jueves, 2 de marzo de 2017

Sobre la guerra


Nos dice Tomás de Aquino en su Summa Theologica, que no es posible ser ignorante del final de las cosas si sabemos su comienzo.
Y si hablamos de la guerra, a la que Agustín de Hipona ensalza y no ve nada malo en ella, pues los hombres que allí morirán iban a perecer de un modo u otro, ¿qué podemos decir?
Podemos decir algo. La guerra no es exclusiva de la especia humana, otros seres vivos, incluidas las plantas, también luchan entre ellos por diversos objetivos. La comida y la reproducción han sido dos motivos muy presentes en este tipo de disputas. Como indicaba el gran etólogo Konrad Lorenz, las luchas surgen normalmente entre individuos de la misma especie, debido a que comparten intereses comunes y tienen que competir por los mismos recursos o fines (Konrad Lorenz, 1989, pp. 31-33). Esta lucha muchas veces es necesaria. ¿Sería esto entonces una justificación de la guerra? ¿La guerra sería necesaria? Depende, si pensamos que debemos seguir este comportamiento animal, sin reflexionar sobre ello y no viendo que el ser humano tienes otras posibilidades y otras capacidades, entonces valoramos poco al ser humano. Si además vemos que otras especies animales dirimen sus problemas mediante rituales que rara vez producen graves percances y que luchan realmente por su propia subsistencia, esto nos deja a nosotros, los seres humanos, en un mal lugar; dando realmente un mal ejemplo y mostrando que  no somos tan inteligentes como presumimos o hacemos ver. Y si a esto le añadimos que precisamente gracias a nuestro desarrollado cerebro hemos sido capaces de elaborar una tecnología destructiva, que amenaza nuestra propia existencia, entonces todavía debamos pensar más que no estamos actuando de esta forma tampoco de un modo muy inteligente. Podemos seguir permitiendo que se use esta tecnología, fruto del trabajo y del talento del ser humano, para someter y explotar a otros seres humanos, para crear armamento destructivo, que enriquece a unos pocos y esclaviza a buena parte de la humanidad, pero todo esto no deja de ser tremendamente inmoral y a la vez tremendamente peligroso; porque de este modo destruiremos los propios cimientos de una posible sociedad estable, próspera y en paz. Así, nunca habrá paz, nunca podrá haber concordia, y la guerra continua, la guerra interminable, acabará tarde o temprano con nuestra propia especie.
Una opción, más humana y más sensata es ver que es posible vivir en este mismo mundo no bajo los preceptos de la violencia y del miedo, sino bajo los del entendimiento y la cooperación. No es utópico, el ser humano puede hacerlo y puede salir muy beneficiado con ello. Para conseguirlo, sin embargo, necesitamos replantearnos nuestros modos de actuar, estudiarlos para conocer como hemos conducido al planeta al estado  actual de pobreza en gran parte de su población y de enfrentamiento continuo. No todos estaremos por la labor, especialmente aquellos que actualmente dirigen este mundo, que tienen interés en proseguir con  ese desorbitado privilegio en el que viven, pero que genera al mismo tiempo una desorbitada injusticia y desigualdad. Quienes viven así, en ese lujo y derroche demasiado inmorales, no  tendrán gran interés en modificar su situación. Los demás, la mayoría, sí deberíamos estar dispuestos a cambiarlo o al menos a mejorarlo, si no queremos seguir sufriendo las consecuencias de los caprichos de la avaricia y de la codicia de otros. En realidad, al final, todos seríamos los beneficiados de un cambio de actitud de nuestro mundo, pues el camino actual  no tiene buen fin para nadie.
La guerra ha sido tradicionalmente el instrumento mediante el cual la clase dirigente somete a otras sociedades y obtiene beneficios con ello,  a su vez sirve para el propio sometimiento y control de su sociedad, en provecho único de ellos y en un notorio perjuicio para el resto de la población. Se analizará y se reflexionará, por tanto, sobre la guerra, sobre la historia de las guerras, sobre sus demoledores efectos y también sobre cómo se ha inculcado en la mente de las gentes su envenenada semilla. La historia nos enseñará de nuevo valiosas lecciones que nos podrán ayudar más de lo que creemos en los momentos actuales y en los futuros.
El conocimiento llena el alma del ser humano y ayuda a evitar la barbarie, y la guerra es la barbarie por excelencia. Richard Sanders comenta que sabiendo el modo en que se ha utilizado y justificado la guerra a lo largo de la historia, fundamentalmente mediante poco escrupulosos engaños, nos puede ayudar para evitar que se repitan otra vez sucesos realmente terribles; a los que habitualmente somos conducidos por nuestra propia ignorancia de los hechos. Estas son sus palabras:
El conocimiento de la historia, de cómo los planificadores de la guerra han engañado a la gente en el pasado para que apoyasen a las guerras, es como una vacuna. Podemos utilizar esta comprensión de la historia para inocular a las personas con dosis saludables de desconfianza hacia los pretextos de la guerra oficial y otras estratagemas para el engaño. A través de tales programas de inmunización podemos ayudar a contener nuestra susceptibilidad social hacia la “fiebre de la guerra” (Richard Sanders, 2002).
La vacuna del conocimiento histórico, de la razón, de la moral, del estudio crítico y de la sensatez, actuarán como antídotos eficaces contra la brutalidad de la violencia bélica, contra la fiebre y la locura que anidan en ella.
La justificación de la guerra es tan antigua y tan nueva como la propia guerra y como el propio ser humano. De hecho, es necesario el favor de gran parte o de la mayoría de la sociedad o de la  población para desencadenarla. De ahí que se recurra a crear poderosas razones, ya que en condiciones normales, y en su sano juicio, nadie está dispuesto a agredir y matar a sus vecinos, e incluso menos a un desconocido que nada le ha hecho.

Referencias-Notas:
1. Konrad Lorenz. Sobre la agressión el pretendido animal. Siglo XXI, 1989, pp.31-33.
2. Richard Sanders. How to Star a War: The American Use of War Pretext Incidents. Global Research, January, 9, 2012. Coalition to Oppose the Arms Trade (COAT) - 2002-05-02.

Capítulo de mi obra: Justificando la guerra.

5 comentarios:

  1. He estado buscando el libro "Justificando la guerra" para comprarlo pero no lo encuentro. ¿Puedes decirnos cómo conseguirlo?

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    1. Hola. Está finalizado, pero no impreso. Voy a ver si lo divulgo vía digital. Impreso en papel puedes encontar Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países.

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  2. konrad Lorenz no es precisamente una referencia positiva en este tema. Veamos un fragmento del conocido y esclarecedor artículo 'El mito de la violencia humana' del gran antropólogo Ashley Montagu
    '...Konrad Lorenz, el investigador austríaco que fue premio Nobel por sus trabajos sobre el comportamiento animal, se esforzaba por demostrar en su muy leído libro sobre la agresión que el instinto de lucha humano dirigido hacia sus congéneres es la causa de la violencia contemporánea. Antes que él, Freud había defendido la misma idea con su definición del instinto de muerte, que orientaba el comportamiento del hombre hacia la destrucción y la guerra. El dramaturgo Robert Ardrey defendió la misma tesis en sus libros African genesis (Génesis en África), The territorial imperative y otros. Y el etnólogo Desmond Morris llegó aún más lejos en su libro El mono desnudo, afirmando que es "una tontería que debamos controlar nuestros sentimientos de territorialidad y agresividad", ya que nuestra propia naturaleza, puramente animal, "nunca lo permitirá". Desgraciadamente, la mayoría de los escritores que han tratado el tema de la naturaleza humana han sido incapaces de discriminar entre sus prejuicios y las leyes de la naturaleza humana. Uno de estos prejuicios consiste en creer que el comportamiento agresivo del hombre es instintivo. No hay en parte alguna pruebas de ninguna clase de que los seres humanos tengan verdadero instinto. Y, por otro lado, hay muchas pruebas de que todo comportamiento agresivo -como todo comportamiento profundamente humano- es aprendido.

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    1. Ese sí es un mito. El comportamiento humano, como ocurre en otros animales, es parte heredado y parte aprendido. No podía ser de otra forma.

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  3. La ideología dominante, y esto es lo que viene a refutar gente como Montagu y la izquierda crítica (triste pero necesaria redundancia) es que es mucho más fácil para el rampante capitalismo culpar a los genes antes que a la sociedad. Y todos los autores citados por Montagu reman en esa dirección. Sabemos, claro, de los genes, pero la importancia, en aspectos clave de la existencia, de lo aprendido es fundamental. Toda la vida se ha inculcado a sangre y fuego lo de que somos esto y aquello (lo que interesa al sistema) 'por naturaleza'.

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