., y por organizaciones humanitarias, como Human Rights Watch, que Gadafi había bombardeado a civiles en Trípoli causando centenares o miles de muertos (Itulain, 30.8.2012). Los vecinos  que vivían allí, así como algún periodista que se desplazó al lugar de los supuestos hechos para comprobar si aquello era cierto, negaron que hubiesen sucedido tales bombardeos o ataques a la población. Las observaciones por satélite también lo desmintieron (RT, 2011). Los telediarios, los periódicos y otros medios, a pesar de ir contra todas las evidencias, siguieron a lo suyo, encargándose de promocionar e instigar la guerra. “Tú preocúpate de las fotos que yo ya me preocuparé de que haya guerra”, ese fue su lema, hasta que al final obtuvieron lo que deseaban, la guerra y la brutalidad que la acompaña.
No es extraño tampoco que a otro “periodista” del estilo de Pulitzer y sus colegas, Roy Gutman, le diesen precisamente el premio Pulitzer, el que lleva el nombre del periodista sensacionalista, por una descarada manipulación fotográfica durante la guerra contra Yugoslavia a final del siglo XX; en la que se trataba de mostrar la existencia de  un campo de concentración creado por los serbios, aunque en realidad no había tal campo. Se trataba de hecho de  una zona de refugiados, libres en sus movimientos, que el periodista trató de mostrar, manipulando y falsificando la realidad, como un centro al estilo de los que llevaron a cabo los nazis en otros tiempos; para ello se situó detrás de la alambrada  de un campo agrícola adyacente y  fotografió a algunas de los hombres presentes allí, tomando como centro de la imagen a una persona enferma, posiblemente con tuberculosis (Deichmann, 1998). Se premiaba con el Pulitzer la deshonestidad periodística. Tal vez sea ese el motivo real del premio, haciendo honor a su nombre.
Todos estos supuestos periodistas lo que hacían y hacen en realidad era servir a los intereses del mundo de los más poderosos, que deseaban que la guerra se diese porque resultaría muy provechosa para sus intereses económicos. Años después de la guerra en Cuba, el que fue presidente de la Oficina de Comercio Exterior del Departamento de Comercio estadounidense reconocería que:
La guerra entre Estados Unidos y España no fue sino un incidente de un movimiento general de expansión, que tenía sus raíces en el nuevo entorno de una capacidad industrial mucho mayor que nuestra capacidad de consumo doméstico (Zinm, p.271).
Se aceptan finalmente las causas de las guerras tiempo después, cuando ya no hay peligro de que el proyecto se malogre o los causantes puedan ser acusados y procesados. Pero cuando suceden, prácticamente nadie le presta atención a ello, a estas causas reales, a las económicas, generando así en el futuro un nuevo ciclo de guerras con similares justificaciones y similares motivaciones. Definitivamente el ser humano no aprende ni de su propia historia. Por este motivo la anarquista y feminista Emma Goldman se lamentaba de cómo la misma izquierda contribuyó a otra guerra comercial encubierta en deber humanitario:
¡Cómo bullían de indignación nuestros corazones contra los malvados españoles! Pero cuando se hubo disipado el humo, enterraron a los muertos y pasaron la factura de la guerra a la gente con un aumento del precio de los productos y los alquileres -es decir, cuando se nos pasó la embriaguez de nuestra juerga patriótica- de repente caímos en la cuenta de que la causa de la guerra hispano-americana era el precio del azúcar... que las vidas, la sangre y el dinero del pueblo americano se usaron para proteger los intereses de los capitalistas americanos. (Howard Zinn. A People History of the United States. New York: Harper Collins Publication, 2003).  
Obviamente también había oposición a esta guerra, a la cual veían como un modo de ganar más dinero y poder por parte de los hombres ricos que dirigían el país, enviando a la lucha a los más desfavorecidos de la sociedad para que matasen a personas en favor y beneficio de aquellos que los enviaban. Un socialista escribía en el Voice of Labor de San Francisco:
Es terrible pensar que mandarán a los pobres trabajadores de este país a herir y matar a los pobres trabajadores españoles, solo porque unos pocos dirigentes les inciten a hacerlo (Zinn, p.272 ).
Pero la incesante campaña en los grandes medios de comunicación a favor de la  guerra con España dio su resultado. A diario se llenaban las páginas de los periódicos con imágenes y titulares impactantes, mostrando las supuestas atrocidades de los españoles y recordando el slogan “Recuerda el Maine, al infierno con España” (Sanders, 2002).
La guerra volvió a ser muy beneficicios para los dirigentes  estadounidenses, ya que no solo se hicieron con Cuba, sino que también les dejó en sus manos Puerto Rico, Guam y más tarde las Filipinas. El Caribe y el Pacífico se abrían por la fuerza militar al cartel empresarial norteamericano.
Que duda cabe que de esta “guerrita espléndida”, como la calificó el secretario de Estado John Hay, aprendió muchas cosas la élite estadounidense y de aquí en adelante no pararon de fomentar otras tantas y de extender su influencia. Las guerras resultaron ser muy provechosas para sus intereses egoístas. No tardaron las compañías estadounidenses de la minería, de la construcción, del ferrocarril y las azucareras y tabaqueras en ocupar la isla y hacerse con todo su  control. La United Fruit y la American Tobacco acapararon los mejores terrenos de cultivo y la Aceros Bethlehem los recursos mineros (Zinn, p.274).

PS: Texto de mi obra Justificando la guerra (2012).